Definitivamente estoy mayor, muy mayor; pues ante una noticia, situación u hecho de la vida cotidiana, siempre hecho mano de los refranes de toda la vida. Este es un refrán antiguo, de fuente oral y muy empleado por las personas en general. “No hay mal que por bien no venga” se puede aplicar en diversas situaciones en las cuales no se obtiene a la primera aquello que se quiere, por lo que genera la idea de desdicha o infortunio.
En esta ocasión lo quiero usar para emitir un mensaje optimista ante aquellas situaciones que, en principio, no son buenas pero que, en el futuro, pueden generar resultados positivos.
Llevamos años, muchos años, diciendo y tratando de explicar el problema tan cercano que nos acecha a España por el escaso índice de natalidad de nuestras parejas. Cada año, dicho índice baja y al mismo tiempo produce una avalancha de comentarios, que lo único que hacen es producirnos un sin vivir de saber qué va a pasar en el futuro, que si pensiones, que si cuidados a los mayores, en definitiva un pellizco difícil de quitar.
Pues bien, la caída de la natalidad permitirá reducir el ratio de los colegios actuales. Ya era hora, que el número de alumnos por aula se situará cuatro puntos por debajo del límite que fija la normativa escolar, de 20 en infantil y 25 en primaria.
Siempre, o mejor dicho en los últimos años, se decía que la poca o escasa calidad de la enseñanza de nuestros niños, no venía ocasionada por los docentes, muy bien preparados, sino por la cantidad de niños que tenían que albergar en sus aulas; en ocasiones clases con hasta 35 críos.
No quiero dejar de comentar, que la enseñanza siempre ha sido la hermanita pobre de cualquier gobierno, pues cada vez que se cambia de gobierno a nivel central lo primero que hace era cambiar la ley de educación, que si la EGB, la Logse, la Loe, la loce, la Lomce y así podías presentar a tus vástagos según el sistema educativo estudiado.
Años aquellos en los que, en la década de los 60 del siglo pasado mi querida señorita Nati en la escuela de Salobreña, me preparó con su sabiduría, saber estar y por supuesto enciclopedia Álvarez para mi ingreso en el bachillerato elemental y posteriormente el bachillerato superior.
La frágil memoria me impide comprender cómo en aquellos años de tanta dificultad y tantos críos, pues entonces los índices de natalidad eran altos, no había televisión en las casas; los maestros y en mi caso maestra conseguían hacer algo lúcido de tanto botarate como yo.
Así que ahora, vamos a romper todas las famosas encuestas de calidad y cantidad de la enseñanza, donde siempre estamos a la cola, precisamente por la poca atención que pueden dedicar los profesores a los niños. Ya era hora que pudiesen dedicar más tiempo a nuestros nietos en su labor educativa y poco agradecida.
Vayan estas líneas en memoria de mi querida señorita Nati y su trabajo en aquella escuela, en donde entre pucheros conseguía que un montón de críos aprendiéramos a leer, sumar, restar y sobre todo dividir. ¡Gracias señorita!
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