En el título de esta reflexión, no me refiero a la pérdida de un ser querido o de un gran hombre o mujer, sino a la colectiva del más humano de los sentidos, el del humor.
El sentido del humor es el cristal que nos permite ver de forma optimista la, a veces, cruda realidad. Es el analgésico que calma nuestro dolor o el paraguas que amortigua los duros golpes que nos da la vida. El humor está presente, y de qué forma, en las obras más famosas de la literatura española, entre ellas, El Quijote. Cervantes le erige un monumento a este sentido. Sus personajes, no es que tengan humor, es que son el humor. Su esencia. Su naturaleza. Afortunadamente, aún no había aparecido la sentencia “políticamente correcto”, y a los escritores no los criticaban y etiquetaban por usar, sin eufemismos, las palabras del rico idioma español.
La desaparición del sentido del humor en España ya es un hecho. Desgraciadamente, existen claros indicios de que ello es así. Ya no captamos el doble sentido de las palabras y nos tomamos todo en serio. Estamos permanentemente ofuscados. Citaré solo algunos hechos que corroboran mi opinión: unas declaraciones de Arturo Pérez-Reverte, levantaron una viva polémica por tomarse todo al pie de la letra y no ser capaces de captar una metáfora o un tópico. A D. Arturo le acusaron ni más ni menos que de promover una revuelta violenta porque comentó la necesidad de una guillotina en cierto periodo de la historia de España, como símbolo de lo que hubiera podido ser una revolución semejante a la francesa. Muchos, por ignorancia o por mala intención, no supieron o quisieron captar este trasfondo simbólico y arremetieron furiosamente contra él. Hechos de este tipo ocurren todos los días.
Siempre hay alguien que se ofende por cualquier comentario que, en su opinión, sea políticamente incorrecto. ¿Nos hemos vuelto intolerantes, hasta el punto de perder el sentido del humor que nos ha caracterizado como pueblo? A lo mejor va a ser verdad aquella profecía que anunció en su día Alfonso Guerra y que vaticinaba que a este país no lo iba a reconocer ni la madre que lo parió.
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docente jubilado