Nuestros primeros maestros son nuestros pies, muestras manos, nuestros ojos (Rouseau)

Que la pandemia no nos haga renunciar a la escuela que queremos

¿Tenemos que olvidarnos de los principios pedagógicos básicos en la escuela del COVID?
Desde hace muchos años vemos cómo la sociedad evoluciona mientras que la escuela, salvo en algunos casos concretos, tiende a mantener su estructura, enfoque, dinámica y formas tal y como la conocimos las generaciones anteriores.

En nuestro país gran parte de las escuelas siguen ofreciendo un modelo transmisivo y jerárquico del conocimiento. El profesorado actúa, informa, dirige, evalúa desde su condición de autoridad absoluta y el alumnado asume de forma pasiva todo lo que le llega. En general se plantea el aprendizaje como fruto de su esfuerzo y de la capacidad individual y no se da cabida a la iniciativa del alumno o la alumna ni al trabajo colectivo. Aunque el uso de las tecnologías puede dar una imagen de progreso, en demasiadas ocasiones es una imagen falsa que no viene sino a afianzar estos planteamientos arcaicos y obsoletos de aprendizaje.

En este inicio de curso estamos viendo como en gran número de centros la presencia de estos planteamientos está realimentándose con la excusa de la prevención ante la Covid-19. Así se organizan las aulas desde la separación y la inmovilidad, reclamando una pasividad y una no relación entre el alumnado que responde y refuerza una concepción de escuela individualista, competitiva y segregadora, que se sigue distanciando día a día de las necesidades de la sociedad y de las personas que en ella conviven.

Desde el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (MCEP), defendemos otra idea de escuela que, al poner la vida, los intereses y las necesidades del alumnado en el centro del quehacer cotidiano, ofrece una vivencia y una práctica escolar que contribuye al mayor desarrollo posible de todas y cada una de las personas que en ella conviven.

En aras de esa concepción, entendemos que en estos momentos tenemos que organizar las escuelas “seguras» sin renunciar a una serie de principios:

● El protagonismo del alumnado en su propio aprendizaje ha de ser un pilar metodológico básico. Aceptando su individualidad, la escuela contribuye a la construcción de la personalidad de cada alumno y alumna desde la implicación que les corresponde. La autonomía y la responsabilidad se van construyendo de forma paulatina en función de la actuación de cada día. Participar en los proyectos de aula, en las asambleas, en el diseño de las actividades, en la evaluación, en las decisiones de la escuela, lleva a consolidar espacios amables, compartidos y democráticos.

● No existen dos personas iguales que sigan el mismo proceso ni respondan a las mismas demandas. La actividad debe dar cabida y respuesta a esas diferencias. Poco se avanza en el respeto a la diversidad, si hacemos más rígida la organización del aula, si uniformamos el trabajo, si privamos al alumnado de la ayuda mutua, de la
cooperación entre los iguales, de los materiales manipulativos y de los diferentes canales sensoriales de comprensión de la realidad.

La actividad, el movimiento, la investigación, la globalización, el tanteo experimental y el ensayo-error como elementos fundamentales del aprendizaje.

El debate, el contraste, la colaboración, la cooperación, la libre expresión, son imprescindibles para la construcción del conocimiento. Un conocimiento relevante para
el alumnado, que le ayude a comprender el mundo en el que vive y le permita desarrollar aportaciones constructivas a su vida y a la sociedad desde la
responsabilidad y el sentido crítico.

La convivencia, la relación, el cuidado mutuo son la base de la formación de las personas inclusivas, respetuosas y democráticas. Ahondar en actitudes individualistas mediante la enseñanza unidireccional y meramente transmisiva, no hace sino dificultar la adquisición de valores fundamentales para el desarrollo integral de la persona.

La escuela tiene que abrirse al entorno, a la realidad, a la vida. “Romper” las paredes, descubrir lo que nos rodea, facilitar el intercambio y la correspondencia escolar, contactar con otras gentes y realidades.·

● Ante la desigualdad existente, es irrenunciable el potenciar la función compensadora de la escuela tratando de ofrecer recursos y posibilidades a quienes más lo necesitan, de forma que todos y todas logren el éxito. .

● El papel de las y los docentes es animar, colaborar, dinamizar un entorno que permita la existencia y la evolución de la comunidad desde el reconocimiento y la aceptación de todas y cada una de las personas que la conforman.

Desde el MCEP animamos a seguir luchando por la escuela pública que queremos, sin retroceder aunque a veces nos sintamos desbordados por la situación, sin el apoyo de la Administración o nos veamos en dificultades a la hora de hacer estos principios compatibles con el momento actual.

Conseguirlo es el gran reto. Nos permitiría salir reforzados de esta crisis y avanzar hacia la escuela que soñamos.

MCEP – octubre 2020

Redacción

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