Víctor Abel Jiménez Jódar, autor del poemario 'Ciudad laberinto' (Ed.Esdrújula) 31/12/2020 FOTO: ANTONIO ARENAS

Víctor Jiménez: «Este poemario está hecho para que dure muchos años»

Su nombre completo es Víctor Abel Jiménez Jódar, nació en Granada en 1978 e imparte clases de Lengua Castellana y Literatura a estudiantes de Secundaria del colegio concertado ‘Arco Iris’ de Motril. En 2018 publicó su primer poemario ‘La mujer infinita‘ en la colección Genil de Literatura de la Diputación granadina del que están a punto de agotarse los 800 ejemplares editados. Ahora coincidiendo con el aniversario del nacimiento del escritor y filósofo, Roland Barthes acaba de sacar, con la editorial Esdrújula, su segunda obra, ‘Ciudad Laberinto‘ que presenta en el Museo del Azúcar de Motril, el lunes 4 de enero, a partir de las 20 h. donde le acompañarán los escritores y poetas, Jesús Cabezas, Juanjo Cuenca y Daniel Rodríguez Moya, quien es además su prologuista, junto con su editora, Mariana Lozano.

– Te hemos oído contar en una entrevista que tus alumnos te piden que les leas poesía de Góngora o de Machado ¿cómo es eso?

– Y de Lorca, de Ángeles Mora, … porque desde que los cojo en 1º de ESO y les acompaño hasta 4º, la labor que me propongo es difundir y crear en el alumno un espíritu, crítico literario para que en el futuro sea capaz de disfrutar de la experiencia estética literaria. Una de las maneras es leerle poemas cosa que empiezo a hacer desde el primer curso con lecturas de poesía y pequeños comentarios de texto que van profundizando y desentrañando la magia de las palabras en los siguientes cursos. Básicamente la poesía no es un artificio estético sino que es un elemento más de la vida que nos enseña y nos ayuda a poder disfrutarla y vividla mejor.

– Totalmente de acuerdo en que en lugar de que memoricen títulos, fechas y datos sin sentido es mucho más interesante que les guste la literatura. También te hemos oído comentar que tus dos libros, ‘La mujer infinita y este que acabas de publicar, ‘Ciudad Laberinto’ originalmente eran un único libro para el que contaba incluso con título ‘Amanecer para nadie’….

– Efectivamente cuando estaba construyendo el libro, -en lo que llevo bastante tiempo, desde mi época universitaria- fui acumulando poemas que tenían distintas temáticas. Una de ellas era sobre la femineidad, otra sobre la calle y la ciudad y otra el tiempo y la metafísica. Entonces separé esa tres partes que son los dos libros publicados y el tercero en el que ya estoy trabajando ahora que será el más filosófico aunque las otras dos no están exentas de filosofía.

El profesor y poeta, Víctor Jiménez, junto a su mujer e hijo :: A. ARENAS

– Precisamente en la introducción, citábamos a Roland Barthes porque está muy presente en ‘Ciudad Laberinto’ ya que aparece citado tanto al principio del libro como de la tercera parte, ¿a qué es debida esta devoción?

– Roland Barthes y el posestructuralismo francés articulan epistológicamente la realidad que vivimos actualmente. Yo me baso en la parte de R., Barthes en la que él se basa en otra de Walter. Benjamin y este a su vez en otra de Charles Baudelaire porque todo fluye. Lo que yo hago es utilizar esta idea del flâneur, el paseante de la ciudad que va paseando , observando a los individuos y, de alguna manera, haciendo una especie de fotografía poética de momentos exactos. Barthes recoge esto y afirma que el flâneur lo que hace es leer lo que la ciudad como escritura va dejando en nosotros: un paisaje, una conversación, la imagen de una pareja en un parque, etc por lo que podemos hablar de bibliotecas, de bares, paseos por un callejón, e incluso partes más oscuras de la noche.

-‘Ciudad Laberinto’ es un poemario, estructurado en tres partes con distintas composiciones en cuanto al numero de poemas. Así la primera, ‘El juego de hacer versos’ consta de 9 poemas, en tanto que Las cicatrices de la noche, de 33 poemas y ‘La mirada oblicua’ de 26 poemas ¿nos podrías dar una breve pincelada de cada una de ellas?

