Lamentablemente, cada vez usamos menos los signos de puntuación. Es como una moda que nos invade. Nos encontramos, incluso en obras famosas, largos párrafos sin presencia de estos signos. Y si pensamos en el lenguaje utilizado en los medios tecnológicos, principalmente el teléfono móvil, la situación es mucho peor. Veamos la trascendencia que tienen estos caracteres gráficos, estudiando el empleo de uno de ellos, la coma. No ponerla, o colocarla en una u otra posición, puede variar totalmente el significado de la oración.
Su función esencial es indicar pausas breves en el enunciado, pero también tiene otras finalidades, tales como separar elementos en una enumeración (el hortelano sembraba pimientos, tomates, pepinos y calabacinos); encerrar elementos explicativos (Antonio, que estaba dando clase, explicó el tema); no repetir el verbo en la misma acción reiterada con diversas personas u objetos (Jacinto trabajaba en el taller y Lucas, en la carpintería); separar el vocativo (Yo quiero amarte, querida, como nadie te ha amado)…
Advirtamos la importancia de poner la coma en su sitio, con unos cuantos ejemplos: No es lo mismo escribir “no venga hoy al trabajo” que “no, venga hoy al trabajo” o “no queremos hacerle daño” que “no, queremos hacerle daño”. Consideremos la frase “Si el hombre supiera el valor que tiene, la mujer andaría obsesivamente en su búsqueda”. Ahora, quitemos la coma tras la palabra “tiene” y pongámosla tras “mujer”, ¿cambia el significado de la frase? Se cuenta en una anécdota histórica atribuida al emperador Carlos V que, en una ocasión, le pasaron una sentencia para que la firmara. El veredicto decía: “Perdón imposible, que cumpla su condena”. El emperador, queriendo salvar la vida del infortunado, se mostró magnánimo y antes de firmar, cambió de posición la coma, de modo que la nueva frase decía: “Perdón, imposible que cumpla su condena”. Con ello, salvó la vida del condenado.
Son frecuentes los gazapos periodísticos en el uso de la coma. Vean el siguiente titular, extraído de un periódico nacional, “Pablo Alborán, reina en la música española”. En este texto, la palabra “reina” es un sustantivo y, por tanto, la coma no solo le habría cambiado el sexo a Pablo, sino que lo habría convertido en reina. Si lo que queremos, es expresar que Pablo es una estrella de la música, lo correcto hubiese sido no poner ninguna coma. Entonces “reina” sería la tercera persona del singular de un tiempo verbal. ¡Qué importante es la coma, que transforma hasta el significado de las palabras!
Ojo, pues, donde ponemos las comas, porque, como decía Julio Cortázar, son las puertas giratorias del pensamiento.
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docente jubilado