Todos tenemos nuestras pequeñas historias que aún no se han escrito en palabras, es el momento de abrir un espacio donde los compañeros universitarios en este largo y caluroso verano de vacaciones nos relaten sobre su pueblo o ciudad. Cada semana irrumpirán con suavidad y dibujarán como un pincel, lo desconocido, los huecos cálidos, dulces y escondidos de cada lugar. Villas desde el Norte al Sur de España y alguna de nuestra querida Argentina. Visitaremos entre otros: Jaén, Purchil, Estación de San Ambrosio (Argentina), Sevilla, Arucas, Tiñana….
A esta invitación me uno, realizando el esfuerzo de superar los límites que recortan la intimidad. Unas veces seré transparente como el agua del arroyo y otras difuso como la niebla marina.
Igual que el marino sale a la mar, para lograr su destino así he sido en mi vida, un navegador constante sobre un frágil barco, rumbo a perseguir un porvenir.
¿De dónde eres? Esta pregunta tan sencilla para la mayoría de las personas a mí me cuesta responder, con claridad. El destino a veces caprichoso me ha llevado y traído de un territorio a otro, convertido en una especie de veleta giratoria. Rodar, rotar, virar, en definitiva, cambiar a lugares cercanos o distantes: donde nací, estudié, las ciudades de mi profesión para llegar al refugio actual de jubilación. A todas he amado, en todas he dejado fragmentos de mi vida, allí están mis amigos y familia, mis recuerdos, las horas acumuladas de felicidad y pena. Hay recuerdos para los que viven y para los muertos que no nunca se olvidan.
Ahora cuando el tiempo se desgaja del tiempo y dispongo del preciado oro del tiempo de la jubilación. Déjame contarte con mis palabras, todavía no es demasiado tarde. En muchas ocasiones me he preguntado por qué razón he tenido que cortar el cordón umbilical que me unía al lugar y convertirme en un ambulante, sin echar raíces en ninguna parte. Desde la emancipación he dado vueltas en el vientre de Andalucía y algunas extrauterinas. Las corrientes ondulantes me empujaban: del azul mar al verde de las montañas, del olor dulce y a madera de las bodegas al aroma intenso del aceite, de la tierra anclada en África al cielo pulido de la capital del reino.
Martillos invisibles me golpeaban de pena cuando abandonaba cada ciudad, allí se quedaban sus calles, la amistad labrada por los años, el paisaje inmenso y mudo que me miraba, quedaba prensado en el interior cuando cerraba los ojos y enfilaba el camino de salida, con un adiós imparable. Al día siguiente no quedaba nada, persistía su vacío, nacía la incertidumbre que circulaba por mis venas: volver a empezar, un nuevo mundo laboral, una nueva urbe, que descubrir. La vida fluía en una línea quebrada de altibajos, de traslados y con la familia embarcados en el mismo buque. Ellos, mujer e hijos peregrinos en un camino obligado, partían con las heridas en carne viva del adiós y el vértigo del mañana, niños cincelados por las circunstancias aprendieron adaptarse y abrirse a los demás, rompieron las cascaras para extender sus alas en un nuevo colegio, en un hogar distinto, en un acento diferente, en compartir con rostros indefinidos. Ella, esposa, en sus resplandecientes veintenas, secabas sus lágrimas calladas, en cada cambio, contemplando en el cristal de la ventana:
El alminar de la mezquita en la frontera de Ceuta, que lejos le quedaba el faro de la Caleta. Los olivos inmóviles alineados en filas como un ejército en formación cubriendo los cerros de Vadollano (Linares), que lejos le quedaba el florido parque Genovés. El caótico tráfico de la M 30 junto a la torre del pirulí de la TV, que lejos le quedaba la calma del paseo marítimo. El sol reposar sobre las cumbres nevadas y la luz alegre de Granada, que lejos le quedaba los rojos atardeceres sobre un mar infinito.
El muro es más alto en cada mudanza, quizás nací con el sino de hacer y deshacer maletas, de abrir y cerrar puertas. La sangre se ablandaba y el corazón se agrietaba cuando tus hijos te preguntaban ¿Papa, porque nos vamos? Y la invariable respuesta, sin replica: “Marchamos a donde ganarse los garbanzos”, frase que oía a mi padre, para referirse a la vida dura de salir a trabajar para el jornal.