– Vale, ‘El juego de hacer versos’ es una especie de manual de instrucciones para que el lector sepa dónde va a entrar y con que mirada penetrar en el libro. Sería el elemento meta poético en el que se explica cómo el poeta se acerca a una situación para crear poesía,. Entonces nos encontramos una biblioteca, cómo el lenguaje se forma a sí mismo para crear una cadena de sentidos, aparecen dos poemas donde desarrollo un arte poética e ilumina la idea de que el poeta puede ser como un pájaro que vuela en el mar o como la erupción de un volcán, para terminar con dos poemas largos que van a introducirán el trema urbano en el libro, donde aparece un joven poeta que comparte estudios con unos amigos que en lugar de salir de marcha se quedan estudiando. Y en el otro poema desarrolla la idea de un poeta que escribe poemas de madrugada y se tiene que acostar porque no quiere que su mujer lo encuentre por la mañana escribiendo como un loco.

– Y la segunda parte, ‘Las cicatrices de la noche’

– Es la parte central del poemario, quizás la más descarnada, donde el flâneur desarrolla su intensidad, lo que significa que se dedica a hacer fotografías poéticas de los personajes de la noche que se va encontrando: drogadictos, yonkis, parejas en un bar, a una mujer que sale cansada de trabajar, … Vamos una serie de estampas que conforme vas leyéndolas te van introduciendo en este mundo urbano pero con una pincelada poética que quizás nunca habíamos planteado

– Y terminas con ‘La mirada oblicua’

– Sí. Es la forma que tengo para que el lector entienda como funciona un flâneur y como se puede observar la realidad desde diferentes perspectivas y como esas perspectivas las tenemos dentro de nosotros . Por eso hablo de tipos de poetas que se acercan a al realidad para intentar describirla. En este caso también están casi todas las tendencias literarias actuales dentro de estas miradas oblicuas que plantean los serie de poetas que salen. Es la parte más amena y que puede resultar hasta graciosa

Víctor considera que hay que rescatar el concepto de ‘flâneur’ pues es muy actual :: A. A.

– La obra se inicia con una preciosa personificación de los libros, En el primer poema titulado La biblioteca después de suponer qué son esos espacios “donde vamos a que los libros nos leen a nosotros”. A propósito de esto ¿Cuáles son los principales libros que a lo largo de tu existencia te han leído a ti?

– Más que libros prefiero hablar de obras completas, como las de Antonio Machado en su plenitud me ha marcado profundamente, También siendo de Granada es normal que la obra lorquiana te afecte profundamente. Podemos hablar también de Borges, Cortázar, Octavio Paz, César Vallejo, Neruda,… y en la modernidad de Gabriel Celaya, me ha influido mucho; la poesía social de los años 50, Blas de Otero, Ángel González,… Anteriormente la Generación del 27 en su totalidad, muchos autores del 98 y en la actualidad, Antonio Carvajal y Luis García Montero, ambos profesores míos. Más actual quizás Karmelo C. Iribarren, Luis Alberto de Cuenca,… seguramente deje muchos autores fuera. Tenemos también a Daniel Rodríguez Moya que hace unos poemas extraordinarios. Me gustaría citar aquí su poema ‘La Bestia’ que es uno de los poemas más impresionantes que he leído en mi vida.

– Afirmas que ‘La ciudad infinita’ ofrece al lector un paseo por la ciudad con una mirada oblicua, que hace ese ‘flâneur’ que no es mirón ni voyeur ¿cómo se consigue eso?

Los flâneurs eran personajes reales que vivían en el París de finales del siglo XIX y principios del XX y que se dedicaban a ir por las calles observando a la gente. La diferencia entre mirón y flâneur es que el primero, como vemos en los programas televisivos se asoma a la intimidad de las personas de una manera irrespetuosa, para sacar la parte más efectista que genere más controversia o más audiencia. El flâneur es diferente, es casi un poeta filósofo que va por la ciudad y entiende que la modernidad implica que reflexionemos sobre el ámbito urbano y de cómo el ser humano se va introduciendo en este ámbito. Había que crear una serie de conceptos como que uno puede observar la realidad, puede describir un personaje y puede no perderle respeto aunque esa persona sea una persona marginal.. En ningún momento se ridiculiza a nadie ni se menosprecia a nadie sino todo lo contrario porque podríamos plantearnos que a veces la vida golpea duro a estas personas y que no todo el mundo es capaz de sobrellevar estos golpes de la vida. El flâneur invita al lector a que comprenda por qué una persona termina cayendo en la droga o se ha convertido en vagabundo. Quien lea el libro se dará cuenta qué es un flâneur, concepto que deberíamos rescatar pues es muy actual.

