Jesús Fernández Osorio: «Una original cápsula del tiempo en Torvizcón»

Unas obras de reciente remodelación, llevadas a cabo en el edificio del Ayuntamiento de Torvizcón, han permitido que salga a la luz una cajita de latón de reducidas dimensiones (de unos 15 x 3,5 x 3 cm) que se encontraba oculta, a modo de cápsula del tiempo, entre una de las paredes del mismo. El secretario de administración local, José Luis Parra Salmerón, la conserva desde entonces como un objeto sumamente preciado. Como lo que es, como una fuente histórica del pasado de la localidad.

Andaba yo, hace unos días, ocupado en la consulta de los fondos del Archivo Municipal cuando el funcionario público me enseñó la pequeña caja que guardaba en uno de los cajones de su despacho. Tenía forma de estuche y se conservaba en relativamente buen estado; se abría y cerraba bien y todavía lucía con nitidez los colores de sus rótulos exteriores. De su interior extrajo y desplegó, con sumo cuidado, un viejo papel que, por el estado que mostraban sus dobleces, habría resistido bastante peor el paso de los años. Una hoja manuscrita por las dos caras con deterioro evidente en la grafía de algunas palabras –las que coincidían con las líneas de plegado– que, ante la extrema delgadez de la misma, dificultaba sobremanera su lectura, tanto del anverso como del reverso; pues, en ambos sentidos se entremezclaban los signos y letras. Sin embargo, eran bien perceptibles tanto la fecha como la autoría de la misma.

El autor del mensaje, que había permanecido oculto durante casi un siglo, era Antonio Rincón García. Un maestro, natural del pueblo granadino de Huétor Tájar, que en los años finales del siglo XIX llegaría destinado a Torvizcón. Lugar en el que se asentará y establecerá su residencia durante más de tres décadas. Hasta su temprano fallecimiento, a la edad de 58 años, en el año 1932.

El Defensor de Granada, 14/12/1926, p. 1

Respecto al contenido en sí, en su comienzo dará cuenta del inmueble en que se alojará la incierta misiva dirigida a generaciones futuras. Se trataba de la escuela de niños del pueblo. Un espacio educativo que sería inaugurado a mediados del mes de diciembre de 1926. El principal diario granadino, El Defensor de Granada, recogerá con profusión de detalles todo el acto, que contó con la presencia de las principales autoridades provinciales, describiendo el lugar como “amplio y luminoso”(1). Cinco meses antes, al inicio de las obras, nuestro autor aclaraba que “desde tiempo inmemorial venía la escuela instalada en este mismo sitio”. Si bien, atribuye a la “pobreza del municipio por una parte y la mala administración por otra,” las causas que la habrían venido degradando hasta convertirla en un local “más bien propio para pajar que para escuela”.

Respecto al maestro que recoge la importante mejora cultural en el pueblo de La Alpujarra, indicaremos que se trataba de un profesional de reconocido prestigio y amplia cultura que, además, escribía con asiduidad en periódicos y revistas (sobre todo ligados al mundo de la enseñanza). Incluso llegará a crear una revista pedagógica en Torvizcón: “El Intercambio Escolar”. Una publicación periódica que, siempre contará con el apoyo de numerosos profesionales de la educación y que, bajo su dirección e impulso, llegará a organizar un certamen de creación literaria infantil que otorgaba importantes premios para su época. Una vocación que él mismo cultivará y que le llevará a publicar un libro, con el significativo título de: “Historia de un maestro de escuela contada por Don Casiano Harto de Sufrir”(2). Sin duda, serían estos unos años que, en lo relativo a la profesión docente, no precisarán tener demasiada imaginación para narrar las múltiples penalidades y vicisitudes vividas por los maestros.

Sus ideas políticas, inicialmente en la órbita del diputado a Cortes por Órgiva, Natalio Rivas Santiago, le llevarán a acoger con enorme satisfacción, tal como deja recogido en el manuscrito, el golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, del 13 de septiembre de 1923. Sublevación que contó con el respaldo del propio rey Alfonso XIII. De inmediato se encuadrará en el nuevo partido político (único y personalista) creado desde las altas instancias del Directorio Militar; la Unión Patriótica, cuyo lema era el conocido: patria, religión y monarquía. Consecuentemente será nombrado alcalde de Torvizcón. Por ello, atribuirá complacido a la Dictadura el logro de “acometer la obra de propios de saneamiento y de su cultura”. A continuación dejará constancia de ciertos aspectos puntuales de la población: las fuentes que suministraban el agua, la composición del Ayuntamiento, los obreros que trabajaban en la obra de la escuela (oficiales y peones), etc.

Su visión social conservadora la sacará a relucir, también, al final del escrito y clamará contra los males “de la falta de moralidad”. Por último, consciente de la posibilidad de que, en algún momento impreciso del futuro, alguien pudiera leer sus anotaciones, se cuestionará sobre los avances que pudieran producirse: ¿se habrán acabado las guerras? ¿se vivirá en paz, guardando de la vida?, etc. Una recepción del mensaje que se producirá 94 años después y en la que se pueden atisbar los enigmas e incertidumbres de todo lo lanzado hacia lo desconocido. Similar a las esperanzas del náufrago depositadas en su azarosa botella o, de un modo más reciente y grandilocuente, a las señales enviadas al lejano espacio exterior, con recopilaciones de música o de voces humanas (de las misiones del Voyager I y II de la NASA) en la búsqueda de vida inteligente más allá del Sistema Solar.

Esa particular botella mensajera la constituiría nuestra caja de salicilatos de bismuto y cerio. Una caja de compuestos medicinales con los que se combatían los vómitos y las diarreas tan características de las enfermedades intestinales (frecuentes en esas fechas) que, ahora –preparada a conciencia por nuestro protagonista– serviría para preservar las referencias puntuales de la villa que consideraba dignas de transmitirse. Conocimientos farmacéuticos que el maestro y alcalde dominaba, pues, ejercía una tercera profesión: la de boticario local.

Mi suegro, Manuel Castilla Cañadas, siempre asociaba la proclamación de la II República en Torvizcón a nuestro protagonista y a la nueva escuela. Allí, en un día de abril de 1931, ante los reiterados y entusiastas vivas a la República que llegaban desde el exterior, “el maestro Antonio Rincón nos hizo salir a todos y nos despidió diciéndonos: Mañana, a la misma hora”. Seguramente, ávido por obtener noticias fidedignas de lo ocurrido, acudiría raudo al casino local donde se encontraría con sus sobrepuestos y afligidos afines ideológicos. Lo demás ya obvia contarlo.

Cuando le comenté el inesperado hallazgo del que había tenido noticia a un entrañable vecino, Joaquín Muriel Fernández –que, por cierto, conserva una memoria privilegiada y siempre me cuenta sus recuerdos y vivencias de posguerra– entre divertido y con cierto tono socarrón, me espetó: “¿Y no conservan la botella de vino que, según dicen, también se encontraron dentro de una columna?” Además del gracejo de mi octogenario amigo, sin duda, todo un fiel reflejo de la importancia vitivinícola de los caldos de La Contraviesa que tenía el pueblo en esos momentos. Pero, esto, más bien, lo dejamos para otro tema.

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(1) El Defensor de Granada, 14/12/1926, p. 1. Escuela que, en consonancia con el momento político, según se especifica, “llevará el nombre de Primo de Rivera”, igual que la plaza en que se halla.

(2) Una publicación que agradezco enormemente a Francisco Santiago Sánchez su localización y puesta a disposición.

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Jesús Fernández Osorio

Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).

Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.

Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen

y ‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX

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