Por segundo año consecutivo el Certamen Teatral del Marquesado ha visto interrumpidas las mágicas actuaciones de las apacibles noches del altiplano granadino. Bueno, este año, realmente, no, pues, se ha tenido la feliz idea de seguir manteniendo viva la llama de la cultura y del teatro en las plazas de los acogedores pueblos que se asientan en la ladera meridional de Sierra Nevada. Así, desde el pasado día 9 y hasta el próximo 19 de agosto se proyectarán (en espacios públicos abiertos) una selección de obras teatrales representadas en alguna de sus 39 ediciones anteriores; una por noche y en cada uno de los pueblos: Ferreira, Cogollos de Guadix, Huéneja, Valle del Zalabí, Lanteira, Jérez del Marquesado, Alquife, Albuñán, La Calahorra, Dólar y Aldeire.
Desde que el mundo es mundo los seres humanos hemos sentido la necesidad de crear y transmitir nuestras ideas. Unas manifestaciones simbólicas que ya encontramos plasmadas en las rocas de las cuevas (las pinturas rupestres), le seguirán la música, la escritura, la fotografía, el cine, etc. El teatro, el predominio del lenguaje gestual y de la palabra, nos llegará de los albores mismos de la civilización occidental (la Grecia clásica). Una manifestación artística que nos permite expresar nuestra humanidad en la más variada gama de sus dimensiones. Ese, sin duda, debió ser el empeño y el compromiso inicial de los amantes de la cultura de nuestra comarca; acercar las inquietudes del arte escénico a nuestras pequeñas localidades, que sus habitantes pudiesen disfrutar y vivir las facetas, a veces cómica, a veces dramática, de la vida; la alegría y el gozo, la sorpresa y la carcajada, la tristeza y la pena, el despertar de la conciencia y la permanencia de los sueños…
En la inauguración de esta edición tan original, celebrada en Albuñán, el pasado 31 de julio, el presidente de la Diputación Provincial de Granada, José Entrena Ávila, vino a decir, entre otras cosas, que pocas veces como en este caso puede ser más adecuada la expresión de “un teatro del pueblo y para el pueblo”. Unas acertadas palabras, con las que he querido encabezar estas líneas, que ponen el acento en que todo el conjunto de escenificaciones que venían alegrando y animando las entrañables veladas de estío de los pueblos del Zenete –y del Valle del Zalabí– surgían del impulso de sus propios habitantes y de las asociaciones culturales locales, de un teatro recreado y vivido, en suma, por el propio pueblo. Y es que, como todos saben, se trata del certamen de teatro aficionado más importante de Andalucía –y puede que de toda España–. Una prestigiosa y longeva muestra teatral que año tras año se renueva y va superando, no sin dificultades, la debacle poblacional que viene asolando a la llamada España vaciada; de la que, desgraciadamente, formamos parte.
Se trata de un Certamen que inició su andadura en el lejano año de 1969, en Alcudia de Guadix. Sufrió un parón de trece años y en 1982 volvió con más fuerza, hasta consolidarse como, lo que es, un referente singular del teatro aficionado. Un carácter experimental que, además, ha venido acompañado de una clara voluntad integradora y de crear lazos comarcales; en la que la itinerancia anual de sede ha sido, y sigue siendo, todo un acierto.
En mi caso, aún guardo un recuerdo muy especial de mi primera y única participación en el certamen comarcal de teatro. Fue en el II Certamen, celebrado en La Calahorra, en el año 1982. Un año antes un grupo de jóvenes de Cogollos nos habíamos atrevido a llevar a escena Bodas de sangre, la genial tragedia de Federico García Lorca. Ese verano nuestro pueblo se irradió de pleno dinamismo cultural; tardes de ensayos, de lecturas, de complicidades y de nacientes amistades que culminaron con la representación de la obra delante de nuestros paisanos, en los últimos días de agosto: en nuestras fiestas de San Agustín. Las irregulares paredes encaladas y los verdes sarmientos de las parras que cubrían una de las fachadas constituyeron la parte principal de nuestro escenario. Un viejo remolque de tractor nos sirvió de base. Sobre el mismo se montó un original entramado de maderas, cuerdas, cortinas, sábanas y algunas dispersas bombillas a modo de estrellas. Los elementos de decoración, el vestuario y el mobiliario que habíamos recopilado de nuestras propias casas, hicieron el resto.
Esa noche la placeta del Molino lució como nunca, se llenó a rebosar. Tras las “mariposas en el estómago” y unas escenas vividas con gran pasión llegaron los abrazos y las lágrimas de alegría, que inundaron de satisfacción nuestros corazones. Septiembre nos devolvió a cada uno a nuestros estudios y ocupaciones. Con la llegada del verano siguiente nos enteramos de que nuestra aislada iniciativa tenía su símil en el renacido Certamen Teatral del Marquesado. A pesar de que ya se había confeccionado la cartelería, nos admitieron a participar, –incluso tuvimos que añadir manualmente nuestra propia pieza y anunciarla a través de la megafonía por los distintos pueblos– gracias al entusiasmo y buen hacer de nuestros anfitrión, Pepe Gallego. No había tiempo para preparar otra obra. Se aceleraron los ensayos y, reajustando los papeles y los personajes, acudimos al pueblo vecino con el espectáculo dramático de nuestro granadino más universal. Y todo por el anhelo y la recompensa del aplauso del público; el mejor y más gratificante de los premios.
Durante todo este tiempo, el Certamen se ha ido consolidado y ha continuado haciendo del teatro popular su máxima razón de ser. Los grupos de teatro y las asociaciones locales se han desvivido por seguir aportando sensaciones nuevas a sus vecinos, por hacerles disfrutar de su creatividad e ingenio y por seguir dotando a su tierra de toda la dimensión social y educativa del teatro. Hemos de reconocer que el apoyo continuado del Área de Cultura de la institución provincial ha permitido consolidar sus infraestructuras y la necesaria difusión del importante evento. Añadiendo, además, la posibilidad cierta de contar con algunas compañías de teatro profesionales; que han realzado los encuentros, sobre todo en las galas de inauguración y/o clausura. No quisiera olvidarme de la ingente labor que viene desarrollando, desde hace ya bastante tiempo, la agente sociocultural de la Mancomunidad de Municipios del Marquesado, Encarna Morillas Mesa y, menos aún, de su esfuerzo por enriquecer la muestra y las puestas en escena de cada localidad con la inclusión de actividades paralelas como: pasacalles, talleres de animación, actuaciones musicales, etc.
Sirvan estas líneas de particular y sentido homenaje a unas localidades, a sus ayuntamientos y a unas gentes que, desde el primer momento, mimaron el Certamen, lo sintieron como algo suyo, como algo propio y lo convirtieron en un hito de la identidad cultural del Marquesado del Zenete. Por todo ello, espero y deseo fervientemente que el próximo verano, con la llegada de los primeros días de agosto ya si se pueda celebrar, con el máximo esplendor posible, la 40º edición del Certamen Teatral del Marquesado. Será toda una suerte y un privilegio para esta comarca tan desconocida como especial y única. Tal y como se hace mención en el cartel anunciador de las proyecciones históricas de este año: Ven y sueña en las noches de verano del Marquesado del Zenete. Pues eso, que no puede haber mejor plan para disfrutar de la actuación de un buen grupo en el mejor de los escenarios. ¡Qué lo disfruten!
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Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).
Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.
Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘,
‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘ y coautor del libro
‘Torvizcón: memoria e historia de una villa alpujarreña‘ (Ed. Dialéctica)