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– También señalas que un poeta se las juega en un poema como un torero frente a un toro ¿es posible?

– Esto es una hipérbole aunque tal vez no sea tanto. Por un lado está el escritor marginal, el que saca una novela todos los años y luego están los poetas que escriben muy pocos poemas, por ejemplo, Jaime Gil de Biedma no ha escrito ni 120 poemas, Kavafis escribiría 80 o 90 poemas, la obra completa de Machado son tres libritos. Entonces podemos pensar que la productividad no sea tan importante como la calidad del poema. Yo soy de los que piensan así y, por eso, mi primer libro lo publico con 40 años, y el segundo con 42. Hasta que no he tenido claro qué es lo que quiero hacer y lo que quiero escribir no me he echado para adelante. Ahora sí, nunca he dejado de ser poeta desde que empecé a escribir. Cuando te implicas en un arte de una manera profunda hay que saber que ese arte va a dejar tus marcas y cicatrices dentro de ti. Entonces ser poeta quiere decir que asumes todo el sufrimiento de esas personas como propio y si ves a un vagabundo está tirado en el suelo intentas pensar porqué esa persona ha llegado ahí, ese sufrimiento genera cicatrices dentro del ser y es por lo que yo digo que el buen poeta se las está jugando tanto como cualquier persona que se dedique a un oficio de riesgo.

– Tu principal lector (y entrevistador) pues te ha hecho sendas entrevistas para su programa de televisión, ‘El mirador de la Cultura’, señala, entre otras muchas cosas, que tu lenguaje es poético sin grandes artificios’. También está clara tu preferencia por los poemas cortos y “desbrozados”

– Pienso como Antonio Machado que cada poema tiene en sí su propia metafísica, o sea que cada poema te va diciendo como quiere ser escrito. Ahí el poeta tiene que ser lo suficientemente lúcido para saber en qué terreno está entrando. Hay poemas que te piden un tipo de técnica y otros otra diferente. Hasta ahora los dos poemarios que he escrito redundan en esa idea de que la poesía tiene que ser sencilla para poder ser entendida no solo por los lectores de poesía sino también para que cualquier persona pueda acercarse a un libro, leer un poema y ver que hay un diálogo entre el poema y él. Así ganaríamos muchísimos lectores. En el tercer libro que estoy escribiendo que posiblemente se titule ‘La memoria del tiempo’ o ‘La memoria del instante’ serán poemas un poco más filosóficos, más conflictivos, pues piden otro tipo de técnica. Aún así pienso que la poesía está más en la forma de mirar que en las palabras que se utilizan. El que sepa afinar la mirada y buscar las palabras precisas para describirla está haciendo poesía. Hay otro tipo de poesía, más técnica y confusa, más complicada de leer, que también me maravilla, la base gongorina del lenguaje pero que quizás no se acerca al lector de la forma que yo quiero hacerlo. Ahí siempre está el conflicto entre entendimiento y técnica.

– De la galería de personajes y tipologías de poetas que desfilan por las páginas de tu libro ( vagabundo, hombre sin memoria, poeta transcendental,el ocupado, el bufo,…¿con cual te quedas?

– Realmente me quedo con todos porque yo soy un amante de la poesía y cualquier poesía me parece correcta. La opción que tome cada uno a la hora de escribir es suya propia y no podemos meternos. Podremos tener unas preferencias lo cual no quiere que no amemos la poesía . Yo disfruto muchísimo leyendo un poema de Juan Ramón Jiménez o de Antonio Carvajal pero también lo hago con otro de Luis Alberto de Cuenca o a Iribarren y a lo mejor no tiene nada que ver. La poesía tiene algo de sagrado -una forma pagana de sacralidad- en donde hay que ser muy respetuoso que uno opte por una opción no quiere decir que las otras opciones no sean correctas. Invito a cualquier lector a que lea todo tipo de poesía porque merece la pena. Ahora bien, a la hora de elegir la que escribo tengo claras mis preferencias.

– Como vemos que te gusta reflexionar nos gustaría que nos contases,  ¿cuál es la labor del poeta en tiempos de pandemia?

