José Luis Abraham López: «Entre verdades universales y realidades personales»

Bajo el sello editorial La isla de Siltolá, en su colección Aforismos, y como número 38, hemos tenido ocasión de leer el libro Ética para mediocres, de Javier Sánchez Menéndez, autor prolífico en este género aforístico en alza.

Para todas las veces en que nos vemos atrapados por una sensación a la que no hemos encontrado expresión hay un aforismo, una sentencia, un pensamiento que recoge fielmente aquello que queríamos expresar. O en la tradición popular, de una manera más ligera pero profunda, sencilla y alegre, hallamos voz a nuestro sentir más variado, ya sea por amor, rabia o pesadumbre. Por estos motivos, leer Ética para mediocres resulta un acto de reconocimiento personal en los pensamientos y sentires porque su autor, en cinco capítulos, recoge con lucidez, hondura y gracia, exploraciones que todos alguna vez no hemos encontrado verbo para comunicarlo.

Bajo el título Nuevos artilugios, la poesía, el arte, la literatura, la política, la lectura, la condición humana, la capacidad de escuchar y de atender son algunos de los núcleos temáticos que nutren este primer conjunto de sentencias y reflexiones, algunas de ellas de gran actualidad: “La información debe llevar a la creación y no a la destrucción”, “La vida es una humillación permanente que hay que salvar con la humildad”, “Escribir para entretener a tontos. De eso se trata ahora”.

Pródigo en definiciones, el autor deja marcas visibles de ingenio y audacia (“Lo deslumbrante para algunos no suele alumbrar a otros”) con la expresión verbal, audaz y crítico, siendo especialmente insidioso cuando del mundo literario se trata: “Los escritores deben dedicarse, principalmente, a leer”. “Otorgar un premio literario, en estos tiempos, es el reconocimiento a la impotencia”.

Si bien está escrito en prosa, su contenido es poético cuando no filosófico, existencial o moral con sutiles destellos del pensamiento (“La bondad es una virtud que puede convertirse en defecto”).

En el capítulo que da título a la obra, Ética para mediocres, su autor se sitúa en la contemporaneidad y a los temas tratados anteriormente va sumando otros como la mediocridad, el deber, la naturaleza, la estética, incidiendo en la poesía, la belleza, la filosofía, la ética y la moral, además de valores cristianos como la compasión y la piedad. En ocasiones, se aferra a una verdad universal por incontestable, reconociendo los límites del lenguaje: “Estamos condenados a ser libres y a perder la libertad. Lo primero es una dependencia, lo segundo es una desgracia”.

Portada de Ética para mediocres, Editorial La isla de Siltolá

Donde Javier Sánchez Menéndez deja su poética sobre el género al que se adscribe es en el tercer capítulo, “Aforismo es concepto”. Pensamiento, consciencia, poesía, lo breve como sinónimo de esencia (“Brevedad y sabiduría es revelación”), misterio, reconociendo la deuda con la sabiduría y expresión populares (“El aforismo nace con la tradición oral, y muere con las redes sociales”).

Más breve es el capítulo “El espejo que tiene el marco marrón” en el que Javier Sánchez juega ingeniosamente, como soliloquios compartidos, con el sentido y símbolo del marco por lo que tiene de espejo y representación de la realidad.

En el conjunto con el que rubrica la obra, “Existen varias opciones para indicar este título”, el propio autor sugiere al lector elegir de entre cinco posibles títulos. En él se acoge fundamentalmente a una expresión más amplia para un contenido ceñido a las redes sociales y a la literatura para cerrar estos aforismos con un pensamiento deslumbrante: “Mediocre es una palabra, un arma, muy peligrosa. Bondad es una palabra, un alma, que resume toda belleza”.

Tan cerca de otros géneros no ficcionales como el refrán o el proverbio, en su apariencia de discurso fragmentario, encontramos abundantes estructuras paralelísticas, anáforas, epíforas, derivación, anadiplosis (“Contundente. Si existe en él la esencia, el libro es contundente”) y el empleo del infinitivo con valor nominal, también se dan la de sintagmas invertidos (quiasmo): “La auténtica poesía necesita de la poesía auténtica”. Pese a su brevedad, el aforista recurre a la repetición léxica, cuando no a la antítesis: aprende-enseñar, todo-nada, mentiras-verdad, mirar-contemplar, vivir-muerte, infierno-paraíso…

Otras inciden en una obviedad con la intención de ser conscientes de algo que, debido a la mecanización en la que estamos inmersos, nos perjudica: “Nunca nos liberamos cuando nos vigilan”.

La síntesis alcanza mayores cotas cuando el autor recurre a la elipsis como en “Progresista: el que destruye el progreso”, “Esencialismo = Platonismo”, etc.; rasgos estos que alejan a estos aforismos de la simple distracción o entretenimiento en cuanto espolean la mente e incitan, en muchos casos, a la acción. Necesita un lector atento, como el propio autor advierte: “El buen lector de aforismos es, por sí, exigente”, “El aforismo es una ventana abierta para el lector”.

A pesar del carácter moral, filosófico o existencial, el autor no descuida mecanismos puramente poéticos, como la rima en eco (“El reflejo del fuego confunde en los ojos las lágrimas”) creando así un perceptible efecto sonoro, mucho más perceptible cuando la rima es consonante: “De la opresión a la depresión solo hay una presión”.

Estas expresiones se amoldan, en su mayoría, bajo el tamiz de la subjetividad aunque en cierta ocasión diga que “El arte del aforismo es ajeno a las épocas” sin perder la capacidad de agudeza (“Está escrito: el principio de los seres es la lectura”).

Los aforismos aquí recogidos se mueven entre lo poético y lo filosófico; lo primero por el cuidado y originalidad en la expresión estética y sugerente, y lo segundo por la hondura y naturaleza reflexiva en su representación.

El lector en general siente mayor apego a novelas de ficción porque son más imprevisibles que la vida real. Pero el aforismo como código ético, de comprensión de la sociedad y radiografía del individuo, nos resulta a todos imprescindible.

Visitar blog del autor:

http://jsanchezmenendez.blogspot.com/

 

 

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José Luis Abraham López

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