Por las fechas en las que estamos podría haberles escrito algo sobre el inicio del nuevo curso escolar, que tan extraordinario se presenta. Pero he tenido noticias del interesante viaje que un joven granadino concluyó el pasado día 11 de septiembre y voy a contárselo. Su nombre es Fernando Granados Ortega y vive en Peligros.
Allí cursó sus estudios de Secundaria, en el IES Clara Campoamor, aunque para realizar el Bachillerato, que no había en su pueblo, se matriculó en nuestro instituto con más solera, el Padre Suárez. Pasados unos años era ingeniero en Telecomunicaciones y como nuestro país es como es, decidió echar suerte en Alemania, en Múnich exactamente, donde ha estado trabajando para la empresa Eesy Innovation, con sede también en Granada desde no hace mucho. Después de un tiempo en la capital bávara, Fernando ha querido regresar a su tierra para buscarse aquí la vida, en lo suyo o, quizás, como profesor. No ha sido una decisión fácil pero una vez tomada, allá por mayo o junio, empieza a preparar su vuelta a casa. Y es cuando proyecta el viaje que a continuación les relato.
Porque lo normal habría sido un vuelo Múnich-Málaga, como otras veces había hecho o, siguiendo a muchos otros, alquilar un coche en el que pudiera regresar con todo el equipaje de su experiencia en Baviera. Incluso podía haberlo hecho en moto, ya que es el medio habitual de transporte que Fernando usa aquí. Pero nada de eso era excitante, ni le permitía tener una aventura como la que le ha proporcionado la bicicleta; porque, efectivamente, este ha sido el medio elegido por nuestro ingeniero para dejar de manera definitiva su casa alemana y desplazarse hasta su casa española, el verdadero hogar para un granadino amante de esta tierra que le permite, en un mismo día, pasar de la nieve al mar.
Durante parte del verano ha estado organizando y estudiando todo: el envío de sus cosas, las rutas, la puesta a punto de su “vehículo”, qué equipaje llevar consigo,… Y le temía a la soledad: iban a ser muchos días pedaleando sin compañía a lo largo de varios países —con la misma moneda, pero distintos idiomas— y nunca había hecho nada similar, aunque sí otro tipo de rutas con el club ciclista de Peligros, el Bericlox Bike. Finalmente, su partida fue el 10 de agosto y la hizo acompañado durante dos jornadas de su amigo David, granadino como él al que conoce en Múnich. Dos días menos, hasta salir de Alemania, de viajar solo, pero le quedan Austria, Suiza y Francia antes de entrar en nuestro país. En ellos los paisajes, que son verdes y lacustres, le gustan mucho. También ciudades como Lucerna, Lausana o Ginebra, así como la diversidad lingüística del pequeño país helvético, donde alcanza la máxima altitud de todo el recorrido: unos 1300 metros sobre el nivel del mar.
No obstante, será en Francia donde encuentre lo mejor: llegar al mar, desde la interior Alemania, es una gran satisfacción. Lo logra al sur de Aviñón, por el delta del Ródano, que desemboca en el mismo Mediterráneo de sus playas granadinas. También el canal du Midi le fascina; y le trae a la cabeza el intento del marqués de la Ensenada de hacer, allá por el dieciocho, algo similar en España, que ya le parece más cerca; pero esta cercanía no es solo por la geografía, sino incluso por la historia, porque en el Sur de Francia hay huellas de nuestro pasado más reciente y dramático: allí estuvieron los campamentos de refugiados españoles huidos de la barbarie franquista y a Fernando le interesan. Como le interesa Antonio Machado, cuya tumba visita en Collioure.
Cuando entra en la Península, por Cataluña, llama su atención la “guerra de banderas”. Según dónde, entre los Pirineos y la desembocadura del Ebro, predominan las independentistas o las constitucionales. Pese a ello, es aquí donde empieza a notar más lo que él llama “el calor de la gente”, que le genera una sensación más placentera que los paisajes espectaculares del Norte. En Barcelona, en concreto, vive uno de los momentos más emocionantes del viaje, cuando un transeúnte que dice tener conocidos en Motril le ayuda a cruzar la ciudad por la mejor ruta. Y el idioma ya no es un problema, porque el español sustituye automáticamente al catalán cuando alguien aprecia que el primero no lo entiende. Sin embargo, empieza a ver la degradación del medio ambiente, que en este país es mayor que en los que ha dejado atrás. Especialmente le apena un litoral destruido en muchos lugares por los que pasa con su bici, convertidos desde hace años en feos “resorts” de vacaciones para guiris y veraneantes.
Los últimos días, cuando otra vez se aleja de la costa y se adentra en el norte de nuestra provincia, le aguardan todavía algunas impresiones. La primera es que su padre y su hermano han ido a esperarlo a Guadix y, en su trayecto final, vuelve a estar acompañado. También, agridulce, es llegar a Granada pero verla con un alto e incomprensible nivel de contaminación: ¿Cómo puede ser en una ciudad pequeña y sin industria?
Ya en casa, le esperan para festejar su hazaña. Han sido unos 2.800 kilómetros en treinta y tres días, cinco países, sobre dos ruedas y él solo.
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Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)