Poner límites, en cualquier relación (padres-hijos, pareja, laboral, etc.), es necesario para tanto “educar” a los demás, como a uno mismo. Debemos aprender a decir “no”, “espera”, “ahora no puedo”, etc. Sin gritos, sin alterarse, con dulzura y cariño.
¿Por qué es tan importante hacerlo? Por varias razones; para establecer relaciones equilibradas y recíprocas, para enseñar (a nuestros hijos) a autorregularse (aprenderán a respetar una negativa, a tener paciencia, a manejar la frustración, etc.), porque al poner límites nos respetarnos y hacemos que nos respeten, y de la misma manera, respetamos los límites de los demás.
En el seno familiar es crucial: ¡Qué peligrosa es la hiperpaternidad, donde los hijos son el centro absoluto de la vida familiar, adorados y venerados y donde hay muy pocos límites y negativas! Estos hijos, se convierten pronto en tiranos que controlarán, dominarán y manipularán a sus padres. De adultos, serán agresivos y conflictivos, debido a su baja toleración a la frustración.
¿Cómo podemos hacerlo; cómo poner límites a los demás?
- Los límites deben ser claros, precisos y conocidos por ambas partes, tanto los lógicos y razonables, como los que cada persona considere oportunos. Es razonable delimitar los horarios permitidos de nuestros hijos; también puede ser, no permitir que los demás cojan nuestras cosas sin permiso.
- Los vamos a expresar con las técnicas de comunicación asertivas que vimos las pasadas semanas (cómo afrontar y hacer una crítica de forma asertiva): sin gritos, sin aspavientos, de forma elegante e inteligente. No nos estamos peleando con nadie, dejamos claro lo que no queremos y lo que no permitimos.
- Los debemos entender como nuestros derechos, no estamos haciendo nada malo; estamos defendiendo nuestras creencias.
“Si me amas, ponme límites; dime no, dime que ahora no puedes. Déjame claro que me valoras y que por eso no vas a dejar que haga cosas que no están bien o que me van a lastimar. Delimita mi ignorancia, y hazme saber hasta dónde puedo llegar con tu andamiaje, porque sé que me quieres y que cuidas de mí. Al hacer que te respete, aprenderé a respetarme a mí mismo, sabré cuáles son tus derechos, los míos y los de los demás. Dime que me quieres, no me veneres, porque con tus dulces palabras, entiendo que aquello que no me permites, me hará daño. No me digas que lo soy todo para ti, enséñame cómo es eso de amarse a uno mismo”.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso