Queridos lectores, hoy confirmé algo que siempre pensé y los hechos me reafirman en mi pensamiento: hay una razón por la que la justicia lleva una venda en los ojos.
Sinceramente, creo que la ceguera ha obrado una vez más en una sentencia. El martillo ha golpeado erróneamente al tirar por tierra el propósito del gobierno de decretar el confinamiento en la capital de España.
Por otro lado, a este hecho ha ayudado la irresponsabilidad de la señora Díaz Ayuso, con quien no simpatizo por motivos más que evidentes.
La regidora de la comunidad madrileña encarna todo cuanto no debe reunir un representante público. Ser déspota a estas alturas de la película no conduce a nada, pero en el personaje que toca analizar la soberbia viene de fábrica.
No es momento de revanchas partidistas, de boicotear decisiones que pueden evitar males mayores y sí de arrimar el hombro.
A la señora Díaz Ayuso deberían pedirle responsabilidades en Madrid cuando todo esto acabe y si puede ser antes, mejor aún. Sé que usted nunca dimitirá pues no hay peor ciego que el que no quiere ver (en sus decisiones se observa una incapacidad crónica y una vista que empieza a dar muestras de fatiga).
Por favor, si le queda algo de dignidad, échese a un lado. Cédale el testigo a su compañero de viaje (Ciudadanos) u otórguele una oportunidad a un hombre moderado y cabal como el señor Gabilondo (quien obtuvo más votos que usted en los últimos comicios, algo que debiera respetarse a juicio de las altas esferas de su partido).
No dedicaré ni una coma a este alegato o réplica a la ignorancia supina, a la osadía en tiempos de pandemia, al atrevimiento sin argumentos o razones de peso, al discurso disfrazado de oratoria vacía. No alargaré más estas líneas pues no debiéramos dar cobertura a lo que brilla por su ausencia.
¡Qué mis deseos no caigan en saco roto!
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Profesor de ESO-Bachillerato