Su exposición ‘Olivo: árbol de la vida, la ciencia y el bien’ permanecerá en la Cámara de Comercio hasta finales de enero
Como buen jienense, el pintor Ramón Moya ( Quesada, 1946) lleva casi ocho años dedicados a plasmar en el lienzo, con diversas técnicas, lo más característicos de su tierra: los olivos, con especial detalle de sus troncos y las grandes extensiones de olivares. Una selección se pueden contemplar ahora, hasta finales de enero, en la sede de la Cámara de Comercio de Granada. Muestra denominada ‘Olivo: árbol de la vida, la ciencia y el bien’ que fue inaugurada en un acto en el que intervinieron, además de la secretaria general en funciones de la Cámara, Isabel Contreras y el comisario de la exposición, Pedro López, los poetas Marijose Muñoz y Emilio Ballesteros que pusieron la parte literaria con textos compuestos para la ocasión.
También leyeron poemas de Alberti y Lorca, así como de las poetas quesadeñas, Mercedes G. Canalejas y Josefa Rodríguez Bayona dedicados a este cultivo, la pintora María José Parra, Ana Rodríguez Capuz y el rapsoda Paco Pérez. Esta exposición tiene un valor social pues como aclara su autor «con ella queremos manifestar nuestro apoyo al paisaje del olivar en su candidatura como Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, 2021».
La exposición se compone de 32 piezas, principalmente óleos y acrílicos, aunque también algunas de técnica mixta donde se integra el tejido dentro de la composición simulando el tronco mismo del árbol, sobre lienzo y tabla. Entres los cuadros expuestos se encuentran varia series como la titulada ‘Las cuatro estaciones’ en la que se puede observar paisajes con este árbol en primavera, verano, otoño e invierno. También la dedicadas a distintos artistas para lo que el pintor ha utilizado diferentes estilos imaginando como verían y plasmarían esos olivos artistas impresionistas o fauvistas, serie compuesta por diez obras de las que se muestran ocho ya que dos de ellas ya se han vendido «pues están gustando bastante».
En ocasiones el artista ha combinado el pincel con la paleta pues le parece una técnica muy original al tratar el color directamente del envase sobre el soporte del lienzo o la madera consiguiendo unos bellísimos efectos de relieve. La figuración es el eje compositivo principal, centrado en el olivo y su significado a través de los tiempos y su papel protagonista como paisaje y escenario del campo andaluz. Se completa la muestra con más de una decena de poemas de diversa autoría, desde poetas como Lorca y Alberti a otros originarios de Jaén, como Antonio Navarrete, teniendo todos como fuente de inspiración el olivo, el olivar y su paisaje.
ESCENARIO ANDALUZ… a Ramón Moya
Por Marijose Muñoz
Quesada, casa y chayda… lugar fértil que lo vio nacer entre un mar verde y plata. Una tierra con pasado, con historia y con sabor a talarines sabrosos que recuerdan su niñez y su hermosa virgencita que se encontró en la montaña para regalo de Dios. Una montaña preñada del alto Guadalquivir, que en la Cañada de las Fuentes, desde sus mismas entrañas vino a este río a parir. Y así, entre Cazorla, Segura y Las Villas, hubo un niño que soñaba pintar olivares nuevos. Los silencios del campo rotos por los cantos del blanco milano, el pardo y rojo ruiseñor y aquella bella oropéndola que llenaba de amarillos la paleta del pintor. Quizá tomaba los ocres del lomo de los conejos, el buitre o el quebrantahuesos… o las manchas en la noche de aquella bella gineta, el petirrojo naranja, o el azul maravilloso del roquero solitario que recuerda en el taller al bueno de Zabaleta, su maestro de la infancia, le animaba en sus pasiones profundas, secretas… y cuando al fin voló solo, nutrido de mil bellezas, cruzaba el arco De los Santos, soñando pincel en mano, con una vara de olivo, como si fuese el cetro de un rey, por la calzada romana y subía a la Atalaya, para hoy poder describir a golpe de esos colores, en su madurez más clara su tierra amada y soñada.
Este diciembre, inevitablemente solitario y lorquiano, renovamos las pasiones entre una incertidumbre que desola el mundo, tú querido Ramón, valiente entre los valientes, donde el desfiladero de tus años es un “paisaje interior” lleno de rutas secretas, de misterios escondidos entre los troncos heridos del “olivo del amor”. Una manera elegante de combatir el olvido con “paisajes de Quesada” en Granada compartidos. Entre peñas y olivares nacen pocas amapolas pues ahora aquellos trigales de antaño no se mecen con el viento.
Hoy podéis contemplar el tronco herido del “olivo de Matusalén” arañazos que estremecen mi alma. Olivares, orografía de mi tierra, con sabor a pan rebosante de oro líquido y azúcar, y así navego por este verde mar que nos trae mi amigo Ramón, de vuelta a la niñez, con la remembranza de un pasado con sabor de abuelo, abuelo que te vas sin despedida, y así esta tarde de diciembre hago un pequeño homenaje, a la bondad del corazón que nos otorga la sapiencia y la belleza que nos tributa la edad.
Y termino esta humilde prosa aquí en la Cámara de Comercio de Granada bañando esta pleamar de olivos con unos versos de nuestro poeta más universal, Federico:
“El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío”.