Virtudes Montoro: «Pastilla roja, pastilla azul»

El 21 de febrero de 1933 en el pequeño pueblo de Tyron del estado de Carolina del Norte, nació Eunice Kathleen Waymon. Con escasos cuatro años destacó por su habilidad con el piano acompañando a su madre tocando Gospel y otros clásicos espirituales negros en la celebración dominical de la Iglesia Metodista de la que era ministra. Fue allí donde la encontró Muriel Mazzanovich, una profesora de piano de origen inglés que viendo su potencial decidió darle una formación clásica.

En aquella época Eunice se enamoró de la música de Bach, Chopin, Brahms y su ilusión era convertirse en la primera concertista clásica de piano de raza negra. Muriel convencida de que en Eunice había algo muy grande empezó a organizar conciertos con los que recaudar fondos para que tuviese la oportunidad de continuar su formación. Consiguió una plaza en la prestigiosa Escuela de Música Juilliard en Nueva York, pero su familia no pudo mantener estos estudios y tuvieron que trasladarse a Filadelfia donde Eunice empezó a tocar en los clubs nocturnos de Jazz. Muy pronto le exigieron que además de tocar el piano tenía que cantar, descubriendo su voz de contralto con unos matices únicos. Allí conoció al que sería su marido, Andy Stroud, un sargento de policía de origen hispano con muy malas pulgas que se convirtió también en su mánager y tuvo a su hija Lisa.

Eunice, que había adoptado el nombre artístico de Nina Simone para evitar a sus padres la vergüenza si la descubrían actuando en antros nocturnos, empezó a despuntar en el mundo del Jazz, el Blues y el Soul llegando a tener algunos grandes éxitos.

Pero Nina no era feliz. No encontraba un propósito. En su vida todo parecía ser extremo, se entregó con una pasión desmedida a la causa del activismo político por la lucha de los derechos del pueblo afroamericano llegando a usar sus conciertos para alentar el uso de la violencia. Su matrimonio, en el que eran frecuentes los malos tratos, naufragaba y las discográficas tenían miedo de contratarla, sus reacciones en los conciertos eran imprevisibles. El alcohol era su fiel compañero en estas correrías. Harta de todo un día hizo su maleta, dejó una nota a su hija y su marido y se marchó a Liberia donde estuvo viviendo una temporada disfrutando del sol y la playa hasta que, una vez consumidos sus ahorros, tuvo que mudarse a Europa donde volvió a los clubs y tugurios de la noche llevando una vida cercana a la indigencia. Gracias a varios amigos que no podía permanecer impasibles viendo esa tendencia a la autodestrucción la convencieron de ponerse en manos de los médicos.

A principios de los años 90 fue diagnosticada de trastorno maniacodepresivo y bipolar. Ahora sus allegados entendían muchos comportamientos, esos cambios de humor tan extremos, esa pasión desmedida en una búsqueda incesante de algo que no se sabía qué era.

Te digo lo que es la libertad para mí: no tener miedo. Nina Simone

Al igual que Nina la historia está repleta de personajes ilustres verdaderos genios que, estudiando sus comportamientos con el conocimiento que se tiene hoy en día, se piensa podían haber sufrido algún tipo de trastorno mental: Van Gogh, Juana la Loca, Maquiavelo, etc. Muchos sufrieron la incomprensión de su época, no estaban preparados para vivir el mundo que les tocó o quizá era el mundo que les tocó el que no fue capaz de comprender su genialidad.

Según la Organización Mundial de la Salud cerca de 1.000 millones de personas viven con un trastorno mental en todo el mundo y en el año 2030 se espera que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad. Más de la mitad de las personas con trastorno mental que necesitan tratamiento no lo reciben y un porcentaje significativo no recibe el adecuado.

Nina era capaz de tocar el piano con un virtuosismo inaudito y cantar con un desgarro que parecía exponer su alma de par en par en cada nota, pero también podía tomarla con alguna persona del público y no continuar actuando hasta que no se sentase. Las mayores genialidades y las más atroces bajezas se sucedían cogidas de la mano en unos pocos instantes, una montaña rusa emocional que dejaban a Nina exhausta de vivir. Gracias a la medicación su temperamento se aplacó y pudo llevar una vida más ordenada, retomó los conciertos y llegó a tener su mayor éxito con My Baby Just Cares for Me, aunque también tuvo el efecto de que redujo notablemente su movilidad llevándola a hablar con torpeza o prácticamente no poder tocar. Murió sola el año 2003 mientras dormía.

La vida nos ofrece una pastilla roja, con ella, todas nuestras emociones, sentimientos descarnados, todas las pasiones se desatan y cabalgan como locas dentro de nosotros, nos permite exprimir la vida hasta el tuétano, pero claro una vez abierta la caja de Pandora los demonios andan sueltos. También nos ofrece una pastilla azul, con ella todo en nosotros es orden, armonía, zen, observamos todo a nuestro alrededor con los ojillos entreabiertos, nada es excesivo todo está en su justa medida, los cánones y preceptos son nuestro mantra. Transitamos por la vida como de puntillas, hasta que un día descubrimos con pena que es el último.

¿Eliges la pastilla roja o la pastilla azul?

El talento es una carga, no una felicidad. Nina Simone

 

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

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