Paco Olvera: «Algunas cosas que nos preocupan a los docentes (I)»

A lo largo de mis dieciséis años de maestro y veintiocho como inspector de educación, he reflexionado mucho sobre aquellas cuestiones que, creo, más nos preocupan a los docentes. Muchas aparecen de un modo u otro, en nuestras reuniones de trabajo, en las charlas de los recreos o en los debates sociales. No profundizaré en cada una de ellas, ya que de hacerlo, superaría con creces la pretensión y extensión de este texto.

Lo que enseñamos

Si preguntáramos cual es la cuestión más relevante de la acción de educar, seguramente obtendríamos como respuesta mayoritaria que, son los contenidos que enseñamos. Es decir, estaríamos hablando, del currículo escolar.

Todos los sistemas educativos desarrollan unos Diseños Curriculares Básicos, proponiendo unos objetivos, contenidos, criterios de evaluación y metodologías que, intentan dar respuesta a las siguientes preguntas : a quién educar, para qué, qué contenidos impartir, cómo hacerlo y finalmente cómo evaluarlos.

Los diseños curriculares básicos son competencias de las administrativas educativas estatal y autonómicas y se plasman en Reales Decretos o Decretos. El siguiente nivel de concreción son los Planes de Centro, en los que se recogerán y concretarán unas finalidades educativas, un proyecto educativo y un régimen de organización y funcionamiento. En un siguiente paso, los equipos docentes y departamentos, diseñarán las programaciones de aula. Finalmente se harán cuantas adaptaciones sean necesarias, para dar respuesta a la diversidad del alumnado en cada grupo.

Es frecuente escuchar al profesorado que todo nos viene dado, que no podemos salirnos de la norma y que, no tenemos autonomía pedagógica. Es cierto como hemos visto que, existen normas y que, nos tenemos que mover dentro de ellas. Pero no es menos cierto que, si queremos, tenemos un importante margen para adaptar los currículos a los perfiles e intereses de nuestro alumnado. No me lo han contado, yo lo he puesto en práctica a lo largo de mi etapa como maestro y, lo he favorecido y animado, en mi etapa como inspector. Si queremos se puede hacer.

Jornadas de intercambio de experiencias innovadoras

Siempre me he planteado que la educación debe tener una clara finalidad social y por tanto, debe ser útil para la vida de las personas y ayudarles a ser lo más felices posible. Partiendo de esa visión, nos plantearemos los contenidos o saberes que deberían conformar el currículo, seleccionando aquellos que nos parezcan más necesarios para nuestras vidas y para cuidar la vida en el planeta. No es una propuesta voluntarista e imposible. ¿ Para qué debe servir la educación ?. ¿ Hay fines más importante que estos ?

No debemos confundir, los instrumentos que necesitamos para adquirir los aprendizajes, con los contenidos. Aprenderemos a leer, a escribir, a realizar operaciones matemáticas y algoritmos, a investigar, a pintar, a tocar un instrumento y a realizar ejercicios físicos y juegos … Pero todas esas tareas instrumentales se pueden realizar con unos contenidos u otros y lo que es igualmente importante, se pueden hacer con unas metodologías más constructivistas y activas o, con otras más directivas y rígidas. Podemos elegir.

Tal vez se pueda argumentar que, esto es más posible en las etapas de Infantil y Primaria, pero no en la Secundaría. Admito que, por la naturaleza y estructuras más globalizadas de esas primeras etapas, resulta más sencillo, pero defiendo que, es igualmente posible, en la etapa de Secundaria.

Quiero recordar que, aunque en esta etapa, se introduce un mayor grado de especialización disciplinar, las normativas que regulan su desarrollo curricular, plantean que se trabaje por ámbitos educativos, con metodologías activas, con trabajos colaborativos y partiendo de centros de interés del alumnado. ¿ Si esto es así, por qué no se hace ?

Creo que tiene que ver, con algunas de las cuestiones que a continuación veremos.

Los libros de texto

Con más frecuencia de la deseable, muchas y muchos docentes, creen que el currículo que tienen que impartir, es el que viene recogido en los libros de texto. Delegan en las editoriales, su potestad y competencia para seleccionar los contenidos con los que van a enseñar a su alumnado.

Es lógico por tanto que, quienes tienen a los libros de texto en el centro de su acción docente, digan que no tenemos autonomía pedagógica que, los contenidos que nos obligan a impartir son excesivos y que, en la manera de darlos, hay poco margen de maniobra.

Nunca tuve libros de texto en mi etapa de maestro en las enseñanzas obligatorias. Tal vez pueda parecer esta propuesta muy radical, pero puedo asegurar que fue y es posible. Es más diré para quien no lo sepan que, existe la posibilidad de elegir otros materiales didácticos, en vez de los libros de texto. Está recogida en las normas, solo basta con solicitarlo en tiempo y forma, para que los cheques libros puedan usarse en otros materiales didácticos, en vez de en los libros de texto.