Sobre esta tierra envejecida donde las olas borran las huellas en la orilla. Ahora después de los años, me atrevo a recopilar las ciudades donde ha quedado algo de mí: Tarifa, Algeciras, Cádiz, Zaragoza, Segovia, Jerez, Madrid, Linares, Ceuta, Granada. Sigo preguntándome ¿de dónde soy?
¡Pueblo mío! Pueblo que, en una calma entre el Levante y el Poniente, abrí los ojos hace 66 años. Hoy el viento del pasado amontonaba mis primeros recuerdos. La piel de niño curtida por el sol y el salitre en las playas vírgenes donde aprendí andar. Un sabio médico le recomendó a mi madre, el remedio eficaz ante mi falta de apetito, el mar.
Tarifa, una ciudad conocida por su historia y puerta de paso para otras culturas.
Año 1960, asistí de la mano de mi padre a la inauguración en la alameda de la enorme estatua de héroe de la ciudad. Alzado en un pedestal se erguía al cielo la figura de Guzmán el Bueno. Los ojos infantiles magnifican las proporciones, imponía su vestido de mallas, espada al cinto, la rigidez de la piedra unido al gesto serio, como enfadado, en su mano derecha un puñal de metal, atrapado por la hoja. En mi razonamiento inconcluso de los cinco años me llevó a interrogar a mi padre, por el personaje. Quien generoso me contó: Guzmán el Bueno, defendió la ciudad de los moros invasores y no se rindió cuando tomaron preso a su hijo y a cambio de su vida pedían la entrega de la ciudad, el mismo arrojó desde las almenas el puñal para que lo mataran. Aquello, me impactó, no lo llegué a digerir, en mi corto entendimiento infantil, como le llamaban el Bueno a un papá que había lanzado un cuchillo para que mataran a su hijo.
Que hermosura son los ojos inmensos de los chiquillos que todo lo miran y de todo se asombran.
Poco a poco desgranaré las historias de un peregrino en otras tierras en otros mares, junto con los voluntarios compañeros que se han prestado.
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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.
Comentarios
6 respuestas a «Rafael Reche: «¿De dónde eres? Universitarios mayores en su pueblo o ciudad»»
Hola Rafa! En horabuena! Con que fluidez has contado aquellos lugares por donde has pasado hasta llegar a tu jubilación…
Ha sido como una película, encadenando paisajes, vivencias, recuerdos, emociones, anécdotas …y la historia de Guzmán el Bueno, que para mi también fue impactante.
Un gran abrazo Rafa, eres genial.
Mi estimada amiga Encarnita, sabes cuánto aprecio tu arte como pintora. Gracias por tus entrañables palabras. Todos somos caminantes en esta vida que nos ha tocado vivir y la que nos queda. Para mí ha sido una experiencia muy enriquecedora conocer a tantas personas y lugares. Que tengas un buen verano. Un abrazo
Nuestro consolidado escritor Rafael no deja de sorprendernos, no sólo con su magnífica prosa sino también con temas con los que nos identificamos más o menos. En está ocasión su relato nos evocan recuerdos por los que hemos pasado y que forman parte inseparable de nuestras vidas.
Enhorabuena y muchos ánimos Rafa.
Gracias amigo Diego, realmente nos ha tocado vivir de un lado para otro, unos más y otros menos. Incluso España se no ha quedado pequeña, las nuevas generaciones están en Oriente medio, Centro África, Europa … Un fuerte abrazo y que disfrutes de un buen verano
Dices la verdad Rafa quien de nuestra edad no a pasado por tantos sitios buscando los garbanzos como dices pero donde nació uno no se olvida siempre que se cambiaba uno se acordaba de su pueblo con la esperanza de volver las raíces nunca se olvidan por muy bien que se esté un abrazo.
Amigo Antonio, mi historia se queda pequeña a lado de tu experiencia vital tan dura, pues yo he navegado por España, pero tu fuiste en busca de los garbanzos a Alemania que en los años aquellos estaba más lejos que ahora. Gracias por tu comentario. Que disfrutes de un buen verano.