Determinados acontecimientos nos sitúan de vez en cuando ante un espejo. Si no se adaptan a nuestras expectativas o sistema de valores, nos resultarán difíciles de comprender y aceptar. Con frecuencia nos preguntamos el cómo ha podido suceder eso. Tanta sorpresa no se debe a una falta de interés por lo que nos rodea, ni por ausencia de información. Se debe a que en buena medida, vivimos y nos relacionamos entre grupos burbujas afines y llegamos a pensar que la vida, es eso que sucede en ellos.
Este artículo pretende reflexionar brevemente sobre el qué, el con quién y el cómo nos comunicamos con los demás.
Todos y todas opinamos sobre múltiples cuestiones. La mayoría de ocasiones lo hacemos en ámbitos reducidos de familiares o amigos, pero hay quienes trasladan su universo de valores y experiencias vitales a espacios más amplios. Al compartir nuestras ideas, reafirmamos nuestra subjetividad, pero al mismo tiempo, pretendemos influir en las de los demás.
José Saramago manifiesta sin embargo que, no hay que convencer a nadie, ya que ese trabajo supone una falta de respeto y un intento de colonización del otro. Su reflexión me parece profunda pero deseo pensar que, aunque no pretendiera colonizar a nadie, si que albergaría al menos, la ilusión de que algunas de sus ideas, pudieran ser útiles a los demás. En este caso, no habría colonización por parte del autor, sino la enorme suerte de haber sido elegido por quienes le seguimos.
Cuando damos nuestras opiniones, creemos que tenemos la razón y en consecuencia el derecho de compartirlas con una supuesta pretensión de objetividad. Sin embargo, recientes estudios realizados en la Escuela Superior de París y el University College de Londres, nos dicen que la objetividad completa no existe. Las investigaciones pusieron de manifiesto el enorme peso de los prejuicios, hasta el punto de no tomar en consideración hechos probados, reales y concretos. Según los expertos hay incluso personas que son incapaces de cambiar de opinión, aun sabiendo que están equivocadas.
Si admitimos que la objetividad completa no existe y que hay grupos de personas rígidas con una enorme resistencia al intercambio de ideas, tal vez sea pertinente preguntarnos, si tiene alguna utilidad dar nuestras opiniones. Me inclino por pensar que sí la tiene, al considerar que afortunadamente la mayoría de la gente, posee la suficiente flexibilidad mental como para intercambiar ideas y aceptar posibles cambios. Para los que creemos en las bondades de la educación, esto nos hace ser optimistas.
Opinar para los míos
El punto de partida de toda comunicación e interacción humana está en nuestro interior. Nuestra construcción vital nos va conformando con un sistema de valores con el que intentamos actuar de manera coherente en cada situación. Siempre me gusta decir que la coherencia es la menor distancia posible entre lo que pensamos y hacemos.
Sin llegar a la exigencia intelectual de Saramago, creo que si somos honestos, coherentes y buscamos el bien común, tenemos la obligación moral de compartir nuestros puntos de vista, al menos en ese terreno receptivo y amable de nuestros familiares, amigos y seguidores, con la esperanza de que podamos ser comprendidos , valorados y útiles.
Esos ámbitos familiares, de amigos e incluso de seguidores habituales son ecosistemas mas o menos cerrados y coherentes que se constituyen en zonas de confort. En ellos podemos opinar de manera cómoda y segura, sabiendo que los códigos de relación son conocidos por cuantos los formamos. Dentro de esos ámbitos disponemos de una determinada credibilidad ganada a lo largo del tiempo.
El problema de esos espacios burbuja es que al ser mas o menos cerrados, se realimentan de las mismas ideas y se va desarrollando una determinada manera de ver la vida. Es por eso que de vez en cuando, nos quedemos sorprendidos, cuando suceden ciertas cosas. Y es que una cosa es el mundo y otra nuestro mundo.
Opinar para los demás y para los otros
Tal vez llame la atención en este apartado, la distinción entre los demás y los otros. Sin embargo, a mí me sirve para deslindar los posibles espacios de influencia de mi acción de comunicar. En el grupo de los demás incluyo a todas aquellas personas que sin ser familiares, amigos o seguidores, están abiertas a contrastar nuevas ideas, a analizarlas y llegado el caso a incluirlas parcial o totalmente en su universo vital. Si no pensara que ese grupo existe y que afortunadamente es numeroso, renunciaría a compartir aquellas ideas en las que honestamente creo y con las que estoy ética y moralmente comprometido.
