Cantaba Joan Manuel Serrat… «De vez en cuando la vida/ nos besa en la boca/ y a colores se despliega/ como un atlas,/ nos pasea por las calles/ en volandas/ y nos sentimos en buenas manos». Sin embargo, en otras ocasiones te da un manotazo en la cara del que es muy difícil abstraerse.
Podemos leer en los periódicos que, Granada tiene 53.000 niños en el umbral de la pobreza y esto me llega tan hondo que ya no me interesa ninguna de las otras noticias, algunas importantes, que trae la prensa.
Que cuatro de cada diez niños granadinos están en ese bucle de riesgo de exclusión que abarca una vida entera, desde la alimentación y el vestido hasta la educación y el desarrollo social. Que nuestra provincia tan rica en otros conceptos, sea precisamente Granada, en todos los casos, quien supere tanto la media andaluza como la española en riesgo de pobreza es algo para hacérnoslo mirar.
En Granada, 16 de cada 100 familias tienen hijos menores y 15 de cada 1.000 tienen menos ingresos de 8.000 euros. Y lo que es peor aún es, la cronificación de la pobreza. El niño que es pobre, lo es en su adolescencia, en su juventud y cuando es adulto.
Algo hemos tenido que hacer mal, muy mal. Pues dónde está ese estado de bienestar que tanto se nos vendió en los 90. Por lo visto sigue habiendo gente que come bocadillos de jamón pata negra y otros que apenas pueden comerlos de mortadela.
Hace poco leía también la gran diferencia que había dependiendo del barrio granadino en el que tuvieses la suerte o la desgracia de vivir; pues esa es otra, dependiendo del barrio, las diferencias en servicios, infraestructuras y calidad de vida eran realmente alarmantes.
Antes te sentías de tu barrio, bien por nacimiento o por comodidad, pero ahora puede llegar el caso de maldecir el sitio en el que vives. Este tema no es baladí, pues aquí sí que hay culpables con nombres y apellidos. Pues dependiendo de los distintos gobiernos municipales y el color del partido gobernante, siempre ha habido barrios más primados que otros.
De media, un granadino que viva en el entorno del barrio de la Magdalena y Gran Capitán, en el Centro de la capital, gana al año 9.880 euros más que otro que lo haga en la zona Norte o Beiro. Esta cifra, que casi alcanza los 10.000 euros anuales, es el coste de la desigualdad en la capital granadina.
Yo, que vivo en el barrio Zaidín-Vergeles debiera estar descontento y jodido, pues es de los más bajos en inversión e infraestructuras. Años hay que pelear para conseguir una biblioteca, un asfaltado de calles y no digamos ya el arreglo de una Plaza, como la que tenemos aquí en la calle Primavera, con las dichosas excavaciones romanas y que nadie mete mano desde hace 30 años.
Serrat cantando…«De vez en cuando la vida/ se nos brinda en cueros/ y nos regala un sueño/ tan escurridizo/ que hay que andarlo de puntillas/ por no romper el hechizo». Que el sueño se haga realidad y todos podamos llegar a fin de mes con cierta dignidad, seamos del barrio que sea.
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