José Luis Abraham López: «El estado de las alarmas»

La credibilidad se ha convertido en un grotesco circo público reduciéndose la confianza a hipotéticos salvavidas prontos a resquebrajarse.

Desde el mes de junio del año pasado, muchos medios de comunicación se hicieron hecho eco de una repetida profecía: el fin del mundo, y al que más y al que menos tal noticia le corte el resuello. Esta vez está marcada en el calendario el día 21 de diciembre de 2021. Un rabino ha descodificado la clave apocalíptica en la Torá y así, entre líneas, ha dado definitivamente con la lectura “correcta” que nos anuncia el final, el final de todos nuestros males y felicidad, de todos nuestros desencantos y de nuestra esperanza…

Resulta hasta chispeante que el experto rabino haya elegido un canal de youtube (https://youtu.be/JcFg971K80k) como medio para anunciar tal hecatombe universal. Hasta para tal cataclismo los tiempos han cambiado. Antes era la siniestra corneja, o el águila como en la Odisea, o el agorero búho de José de Espronceda y Carolina Coronado, las viejas hechiceras, etc.

A la lista de pronosticadores como Calcas, Héleno, Anfrisia, Pitonisa, la ninfa agorera Carmenta y Umbro –el hechicero de los montes Marsos– en la Eneida de Virgilio, o Samuel en la Biblia, escribamos el nombre de Matityahu Glazerson, esperemos que sobre el agua.

Lo cierto es había muchas ganas de dejar atrás el 2020 sin pensar que el actual podía ser mucho peor y tal y como lo iniciamos, ¿quién no ha escuchado estos meses expresiones como “esto parece el fin del mundo”, “ya solo nos queda recibir una plaga de langostas”, etc.? mientras la credibilidad se ha convertido en un grotesco circo público reduciéndose la confianza a hipotéticos salvavidas prontos a resquebrajarse.

Todos nos hemos planteado alguna vez qué haríamos si supiéramos el día exacto del final. ¿Con quién quisiéramos estar? ¿Qué diríamos? A lo mejor no estaría mal creer esta profecía y anticiparnos a esos hechos y palabras que dejamos solo para cuando el planeta Tierra deje de existir y nosotros irremediablemente con él.

Por las circunstancias que todos conocemos y estamos sufriendo, una de las palabras más de moda en el último año ha sido “alarma”, cuyo étimo se remonta al siglo XVI y, en concreto, al italianismo allarme, grito con el que se alertaba de la presencia del enemigo y con el que se instaba a que los soldados se movilizaran inmediatamente y portaran un arma para defender el lugar amenazado.

Si bien hay sistemas de alarmas convencionales para hogares, negocios, empresas y móviles, en cambio, existen otras quizá más rudimentarias pero tan o más vitales que las anteriores. Por ejemplo, ¿cómo cambiaría nuestro bienestar si como actualmente ocurre en Reino Unido nos quedáramos sin cerveza? ¿No sería este un buen motivo para que saltaran todas las alarmas habidas y por haber? No sería el fin del mundo pero…

 

 

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José Luis Abraham López

Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato

 

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Comentarios

Una respuesta a «José Luis Abraham López: «El estado de las alarmas»»

  1. ¡Excelente artículo!

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