Queridos y queridas alumnas de “La Casa de la Pradera” :
Revisando algunos de vuestros trabajos que aún conservo, me han venido a la mente algunos recuerdos de nuestra clase. Una clase a la que le pusisteis el nombre de la “Casa de la Pradera” .
Era una casa cedida por el Ayuntamiento, ya que en el colegio no había aulas para todos los grupos. Las mesas y sillas eran viejas, igual que la pizarra de madera fijada en la pared más larga de la habitación. Tal vez os acordaréis, que unos días después de empezar el curso, nos trajeron dos armarios, también de madera y viejos. Uno lo destinamos a lo que sería nuestra biblioteca y el otro para el “museo” de clase, en donde fuimos poniendo todas aquellas cosas que recogíamos y que por algún motivo nos interesaban.
Aquella casa tenía además otras habitaciones que destinamos a los talleres. En una de ellas pusimos el taller de cerámica, con un torno de alfarero que construimos con la inestimable ayuda de nuestro amigo José. En la del taller de carpintería teníamos un cuadro de madera fijado en la pared, con las escasas herramientas teníamos.
Sobre aquellas habitaciones había una terraza donde tomabais el sol, mientras realizabais algunas tareas de vuestros contratos de trabajo. ¡ Qué suerte tuvimos al poder disfrutar de aquella casa, alejados de las primeras miradas curiosas y desconfiadas, que de seguro hubieran añadido más dificultades a nuestros primeros pasos … !
En el verano de 1977 asistí en Granada al IV congreso del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular. En esos momentos no tenía una idea fundamentada, de cómo realizar mi trabajo en la escuela. Era uno de tantos jóvenes maestros, confundido por la nefasta formación recibida en la Escuela Normal de Magisterio. Mi curiosidad me había llevado a leer algunas lecturas pedagógicas, pero fueron aquellos intensos días de convivencia y de experiencias compartidas, las que realmente me impulsaron a proyectar, la escuela que empezaba a soñar.
Desde los inicios os dije que no tendríamos libros de texto. No fue fácil convencer al director del colegio y a la mayoría de vuestras familias, de que en vez de gastar el dinero en unos libros repetidos, compraríamos otros de diferentes temáticas que y que serían compartidos por todos los niños y niñas de la clase. Con esta decisión eliminé, casi sin darme cuenta, el elemento que más determina y condiciona la enseñanza tradicional. Sin los libros de textos, tuve que poner en marcha una alternativa, que por un lado nos permitiera construir aquellos conocimientos que yo creía necesarios y por otro, motivaros lo suficiente para que también afloraran todas aquellas cosas que os interesaban.
Para dar respuesta a aquella necesidad, puse en marcha los contratos o planes de trabajo, que nos permitieron organizar todas las tareas y actividades, respetando los diferentes ritmos de aprendizaje de cada cual. Nos alejábamos así de la idea de una escuela de “talla única” y nos adentrábamos por el contrario, en la idea de una educación inclusiva y de equidad.
Recuerdo que al principio y mientras os ibais familiarizando y responsabilizando por cumplir los compromisos de los contratos, yo os proponía un mínimo de tareas a realizar, tales como unas fichas de lengua y matemáticas y algún pequeño trabajo de investigación. A partir de esos mínimos, cada cual añadía aquellas otras cosas que le interesaban y organizaba el tiempo según su criterio.
El plan de trabajo era individual, se firmaba al inicio de la semana y se valoraba al final de la misma. Cada viernes se enviaba a vuestras familias para que lo firmaran y estuvieran informados de lo que habíais trabajado. Recordad que cuando ya controlabais mejor el tiempo, se podían elegir contratos de dos semanas.
Aunque vosotros y vosotras entonces no lo sabíais, yo seguía los pasos de Celestin y Elise Freinet, para los que era muy importante que los niños y niñas fuerais respetados y tenidos en cuenta, considerándoos sujetos capaces para opinar y participar en la construcción de vuestros propios conocimientos.
Recordaréis, que teníamos en clase tres carteles donde se escribían las críticas, las felicitaciones y las propuestas que iban surgiendo. Al final de la semana, si es que no había antes una necesidad urgente, nos reuníamos en asamblea y tratábamos todos los temas. Creo que la democracia solo se construye si se practica y se integra como un valor esencial de las personas.
Cada mañana al llegar a clase y tras comentar aquellas cosas interesantes que nos habían pasado, llegaba el tiempo de la lectura de los textos libres. Era este un momento muy importante para el desarrollo de nuestro currículo. Los llamábamos “libres” porque no los imponía yo, sino que los leían voluntariamente quienes nos querían contar sus sentimientos, deseos o intereses. Una vez leídos, elegíamos uno y con él trabajábamos la ortografía, la sintaxis y el estilo. Luego pasaban a formar parte del periódico de la clase o de vuestros libros de vida. Como no teníamos recursos para comprar una imprenta escolar, reproducíamos las copias con una “ bandeja de gelatina “.
Nuestra clase no estaba cerrada al entorno. Muy al contrario, las salidas al pueblo y sus alrededores eran muy frecuentes. Otras veces invitábamos a alguna persona del pueblo para que nos contaran cosas. Supongo que todos y todas recordaréis a “La Jimena” y sus charlas sobre el flamenco…. Pero no nos conformábamos solo con eso. Siempre tuvimos relaciones con otras clases amigas. Mediante la correspondencia escolar nos intercambiábamos periódicos, cartas, investigaciones, paquetes con objetos realizados en los talleres, regalos … Y al final de cada curso, teníamos un encuentro presencial. Aún puedo recordar vuestras caras emocionadas esperando el correo.