Un sindicato de trabajadores de la enseñanza concertada, me invitó a dar una charla y tras aceptar les propuse el título de “ Otra educación es posible “. Soy un claro defensor de la existencia de una sola red pública y, sin embargo, acepté el reto de poder dialogar con unos docentes que estando más limitados por sus empresas que los funcionarios, también tienen necesidades de formación pedagógica. Dejo un pequeño corte en vídeo, donde les expongo mi idea de la red única. Me sorprendió comprobar que la mayoría estaban de acuerdo en integrarse en la pública llegado el caso. Seguramente las patronales y la Iglesia tendrían otra idea bien distinta.
A veces pienso que, ante la lentitud de los cambios sociales o incluso ante los retrocesos que se producen, no merece la pena seguir realizando el esfuerzo de compartir y caigo en el desánimo. Sin embargo me suelo recomponer pronto, me rearmo de ilusión y argumentos nuevos e intento seguir colaborando en la apuesta colectiva por una sociedad mejor. Es por eso que creo en la educación, como facilitadora de conocimientos, de reflexiones y en la toma de conciencia para la acción.
Con aquellas personas que no están dispuestos a mover un ápice sus creencias previas, que creen que solo las suyas son las verdaderas, que están dispuestos a imponerlas a los demás, incluso con la violencia si fuera necesario, nada tengo que debatir. Y no lo digo por creerme con eso que ahora llaman, supuesta superioridad moral, sino porque como demócrata, puedo debatir con cualquier tipo de ideas, por distantes que estén a las mías, salvo con aquellas que son excluyentes y fomentan el odio y la violencia.
Más preguntas que respuestas
Llegado a este punto, quiero ilustrar con otro ejemplo, lo que hemos comentado anteriormente sobre las distintas maneras y espacios donde hacemos públicas nuestras opiniones. Seguro que a lo largo de nuestras vidas, hemos participado en debates colectivos en los que se intentaban dar respuesta y soluciones a cuestiones que no funcionaban como se esperaba.
Mi implicación en diversas organizaciones me ha permitido participar en largos debates en los que siempre han surgido más preguntas o dudas que respuestas o soluciones. En este caso me voy a referir a mi movimiento de renovación pedagógica, el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular.
En los debates sobre nuestra pedagogía desarrollados en los talleres, los grupos territoriales o los congresos, siempre ha existido y existe un alto grado de coincidencia teórica y práctica. Sin embargo y a pesar de las muchas décadas que llevamos constituidos como grupo pedagógico, nos seguimos preguntando el por qué no llegamos a muchos más docentes.
¿No será que los docentes nos ven como un grupo de amigos y amigas demasiado hermético y cerrado? Es cierto que muchos y muchas nos conocimos hace muchos años en los inicios de nuestras carreras docentes y que hemos creado unos lazos de afecto muy fuertes. Pero no es menos cierto que siempre hemos intentado integrar en el colectivo a cuantos se han acercado a nosotras. Además doy fe que aquí se cumple aquello que se dice en “ El Principito “ de que el amor es lo único que crece cuando se reparte.
¿Si no somos un grupo cerrado por qué los docentes no se animan a participar con nosotros? Una respuesta podría ser que este tipo de trabajo cooperativo e innovador, no es un deseo ni una necesidad para la mayoría del profesorado. Sabemos como es nuestra sociedad actual y sus valores dominantes.
¿Pero por qué hubo un tiempo en que si éramos muchos y muchas y ahora no? Pues porque la sociedad ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Nacimos con la lucha de las libertades democráticas y fuimos influyentes hasta que algunas de nuestras propuestas fueron recogidas en las leyes educativas. A partir de ahí ya conocemos los cambios económicos, culturales y sociales que se han producido y a los que la escuela no ha sido ajena.
¿Es la nuestra una propuesta agotada, sin futuro? No lo creo. La nuestra es una pedagogía que parte de los intereses de los niños y niñas, que desarrolla la autonomía de los aprendizajes basados en la creatividad y la investigación, que utiliza la participación como manera de solucionar los conflictos y que cuida de las emociones y afectos. ¿ Cómo van a estar desfasadas unas propuestas como estas ?
¿Entonces qué tenemos que hacer? Seguir fortaleciendo los grupos de trabajo y aumentar la difusión de nuestra pedagogía en todos los lugares, especialmente en las facultades de Formación del Profesorado y en las redes sociales.
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licenciado en Historia, ha sido maestro e Inspector de Educación.
Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación,
entre los que destacaría “La Investigación del Medio en la Escuela”.