Virtudes Montoro: «Tengo muchos agujeros en el brazo cada uno es de un abrazo que quise darte»

Este trozo de letra de la canciónVente de Carlos Chaouen, me recuerda a esta ahora, “requetenueva realidad”.

Vuelve a ser muy duro alejarnos de a los que tanto amamos, de los que viven más allá de nuestro recinto perimetral. Nos han impuesto una alambrada insalvable que nos convierte en sumisas y vulnerables víctimas ante este enemigo invisible que nos invadió un día, no recordamos ya cuál, y que no deja de acecharnos y susurrarnos “ya no sois libres”.

Nos hemos acostumbrado a tropezar con bozales, que pintan las calles de un malogrado y triste azul que no nos dejan ver labios ni sonrisas, lo hemos aceptado. Nos hemos insensibilizado y aunque nos aprietan las tuercas aún más, no percibimos ni siquiera la presión ni el dolor; somos cadáveres sociales, dispuestos a todas las autopsias posibles. Al final, todo esto será bueno, si mantenemos así la risa resistente y agónica que nos caracteriza.

Pero, esos abrazos inalcanzables sí que duelen, duele no poder sentarnos arrimados a nuestros padres, contándonos la vida, de muy cerca. La caricia de mi madre que no siento, esta soledad que nos prescriben, duele. Tu propia existencia solo dentro de una demarcación exacta. Sobre todo, nos duele nuestros viejos, solos y muertos en residencias malditas.

Lo extraordinario de todo esto, es el instinto de supervivencia que tenemos, nosotros, granadinos malafollás (como así nos autodenominados). Sin saber por qué somos el punto negro en el panorama peninsular, somos un polvorín de contagios, somos un mapa arrugado en una papelera, con más tachones que nunca. Y no sabemos por qué nos ha pasado todo esto; solo intuimos que somos un punto turístico (no negro) jugoso, y que hemos sido la diana perfecta de miles de disparos fotográficos, que nos han dejado heridos, allá, calculamos, por el puente de octubre.

Sí, porque no somos los granadinos más imprudentes que el resto, ni nuestros son universitarios demonios que transitan las noches dejando destrucción y muerte a su paso.

Los granadinos expuestos a embestidas todos los días, tenemos que ver como nuestros vecinos cierran sus negocios con un cerrojazo cruel, desnudo y mortal. Acatamos y nos quedamos calladitos mientras nos dejan caer que somos nosotros los únicos culpables.

Granada, fruta jugosa ahora desgranada en perlas rojo rubí que avisan de nuestro peligro en una cartografía de España, que a estas alturas ya, parece un semáforo rojo.
Pero aún, nos bombea la espereza dentro de esta esperpéntica situación. Sí, tenemos muchos agujeros en el brazo, muchos abrazos atragantados, muchas horas de ausencia, mucho futuro incierto, pero también mucho sentido del humor, mucha conquista como pueblo, tanto para saber reírnos de nosotros mismos y decirnos; “bueno, otro día será”.

 

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

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