La vida no es larga ni corta, sino que la extendemos o acortamos según la intensidad como vivimos. Estamos inmerso en un año que podíamos definir como “de tiempos revueltos “, nadie se siente seguro y menos los mayores, hemos vivido décadas como si la muerte fuera ajena pero la aparición del COVID nos ha quitado de repente la miopía que padecíamos y nos ha acercado a la verdad original de la vida que es su vivacidad y esta vivacidad es consecuencia de ser mortal. Pasó el tiempo donde no pasa nada, cuando los telediarios están tejidos de hospitales con UCI saturadas y de graficas en una montaña de picos afilados de fallecidos.
Está claro que debemos gestionar esta realidad y les confieso que mis textos, son pequeños cometas que vuelan de nuestro pasado al presente cargados de optimismo, de encontrarnos con nosotros mismos, de perdernos en lo cotidiano para encontrar lo maravilloso, aprovechamos el vínculo de unión que la Universidad nos proporciona y compartir lo extraordinario que es el ser humano.
Abro una segunda parte sobre el amor, porque a la edad madura fluye el amor reposado, la serenidad según avanza la veloz escritura del destino.
Ella enamorada y él apasionado, nos ofrece su historia de vida de ese amor que se hizo inmenso en la inmensidad, unidos en una sola corriente y que pasean de la mano por el bulevar de la jubilación.
Aún no he perdido el aroma del mar, las resonancias de las olas contra las rocas y el fuego oculto de la pasión de los besos bajo la luna, de aquellos jóvenes en la Caleta de Cádiz y aún me palpita el corazón, de las carreras por el laberinto de callejuelas solitarias de la Viña para llegar sin aliento a la casa de la novia antes de las 10 de la noche y allí, mi suegra asomada al balcón con una impaciencia que le devoraba. Ahora me sonrío: por aquella prisa por volver, por aquella complicidad compartida, por aquella playa de estrellas, por aquellas noches interminables de amor.
Siempre seremos nosotros, aunque la vida sea otra.
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Alejandro González Campos y Pino Rosa Romero Rodríguez, estudiantes en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y miembros de la asociación universitaria Peritia et Doctrina. 42 años casados.
Alejandro y Pino Rosa, tienen la fortuna de vivir en uno de los paraísos más bellos de nuestro país la Isla de Gran Canaria. Cuando hablas con ellos, fluye la dulzura de su acento y brilla en sus ojos los colores de su tierra. Nos recibieron con los brazos abiertos en las Palmas de G.C y después disfrutaron en Granada, justo la semana antes del confinamiento por la pandemia de las Jornadas de intercambio con la asociación ALUMA.
Él, un caballero superviviente en este siglo, que cabalga atado al amor, enamorado de su amada capaz de enfrentarse a los gigantes molinos eólicos. Alejandro vacía su carga de pasión y nos cuenta su historia de amor.
Hace 42 años me casé con la chica más guapa del barrio, vivía a tan sólo cinco casas de distancia y estábamos en la misma pandilla de amigos, esas pandillas que empezaron siendo grupo de chicas por un lado y de chicos por otro, hasta que llega esa edad en que de forma natural ambas se fusionan. Lo nuestro no fue el flechazo que aparece al conocerse, fue ese clásico ¿quieres salir conmigo?, y llega un día en que la ves distinta, más guapa que ninguna, la miras y no puedes dejar de sonreír, solo quieres estar con ella y con ganas de darle ese primer beso que llega de un modo un poco torpe pero que se graba en tu memoria para siempre.
Fuimos novios durante cuatro años hasta que le pedí matrimonio, éramos, visto con los ojos de hoy, unos niños, ella 20 y yo 22 años, pero era lo normal en aquellos tiempos, como dato diré que llevaba siete años trabajando en banca. Fue una boda agridulce, ya que la tuvimos que aplazar por enfermedad de mi suegra.
En el primer año de casados fue de adaptación, la famosa convivencia, pero éramos muy felices y al poco ella me dijo que estaba embarazada, ¡fantástico!, por desgracia coincidió con el agravamiento del cáncer que padecía mi querida suegra, viendo cómo al mismo tiempo que crecía el vientre de ella se le iba la vida a su madre y, como a pesar de todo, ella estaba todos los días cuidándola, hasta que falleció quince días antes del parto de mi primera hija, que nació el 24 de diciembre, como verán fue una Navidad donde la tristeza y alegría estuvieron muy presentes .
Este fue el inicio de nuestra vida en común, agridulce, como es la vida, más tarde tuvimos otras dos hijas, todas niñas, yo quería un niño, pero tuve tres hijas que me quieren muchísimo, tanto como yo a ellas. Fueron años difíciles, yo, por trabajo, todo el día fuera y mi mujer batallando como una leona con ellas tres para sacar a la familia adelante, con momentos en los que hubo discusiones, peleas y reconciliaciones, nada ha sido fácil ni regalado, todo ha sido una lucha que ha valido la pena, tenemos tres hijas maravillosas, una de ellas casada con un hombre fantástico y con un nieto que nos tiene enamorados. Y, bueno, como saben todos los padres, las preocupaciones por los hijos empiezan cuando los tienes y acaban cuando abandonas este mundo y más en los difíciles momentos que vivimos.
Solo les diré que mientras siga teniendo a mi lado a la chica más guapa del barrio no hay nada imposible.
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La inmensidad de la mar no trae la brizna del viento de amor, nos llega el lenguaje de los enamorados mayores desde la querida tierra argentina. El mundo se nos hace más pequeño con el paso del tiempo y las tecnologías. Contamos con la colaboración de la profesora Susana Rocha desde la ciudad de Rio Cuarto en Argentina. Ella, ha sabido romper fronteras y extender su mano de amistad hacia Granada, con distintas iniciativas de cooperación entre Universidades relacionadas con los mayores. Nos ha dejado una historia de una alumna suya.
Gladys Elisabeth Jelonche y Jesús Mario Tognoli, de la Universidad de Rio Cuarto de Argentina. 57 años casados.
Todo comenzó en los albores de nuestra juventud, año 1960, día de la Virgen de Lourdes. El 31 de octubre del 64 nos casamos.
Éramos tan jóvenes que juntos descubríamos la vida día a día. Así, en el año 65 nació Mario Daniel nuestro primogénito, quien fue creciendo lleno de amor; dos años posterior nació Patricia Del Carmen nuestra hermosa niña, la transforme en mi muñeca. Pasaron unos años y en el 71 vino al mundo Edgar Gabriel. Los años pasaron, los dos trabajando, criando nuestros hijos, dándole la mejor educación posible para que su vida fuera más ordenada. La vida continúa y llegaron nuestras bodas de plata, 25 años juntos, lo disfrutamos con amigos. Transcurrió el tiempo y nuestros hijos estudiando en sus distintas carreras.
Llega el momento que tuvimos que dejar nuestra tierra y llegamos a una totalmente distinta, yo me sentí como un árbol arrancado de raíz y trasplantado a otro lugar. Salí de Entre Ríos y llegué a Río Cuarto una mañana muy fría de primero de mayo dónde solo lloraba y lloraba, luego una niña de grandes ojos azules me tomo mi mano y me dijo mamita no llores, es hoy mi hija del corazón. No sabía si iba a permanecer en la ciudad, pero mis raíces se prendieron en esta tierra. Seguimos adelante porque lo más importante lo teníamos: nuestro amor. Así llegamos a nuestros 50 años, bodas de oro, y una vez más festejamos con nuevos amigos, hijos y nietos.
Este año cumplimos 57 años juntos, 57 años de amor, compresión, respeto, abnegación de uno por el otro. Estos son los pilares que nos sostuvieron juntos día a día, a toda la familia unidos en la fe y en el amor.
Pasaron unos años, nos jubilamos, cada uno buscó un hobby, yo comencé aprendiendo francés con canciones, ahí en la persona de mi profesora le descubrí muchas cualidades atrapantes en su manera de ser con su alumnado de la tercera edad, que no me pude desprender más. Una de ellas es que la suavidad de su voz para cantar, para tratarte te atrapa.
¡Gracias Susana por tu entrega total para con nosotros y por siempre estar ahí cuando te necesitamos!
(Se refiere a su profesora de francés de la Universidad Susana Rocha)
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José María Tintoré Romero y María del Carmen Parra Becerra, ambos estudiantes del Aula Permanente (APFA) de la Universidad de Granada, 43 años casados y 50 años desde que se conocieron.
Con José María me une una amistad forjada en las aulas de la Escuela de Idiomas estudiando francés, ambos los alumnos más maduros de una clase de jóvenes, ellos con la mente despierta y nosotros con un poco de óxido en las neuronas, su mujer Mari Carmen también asistía, pero más atrevida y esforzada se arriesgaba con el lenguaje más complejo, el árabe.
Ellos extremeños enamorados de su tierra y residentes en Granada. José María un hombre trabajador incansable y que madura con el espíritu siempre lozano de aprender. En su rostro la sonrisa sostenida, en la mirada sus ojos inteligentes, voz ronca que se acelera y se atropella porque su mente va más rápida que sus labios. Él con su buen talante me describe su relato de amor.
Los dos somos de la misma ciudad de Zafra en Badajoz. Me acuerdo perfectamente de la tarde en que nos conocimos, a principios del verano de 1972; nos presentó una amiga común cuando íbamos a una sesión de teatro leído (muy culturetas hemos sido). Mari Carmen tenía dieciocho años y yo dos más. Después, le di clases de recuperación (matemáticas), durante ese verano. Entonces no se me daban mal y me ganaba así un dinerito.
Más tarde, esta amiga nuestra nos hizo padrinos de su primer hijo (había una historia por medio de confianza y ayuda); una cosa lleva a la otra, y teniendo en cuenta que era la chica más guapa de mi pueblo pues eso, que la ocasión la pintan calva y me empleé a fondo para conseguir el sí.
Nos casamos en 1978, cuando vivíamos en Barcelona, adonde habíamos ido buscando la vida como tantos extremeños y andaluces de aquella época. En plena Transición. Allí tuvimos oficios dispares, sobre todo yo, algunos más bien peregrinos.
Más tarde gané unas oposiciones (Ingeniero Técnico Agrícola, aunque luego me he dedicado a otras cosas) y en 1979 vinimos a Granada, donde nacieron nuestros dos hijos. Aquí hemos vivido y aquí estamos, creo que para siempre.
En nuestra vida en común hemos procurado hacer siempre un acontecimiento de lo cotidiano, disfrutando de la suerte de querernos y estar juntos. Creo que el fundamento del éxito de nuestra pareja es sencillo, pero hay que trabajarlo cada día -un trabajo desde luego placentero. Se resume en dos palabras; quererse y respetarse. Sencillo pero extraordinario en el goce y en los frutos.
Juntamos los labios y miramos enamoramos. Dos jinetes cabalgando por una vida por vivir y otra ya vivida.
Agradecer a los compañeros y amigos su colaboración. Que todos los días sean San Valentín.
VER TAMBIÉN:
«En San Valentín, los universitarios mayores conmemoran su amor» (Parte I)
Leer más artículos de
Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.
Comentarios
7 respuestas a «Rafael Reche: «En San Valentín, los universitarios mayores conmemoran su amor. (Parte II)»»
Muy bien escrito Rafa me quedó con una palabra el respeto y el amor no caduca
Gracias Antonio este mundo sería un infierno sino tuvieras el amor pululando . Un abrazo
Rafael continúa demostrando en este artículo que la calidad de los anteriores no son fruto de la casualidad. Con pocas palabras pero perfectamente escogidas ha hecho un retrato muy entrañable de su pasión por el amor a su mujer, al igual que los tres matrimonios que han colaborado. Enhorabuena y siguenos deleitando a aquellos que ya tenemos una edad.
Querido amigo Diego , quien nos diría hace 50 años que ahora nos veriamos publicando tu libros de investigación de Historia y yo con articulos y relatos cortos. Gracias por tu afectuosas palabras.
Gracias hermano por estas historias de vida y experiencias. ❤
Gracias a ti, por seguir cuanto escribo.
Amigo Rafael, estás mostrando con tus artículos las vivencias de los compañeros mayores, que entrañables historias estás poniendo ante nuestros ojos, que patrimonio de experiencias e ilusiones poseemos los que acumulamos tanta juventud. Gracias por exponer con tus palabras la vida humilde e interesante de tantas personas con las que convivimos en nuestro diario quehacer.
Enhorabuena por tus artículos, los esperamos con ilusión, todas las semanas.
Un abrazo