Del mismo modo que para los católicos “la Palabra viva de Dios necesita ser predicada con pasión y alegría a través del testimonio cristiano para poder derrumbar hasta los muros más altos que aíslan y excluyen” (Papa Francisco), algo me dice que debo invitaros –invitarme– a una misión muy especial: “Es la hora de ustedes, de hombres y mujeres comprometidos en el mundo de la cultura, de la política, de la industria…” (P.F.) comiencen a actuar, cada uno en su campo y sin esperar el santo advenimiento, para que volvamos a ser –existir como– “hombres de luz”.
¿Qué por qué hoy reflexiono y mantengo lo dicho? Pues creo que sería fácil de entender si, a vosotros como a mí, os hubiese llegado un mensaje de un “amigo de las redes” –Antonio Gasal–: desde su agnosticismo, afirma que él “recomendaría a la esfera del Cuerpo Católico, profundizar más en la obra de San Agustin”.
Recordad que para San Agustín «el libre albedrío fue concedido al hombre para que conquistara méritos, siendo bueno no por necesidad, sino por libre voluntad (…) Pero a la vez supone la facultad de elegir el mal, es decir, la facultad de caer, que es una imperfección de la voluntad humana» (Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946).
Y ello –al considerar sobre las diferencias entre libertad y libertinaje–, reconozco que con dolor de corazón, me ha llevado a sustentar una realidad vivida en estos tiempos de crisis sanitaria y social: por encima de la más o menos cierta información sobre lo acontecido y las medidas a tomadas, como ha dicho el actual monarca, en un homenaje a los sefardíes expulsados en 1492, “¡Cuánto os hemos echado de menos!”… En la calle; a pie de obra; tendiendo vuestra mano; solucionando los problemas reales; y no encerrados en sacristías y palacios.
Los nombres de aquellos a quien me refiero es fácil que los pongáis cada uno… Yo ya he grabado la mía.
Leer más artículos
de
Ramón Burgos
Periodista
