Acabo de leer un informe (resumen), de los varios publicados por la prestigiosa revista médica británica “The Lancet”, esta vez sobre los índices de natalidad y la previsible caída de la población en muchos países del mundo: “Para el año 2100, las poblaciones de casi todos los países habrán disminuido y algunos, como Japón y España, verán que sus poblaciones descenderán en más del 50 por ciento”.
¡Largo me lo fiáis!, dirán algunos…; pero, profundizando en el documento citado –a lo que no me canso de invitaros–, surgen otras cuestiones que, no lo dudéis, están a la orden del día: “¿Quién pagará la atención médica de nuestros mayores? ¿Cómo se financiarán los sistemas de seguridad social cuando el número de trabajadores caiga en picado y los beneficiarios se disparen? ¿Qué sucederá cuando el número de inmigrantes, convocados actualmente por algunas naciones para diversas tareas imprescindibles, descienda?”
Con flema propia de los ingleses, “The Lancet” ofrece un remedio muy propio de la teoría económica del estructuralismo: «Los desarrollos en robótica e inteligencia artificial”; apuntando, además, que la cierta finalidad de los objetivos del «control de la población» siempre fue la “emersión” de las máquinas sobre los humanos.
Al respecto, pero con visión española, he decidido reflexionar sobre la situación actual y posibles desenlaces de esta y otras teorías similares de “seducción incuestionable”… Y, no sé por qué –o quizá sí lo sé–, tengo la sensación de que la vieja técnica de “pan y circo”, actualizada ahora por los asesores políticos, está tocando a su fin, en cuanto a su eficacia y “embobamiento” se refiere, pues las promesas realizadas sin tener medios para poder cumplirlas ya están siendo descubiertas por una mayoría de ciudadanos: aquellos que están ocupados en conocer la realidad de lo que vivimos, sin necesidad de recurrir a aparatos o artilugios que intenten sustituir a las personas, bien sea por razones económicas interesadas o de obediencia ciega.
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de
Ramón Burgos
Periodista