¿Se te hace muy difícil pedir ayuda o un favor? ¿El simple hecho de hacerlo te pone nervioso y en la mayoría de los casos, no pides la ayuda, aunque sea necesario e importante?
La idea de no molestar a los demás hace que esté mal visto pedir favores, también la falta de asertividad o una baja autoestima. Sea por la razón que fuese, la idea de pedir ayuda para algunas personas puede provocarles una sensación tan incómoda que les impida hacerlo. Lo paradójico de todo esto es que son las personas que más dan, las que siempre están dispuestas para los demás, a las que más les cuesta.
La cuestión es, ¿qué podemos hacer? Lo cierto es que vivir con esta limitación, impide disfrutar de la fluidez de las relaciones y de una sana reciprocidad. Como una conducta de evitación que es, debemos utilizar la técnica psicológica de exposición. La persona debe tomar conciencia de su problema lo primero, y debe querer solucionarlo. Para ello, deberá exponerse, poco a poco a lo que tanto le cuesta: pedir ayuda a los demás.
Vamos a ver cómo lo podemos hacer:
- Se haría un listado de las cosas que producen menos esfuerzo pedir, hasta las que más esfuerzo suponen. Por ejemplo, la primera cosa podría ser pedir la hora a alguien, la segunda pedir prestado cinco euros a un amigo, etc.
- Se establecería un calendario que indique cuándo y durante cuánto tiempo vamos a realizar dichas conductas. (Durante una semana, por ejemplo, vamos a pedir la hora a un desconocido, todos los días).
- Anotamos nuestros éxitos y seguimos avanzando en nuestro listado, poco a poco, hasta llegar a realizar aquello que más nos cuesta.
De cualquier modo, es aconsejable acudir a un psicólogo si por nosotros mismos no somos capaces de conseguirlo.
Pedir a los demás es tan gratificante como ayudar, pero para muchas personas es realmente un suplicio. De forma inconsciente, cuando damos mucho y no pedimos nada, nos sentimos resentidos y mal con nosotros mismos y con los demás, creemos que los otros deberían darse cuenta de nuestras necesidades. Las cosas no funcionan así, nadie puede adivinar lo que queremos. Hablar, solicitar, dar y pedir en su justa medida.
Darse a los demás, es decirles que los necesitamos, que precisamos de ellos, que somos incompletos. Aceptar esto, nos hace más fuertes, juntos establecemos un intercambio y un fluir de relaciones justas.
Todo empieza en uno mismo; en un equilibrio personal, donde aquello que precisamos sabemos que está disponible en uno mismo, y en los demás.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso