Un merecido reconocimiento. Una mera felicitación. Un simple agradecimiento. Algo. Algo de lo que poder presumir, incluso por hacer frente a las peores previsiones que se hicieron, también por mi mismo, en septiembre sobre el desarrollo del actual curso escolar. Nadie daba un duro. La vuelta al cole se volvió, como siempre, una lucha política entre Gobierno Central y CCAA. Mientras, a principios de septiembre, nadie sabia como se iba a empezar. Lo que todos parecíamos tener claro es que iba a ser un fracaso. Algo que ahora ha quedado demostrado que en España no ha sido como está ocurriendo en Alemania, Francia o Italia donde continúan los centros cerrados.
En España comenzó el 15 de septiembre la vuelta a las aulas desde aquel ya lejano 14 de marzo de 2020, cuando todo el país se vio encerrado en sus casas y las aulas llegaron a las habitaciones de cualquier casa. Desde septiembre, en España hemos sorteado dos olas de la pandemia, se han cerrado regiones, pueblos, distritos y barrios. Se han cerrado tiendas y bares. Se han cerrado oficinas públicas y empresas privadas. Se han prohibido los viajes. Se han cerrado las residencias para visitas. Se ha prohibido salir a la calle en horario nocturno. Se ha prohibido estar en casa con gente que no sea conveniente y se han limitado las reuniones a un número ínfimo de personas. Se han cerrado museos, bibliotecas. Se han cerrado universidades. La vida se limitó a trabajar, a pasear y a hacer la compra diaria. Nada más. En algunos lugares incluso el toque de queda se llegó a poner a las 8 de la tarde, en contra de la ley. Se han cerrado multitud de negocios de 15 en 15 días. Pero, ¿qué ha pasado en los colegios e institutos?
Todas las mañanas, desde aquel 15 de septiembre, la gran mayoría de colegios e institutos de este país han abierto sus puertas. Públicos o privados, todos han recibido a sus alumnos cada día.
Todos, yo también, escuché y critiqué en ciertos momentos de la primera ola que las clases online no estaban funcionando bien. Algunos profesores, no todos, se desentendieron de sus alumnos y no impartieron sus asignaturas. Pero ese tiempo pasó. Llegó septiembre, sin planes de vuelta claros, y los profesores abrieron las aulas como cada año, sin demoras, sin problemas pero con mascarilla y distancia de seguridad. Y así han seguido durante dos olas diferentes de la pandemia que se han cobrado la vida de más personas que las que murieron solo en la primera ola. Todas las mañanas, desde aquel 15 de septiembre, la gran mayoría de colegios e institutos de este país han abierto sus puertas. Públicos o privados, todos han recibido a sus alumnos cada día. Podría haber alguna clase confinada pero, por lo general, el centro seguía su funcionamiento. El futuro del país seguía aprendiendo. A pesar de todo, y desde luego no gracias a nuestros políticos, los centros educativos han demostrado ser entornos seguros. Sin preparación pero con profesionalidad, los profesores han sido capaces de llevar a cabo clases mixtas, con la mitad de los alumnos en casa y la otra en el aula. Pero en ningún momento se ha detenido la enseñanza desde aquel 15 de septiembre. Ya van casi seis meses de clases sin interrumpir, algo que no pasa en otros países. ¿Por qué no ponerlo en valor?
Creo que es merecido. Justo. Necesario. Es fundamental poner en valor que el futuro del país sigue su formación a pesar de las circunstancias. La vida se ha detenido en muchos aspectos, pero la educación ha seguido su camino. Y es de agradecer. Desde el personal de limpieza de un centro, pasando por secretarios, conserjes y profesores. Es Imprescindible decirlo. Es imprescindible valorarlo
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Fernando Morales Rodríguez
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