– Es una pregunta complicada que me hago todos los días. Como poeta poco puedo hacer en el sentido de que puedes divulgar algún poema por las redes, puedes acompañara a la gente en el día a día de un confinamiento. Sobre todo yo me lo he tomado a la hora de escribir. He tenido tiempo para pegarle un tirón a la escritura y dedicar tiempo a finalizar el libro. Si es verdad que la labor que hacemos los docentes en esta época está siendo super cruda, complicada, pues son muchos los factores que intervienen y como poeta-profesor me veo en esos dos mundos. Como poeta pienso que el poeta debe acompañar al lector, al público, en estos momentos tan difíciles, y divulgar su obra para que sea leída y como docente pues creo que estamos de la gente que está en la vanguardia, en la lucha por mantener a raya la pandemia y mantener una normalidad social a la hora de que los alumnos y alumnas puedan seguir teniendo una vida decente normal.

El poeta reconoce que sus poemas no son de una sola lectura :: A. A.

– En estos tiempos se puede ser poeta sin estar en las redes sociales… ¿Son necesarias?

– Hay que aceptar la realidad en la que vivimos y por tanto es necesario estar en las redes. El tema es la capacidad que uno tiene de tiempo para estar en la onda todos los días en esto del tema de las redes. Yo en ese sentido, no lo tengo. Las redes no han existido hasta hace hace poco y los poetas y escritores han existido siempre. Ahora prepondera un tipo de poesía basada en las redes y las editoriales están aprovechando ese tirón, lo cual es aceptable y loable. El que pueda y quiera que lo haga, si encima tiene lectores, estupendo. Yo no formo parte de ese grupito. Tendré que adaptarme y me tendré que hacer una cuenta de Instagram. La de Facebook la tengo y después de un año sin utilizarla, pues ahora con el tema del libro, estoy comenzando a utilizarla. A mi realmente me gusta escribir poesía, pasear por la calle, entrar en un bar, charlar con la gente y disfrutar de esos momentos. El tema divulgación, pues bueno, me gano la vida como profesor, aunque me siento más poeta que profesor, y mis alumnos me quieren mucho, entonces no tengo la necesidad de estar vendiendo mi alma en las redes.

– Para terminar, parece que has quedado muy satisfecho con la labor de su editora…

– Sí. Cuando comienzo a trabajar con Mariana Lozano le dije que lo que tenía eran dos libros pero dos libros que están unidos y por eso le pedí su opinión como editora pues el autor que está dentro muchas veces se siente en esa niebla de la creatividad, quizá no vea con claridad la estructura de los poemas. Sabíamos que la parte central iba a ser ‘Las cicatrices de la noche’, pero había una serie de poemas que había que estructurar para darle sentido a la obra. Ahí es donde entra el trabajo esplendoroso de mi editora que con esa mirada y distancia siempre me ha aconsejado. Tras una serie de revisiones y lecturas, ha quedado un trabajo redondísimo que se puede leer en una hora, hora y media, y cuando acabas has estado en tantos sitios, visitado tantos lugares y reflexionado sobre tantos temas que merece la pena esa lectura. Eso se consigue con mucho trabajo, el del poeta a la hora de escribir los poemas y el del editor a la hora de saber cómo estructurar y como mirar la literatura para que el lector le sea mucho más fácil

– Sí, pero que no se engañen los posibles lectores pues tu poemario se pueda leer en un corto espacio de tiempo, pero  para saborearlo en su plenitud se necesita mucho más tiempo

– La verdad es que si. El poemario está hecho para que dure muchos años. Los poemas no son de una lectura . Hay que acercarse a este libro muchas veces y aguanta todas las lecturas pues lo tengo comprobado y va a estar vigente mucho tiempo porque sobre lo que está reflexionando lo sentimos todos pero muchas veces no tenemos las palabras concisas para poder decirlo. Por eso me gustan los poemas cortos que a veces son más complicados de escribir que los poemas largos porque tienes que condensar muchísimo en muy poco espacio. Esto te sale cuando te viene una ráfaga de pensamiento y por eso ahí me ves con la libreta en los sitios, escribiendo a deshoras, … Luego viene el trabajo de taller donde muchos poemas se van construyendo más artificiosamente pero los de este libro que la mayoría son bastante cortos aguantan mucho la lectura.

Antonio Arenas

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