Conozco centros, es cierto que pocos, que en sus proyectos educativos tienen recogido que, en vez de usar libros de texto, utilizarán otros materiales didácticos o de elaboración propia. Más frecuentes son aquellos centros o clases que, aunque compran los libros de texto, los utilizan de manera parcial y van incorporando otros materiales o actividades como pueden ser los proyectos.

Ejemplo de material de elaboración propia

Como resumen diré que, el uso preferente y cerrado de los libros de texto en las etapas obligatorias, son un freno importante a la autonomía pedagógica de los docentes, al desarrollo de currículos contextualizados, un impedimento para aplicar metodologías activas y una limitación para introducir nuevas formas de organización escolar.

La organización de las clases

La organización escolar, en un sentido amplio, engloba las normas educativas, los procesos administrativos y los elementos personales que participan en la acción de educar. Esa organización se concretará en las aulas, en función de los objetivos, contenidos, metodologías y recursos disponibles. Siendo estos últimos, desde mi punto de vista, los menos determinantes.

La organización de nuestras clases, dependerá en consecuencia, del currículo que seleccionemos y de las metodologías que apliquemos. Recordemos que la pedagogía tradicional, basada en docentes explicando lo que viene en los libros de texto, solo necesita de un único espacio-clase, con mesas orientadas a la pizarra y, con tiempos rígidos y cerrados para cada materia.

Un currículo abierto, contextualizado al lugar e intereses del alumnado, con metodologías diversas y activas, necesitará de una organización del aula muy diferente. Si somos los docentes, quienes haciendo uso de nuestra autonomía pedagógica, seleccionamos los contenidos y, no dejamos que sean las editoriales quienes lo hagan, vamos a necesitar procesos de aprendizaje, metodologías, espacios y tiempos que van a ser diversos y flexibles.

Si abordamos el lenguaje, las matemáticas y la indagación del medio, desde conocimientos próximos y del interés al alumnado, lo haremos con propuestas basadas en la vida real, la creatividad y los procesos de investigación. En ese contexto de trabajo construido por cada alumno y alumna, los tiempos para cada tarea pueden ser flexibles y diferentes en razón de la planificación que los docentes y el alumnado acuerden. Del mismo modo los espacios en los que se desarrollen los trabajos escolares podrán ser distintos a la clase. Escribir un texto libre por ejemplo, se puede realizar en la casa y, una investigación, seguramente necesitará de salidas fuera del aula.

Una clase investigando en la naturaleza

Disponer de los espacios y materiales adecuados es importante, pero más importante aún, es el sentido didáctico que les demos. Es necesario disponer y utilizar las nuevas tecnologías, pero si las utilizamos de un modo tradicional, poco cambiará la manera de construir el conocimiento. La creatividad de un texto libre o los pasos necesarios para realizar una investigación escolar, son mucho más importantes y necesarios que los dispositivos electrónicos por si mismos.

Sobre la cultura del esfuerzo

Se habla mucho de la cultura del esfuerzo. Normalmente ese concepto es utilizado por quienes defienden las visiones pedagógicas más conservadoras e inmovilistas y se utiliza para desprestigiar aquellas posturas más innovadoras y críticas con el actual sistema educativo.

Creo que la escuela no es un lugar donde se tenga que realizar un trabajo, permítaseme la expresión popular, de pico y pala. Podemos dedicar mucho tiempo a tareas repetitivas que, sean de muy poca utilidad y, por el contrario consigan, el aburrimiento y la desmotivación del alumnado. No se trata de picar y picar contra un muro, ese tipo de trabajo es bastante inútil. Se trata de que cada alumno y alumna, utilicen el tiempo que necesiten para cada tarea o actividad. Se trata de que el trabajo escolar sea útil y relevante y, si es divertido, mejor. A la escuela no se va a sufrir, sino muy al contrario, vamos a formarnos como personas libres y críticas, para conseguir una sociedad participativa, justa, en igualdad de oportunidades, derechos y deberes.

La práctica escolar tradicional, consiste en escuchar la explicación del docente, realizar las actividades que vienen en los libros de texto, estudiarlas y examinarse de ellas. La práctica escolar que se propone, es la construcción del conocimiento escolar con tareas tales como, escribir textos libres o crear historias que son trabajadas colectivamente por toda la clase, formular problemas de la vida real, realizar croquis, mediciones y recoger muestras para un trabajo de investigación que, será expuesto en clase mediante una conferencia. Como se puede ver, son otras maneras de esforzarse, pero en absoluto de perder el tiempo.

( * ) Este artículo tendrá una segunda entrega la próxima semana.

 

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Paco Olvera,

licenciado en Historia, ha sido maestro  e Inspector de Educación.
Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación,
entre los que destacaría “La Investigación del Medio en la Escuela”.

 

Paco Olvera

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