Dicen que las hay buenas, regulares y malas, pero yo añadiría, por aquello de la eventualidad, que vienen teniendo –tiempo atrás– un nuevo componente que, al menos a mí, me está resultando altamente sorprendente: la dificultad de poder afrontarlas con rapidez y posibilidades de éxito.
Al respecto, he leído (es.wikipedia.org) que “En terminología naval, se llama racha al aumento repentino de la intensidad del viento, que puede ir o no acompañado de una variación en su dirección. Las rachas suelen presentarse con los chubascos y cuando son muy violentas, sobre todo si se presentan acompañadas de cambios de dirección, son peligrosas para los barcos de vela, que pueden desarbolar si no están prevenidos”.
Y es que –no me cabe duda– nuestras ciudades se están llenando de “veletas racheras”; y no precisamente de las que sirven para indicar la dirección de los aires (algunas de ellas, las originales y las copias, verdaderas obras de arte)… Os hablo de personas que, por encima del derecho inalienable al cambio reflexionado, anteponen al bien general sus intereses particulares, sin importarles cuáles son las consecuencias ni el daño que realizan.
Dicen que el egoísmo depende de varios factores, entre ellos de “nuestro momento vital”, aunque yo añadiría que, sobre todo, está subordinado a la “voracidad egocéntrica” que se está desarrollando en nuestra sociedad actual.
Escribía San Mateo (6, 22-24) que “La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad! Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro…”. Del mismo modo que no se puede (ni se debe) “explotar” dos ideas contrapuestas, aunque las cosas vengan mal dadas para una o para otra –excusa inaceptable que vengo escuchando a diario–.
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de
Ramón Burgos
Periodista