¿Cuánto tiempo te llevaría elaborar una lista de tu felicidad? ¿Qué responsabilidad tienen los padres hacia los hijos? Los infortunios que sufrimos ¿son resultado de malas decisiones o de un perverso destino?
Llevada a la gran pantalla en 2017 por Joaquin Leitão, Índice medio de felicidad ha sido traducida por primera vez al castellano gracias a la Editorial Barrett y al trabajo de Victoria Cuadrado Guardado.
Todos los personajes se ven envueltos en las consecuencias de la crisis económico-financiera internacional que comenzó en 2007. Sobre ella pivotan tres actitudes muy representativas ante esta extrema situación: la prisión de Almodôvar, la depresión e idea del suicidio en Xavier (recluido en casa los últimos doce años) y la lucha enconada de Daniel por mantener firme su ilusión y esperanza por encima de los atropellos del azar y la casualidad. Y en los tres la casi destrucción de su vida emocional.
La historia es narrada en primera persona por Daniel, tiene como destinatario a su amigo Almodôvar. Este personaje será clave, a pesar de estar en prisión, porque sirve de referente para que el enunciador vaya acomodando su discurso en torno a su precaria situación laboral y personal, después de haber sido despedido en 2010 cuando con treinta y siete años desempeñaba el cargo de jefe de proyectos en una agencia de viajes y luego ocurrir lo mismo como vendedor de aspiradores.
Almodôvar, Daniel y Xavier invirtieron dinero en el negocio de una web que intentaba crear una red social para que personas necesitadas se ayudaran mutuamente, que les llevó a la ruina. Con Almodôvar en la cárcel y Xavier sumido en una profunda depresión, Daniel intenta sobreponerse a la separación temporal –pero indefinida– de su mujer Marta, quien se marcha con sus dos hijos a Viana do Castelo porque allí ha encontrado trabajo en una cafetería.
A pesar de su profunda depresión, Xavier ha diseñado una lista que recoge el índice de satisfacción con la vida por países. Y a ella se aferra su compañero Daniel para medir el suyo y rediseñar continuamente su Plan.
El inicio in media res crea una expectativa creciente en el lector por saber qué motivos han conducido a Almodôvar a estar en la cárcel. La trama va ganando en intriga conforme sabemos algunas de las consecuencias de la ausencia de aquel en el núcleo familiar. Almodôvar actúa incluso como la voz del lector que necesita preguntar al narrador y resolver así las incógnitas que del relato quedan por despejar. En otras ocasiones, Almodôvar se convierte en voz doble del mismo sujeto, que le rebate e interroga, con prácticamente la misma capacidad de introspección.
La desidia y postración de Xavier, los despropósitos y la integridad ética y moral de Daniel, la incomunicación de Almodôvar tiene incidencia en el resto de personajes. Incluso los más jóvenes, como el caso de Vasco, hijo de Almodôvar. Desorientado, participa en actos delictivos y se ensaña con los débiles junto a su grupo de amigos, con agresiones, insultos y vejaciones que ejecutan como un malévolo juego de despreciable entretenimiento. Terror, espanto, impotencia, pavor son sensaciones que estas historias despiertan en el lector, así como la invisibilidad de ciertos grupos ante la permisibilidad política y social.
El escritor portugués ha sabido amoldar los momentos más estáticos de la reflexión con aquellos otros más dinámicos, impulsados estos por la intriga de las acciones que llevan a cabo los personajes, asfixiado cada uno en su propia nebulosa.
La trama va mucho más allá de la historia de sus protagonistas, pues David Machado retrata –en muchas ocasiones con crudeza y en otras con magistral sutileza– una sociedad desnortada con rasgos que desgraciadamente tienen plena actualidad: las altas tasas de desempleo, la depresión, la precariedad laboral, las consecuencias que en los hijos tiene la ausencia del padre (Almodôvar con respecto a su hijo Vasco, y Daniel con los suyos, Mateus y Flor), el uso descontrolado de las redes sociales e internet, el consumo de droga entre los jóvenes… Y no faltan acciones del todo repudiables, detestables, repugnantes como la que protagoniza un grupo de adolescentes al grabar las humillaciones que emprenden contra individuos desprotegidos y que luego comparten en las redes sociales como una forma de exhibirse y de afianzar su popularidad y liderazgo.
Por si el narrador Daniel no tuviera problema alguno, su hijo de nueve años (Mateus) quiere convertirse al budismo, al tiempo que su hija Flor (de trece) subraya todas las palabras negativas que aparecen en la prensa; con la suerte de contar con Marta, mujer comprensiva y esposa paciente; circunstancias que Daniel afronta siempre desde la acción, no acomodándose a una contemplación estéril.
Daniel presta su voz, su experiencia de los hechos y, en definitiva, es el organizador del discurso tomando como pauta las breves intervenciones de Almodôvar, distinguidas en cursiva. Entre pasajes y acciones descriptivos, David Machado deja deslizar sugerentes metáforas: “Había una música sonando muy bajita, una música extraña, como una ballena llorando, tú me entiendes” (página 26), “Humo denso, una nube espesa, salía serpenteando por las ventanillas como un gusano gordo y negro de varias cabezas (p. 111), “sacudiéndose los brazos desbocados en todas direcciones como cobras en cólera” (p. 142), “Los dos ancianos habían regresado y estaban de nuevo caminando, hombro con hombro, dos tortugas centenarias” (pp. 281-282).
El personaje narrador Daniel se nos muestra obstinado, calculador, disciplinado, observador, comprometido con las buenas acciones, amigo de sus amigos, capaz de sacrificar su bien personal con tal de ayudar a sus seres queridos, asumiendo que a pesar del esfuerzo personal, estamos a merced del azar y de contratiempos incontrolables.
A lo largo de su lectura, Índice medio de felicidad nos hace plantearnos numerosas incógnitas: ¿Cuánto tiempo te llevaría elaborar una lista de tu felicidad? ¿Qué responsabilidad tienen los padres hacia los hijos? Cuando tu mujer e hijos marchan a otra ciudad, cuando el desempleo se convierte en un fiel perseguidor, cuando no puedes hacer frente a la hipoteca y entregas al banco el apartamento donde te refugias de las adversidades, cuando unos vándalos queman tu coche… ¿es resultado de malas decisiones o de un perverso destino?
Algunas de las respuestas nos la ofrece el mismo personaje Daniel: “Es increíble cómo somos capaces de adaptarnos a los lugares, de crear una relación con el medio que nos rodea, de inventar afectos donde no existen” (página 120), “¿Desde cuándo rendirse es aceptable?” (p. 147), “Aquella excursión sería un aprendizaje, al finalizar habría adquirido todos los conocimientos necesarios para resolver cualquier problema que surgiera” (p. 226).
Un libro ameno que nos transmite el valor de la perseverancia en el relato de unos hechos que, en muchas ocasiones, nos ponen al borde de nuestra dignidad como personas.
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Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato