En declaraciones al periodista Miguel Lorenci –publicada en IDEAL–, el catedrático, académico y exdirector de la RAE, Darío Villanueva, desgranando su último libro, contestaba una pregunta que, al menos a mí, me resultó de lo más interesante: “¿Dejamos la luz para virar hacia la estulticia?”.
Contestación: “Sin duda. Y nos lo dijo Erasmo de Róterdam cuyo libro se tradujo como ‘Elogio de la locura’ cuando sería elogio de la estupidez o de la estulticia. Hoy predomina la estupidez. Es más visible que nunca y campa en los nuevos medios proliferantes y virales que son las redes sociales y la televisión”.
Analizando lo dicho, las doctas palabras me sirven para una extrapolación, quizá algo atrevida: ¿nos estamos obcecando, con toda necedad, en enseñar la Historia con prejuicios particulares?
La reflexión viene a cuento de la lectura –inducida por una estudiante de Bachillerato– de uno de los libros que, sobre el tema, portaba en su pesada mochila.
Si es cierto que en la mayoría de los ámbitos de la vida puede haber “razonables cambios de opinión”, tengo para mí que, al menos, en el espacio de la Cultura la prudencia, la documentación veraz y la no inclinación hacia ninguna ideología son las claves de cualquier resultado indiscutible.
Aprovechando para lo que “interesa o importa la ocasión o coyuntura” (RAE), os recuerdo algo que escribí en el prólogo de mi tesis doctoral (“Escritores británicos en Andalucía durante la Guerra Civil”) y que, entiendo, puede servir de guía para muchos de los casos que se están dando en nuestros centros de enseñanza: “Ante esa (la) obligada pasividad española y la esporádica participación de los escritores nativos en el relato real de los sucesos ocurridos, numerosos autores británicos se hacen cargo de esa tarea ajena, aspirando a conseguir en su investigación y creaciones la dimensión humana que va más allá de designar a los vencidos y a los vencedores, o las víctimas y los verdugos”.