Además de con los textos libres, también trabajábamos el Lenguaje, con las fichas que yo elaboraba. Los temas que os proponía eran muy diversos: análisis de publicidad, elaborar tebeos, crear historias, recoger refranes, resumir noticias de la prensa, realizar el periódico escolar … Pero también eran muy importantes aquellas fichas que elaborabais los niños y niñas de la clase. Aquellas fichas cumplían un doble objetivo. Por un lado era un trabajo del contrato para quienes las elaboraban, pero también se las podían apuntar, aquellos niños y niñas de la clase que las contestaban. Muchas de esas fichas estaban muy bien elaboradas y eran muy interesantes.
Era frecuente que de la lectura de algunos textos, surgieran bastantes trabajos de investigación. Una vez que elegíais el tema me presentabais un esquema, yo os ayudaba a estructurarlo y os sugería cómo abordarlo. La recogida de los datos se realizaba fuera del horario escolar. Esas tareas voluntarias pero necesarias para realizar las investigaciones, son las que yo empecé bautizando como “haberes” y no como deberes. Después completabais el proyecto de investigación en el aula con la información que ibais necesitando y se elaboraba el cuadernillo. Una vez terminados los trabajos se presentaban en clase, normalmente en forma de conferencias. Aunque otras veces, sobre todos con algunos trabajos en grupo, las presentaciones eran mediante teatros. Aún recuerdo los del Paleolítico y el Neolítico. ¡ Qué chulos salieron… !
Las matemáticas las trabajábamos a partir de problemas y algoritmos muy vinculados con la vida real, de ahí que las llamáramos cálculo vivo. Yo elaboraba fichas con distintas tareas y niveles de dificultad que os permitían trabajar en el momento de la jornada que os apeteciera. Igual que en el Lenguaje, los niños y niñas que querían elaboraban fichas con problemas o actividades, que podían ser trabajadas por el resto de compañeros y compañeras. Cada ficha de trabajo tenía su correspondiente ficha autocorrectiva, favoreciendo el trabajo autónomo.
También teníamos en clase una tienda, en la que se simulaban operaciones y problemas reales de compras. Las mediciones necesarias para muchas de las investigaciones, eran otra fuente importante de operaciones aritméticas. Recordar que siempre que era necesario, yo explicaba para toda la clase, algún conocimiento nuevo o aclaraba aquellas dudas que teníais la mayoría. Aunque lo más frecuente era, que fuera yo por las mesas aclarando dudas.
Para nosotros los trabajos manuales eran mucho más que meras expresiones estéticas. En la mayoría de las ocasiones se realizaban en nuestros talleres, instrumentos que necesitabais para algunas investigaciones o actividades. De este modo se fabricaron listones para medir la profundidad y la claridad del agua de una charca, o mangas para capturar insectos, o etiquetas para los botes de recogida de muestras,… Otras veces eran las representaciones teatrales la que necesitaban confeccionar un vestuario o fabricar algunas partes de los decorados. De este modo los talleres relacionaban, el trabajo manual con el intelectual. También eran frecuentes los trabajos de madera o piezas de cerámica y figuras de barro que vendíamos en el puestecillo que poníamos los domingos en la plaza del pueblo.
Otra de las ideas claves de Freinet, ese pedagogo del que tanto os he hablado años después, era el trabajo cooperativo. En la clase se fomentaba la cooperación. Y no solo porque tuviéramos una cooperativa de clase que gestionaba todos los asuntos económicos resultantes de la venta de los productos de los talleres o periódicos, las compras de materiales o las cuotas para realizar salidas y viajes, sino también porque realizabais muchas tareas, trabajos e investigaciones en común. Otra manifestación de esa cooperación eran la distribución de responsabilidades para las distintas tareas, biblioteca, mantenimiento del terrario, anotar los datos del tiempo, ser secretario de la asamblea o tesorero de la cooperativa …
Poco a poco, la clase fue adquiriendo madurez democrática y los trabajos cooperativos eran cada vez más frecuentes. Las expresiones literarias y artísticas fueron cada vez más creativas. Con las investigaciones sucedió otro tanto, siendo más interesantes y científicas. El cuidado de los afectos y las emociones hizo de nuestra clase un grupo de convivencia bastante amoroso.
Por supuesto que a lo largo de aquellos cinco años que estuvimos juntos, tuvimos problemas, tensiones y enfados, pero creo que estaréis de acuerdo conmigo, que siempre los intentábamos resolver mediante el diálogo y en las asambleas de clase.
A pesar del tiempo transcurrido, aquella experiencia sigue estando muy presente en mi vida. Os voy a proponer una cosa… ¿Por qué no os animáis a escribir cartas donde contéis vuestras recuerdos, vivencias y reflexiones ?. Nos han ofrecido la posibilidad de publicarlas en el periódico Ideal digital en clase. Creo que pueden ser un bonito ejercicio de memoria y tal vez, puedan ser útiles a jóvenes maestros y maestras, que desean una escuela más viva y feliz.
Para terminar os quiero decir que he hecho un pequeño vídeo, del que os mando el enlace. En él repaso brevemente, los numerosos encuentros que hemos tenido. No es muy común que la relación entre los miembros de una clase, perdure a lo largo de tanto tiempo.
Ver VÍDEO: