Las nuevas restricciones del gobierno alemán a las entradas desde España, considerado otra vez país de alto riesgo, nos decidieron finalmente a viajar a Los Pirineos y no a los lagos germanos que habíamos pensado. Así, durante unos días, abandonamos nuestras playas granadinas y nos aventuramos por los montañosos paisajes de Navarra y Aragón, haciendo varias rutas desde nuestro alojamiento cerca de Pamplona. Hoy voy a contarles la que hicimos el primer día, que era el 6 de agosto. Y en el próximo artículo (o próximos), las demás.
Ese viernes fuimos a Elizondo, en el Valle de Baztán. El pueblo, de pasado carlista y que sirve de escenario a las célebres novelas de Dolores Redondo protagonizadas por la inspectora Salazar, gira en torno al agua, pero la del río*, y es especialmente bonito, aunque no vimos nada del misterio y de la lluvia incesante que la escritora nos transmite y que también han reflejado las películas que posteriormente se han hecho. Se trata, por el contrario, al menos en esta época del año, de un pueblo lleno de vida en sus terrazas y calles; y lo más espectacular está, sin duda, en el salto de agua que puede verse en la primera imagen.
Luego nos dirigimos hacia San Juan Pie de Puerto, en Francia, por la carretera que pasa por el puerto de Izpegi, justo en la frontera, con unas vistas absolutamente increíbles de los dos valles, el español y el francés. Lástima que la foto no refleje suficientemente bien la belleza y la inmensidad del lugar, porque es de esas carreteras en las que en cada curva —y son muchas— sientes la necesidad de parar a llenarte del paisaje.
San Juan es un pueblo pintoresco y muy turístico del País Vasco francés, como reflejan claramente los carteles con los nombres de sus calles, también en Vasco: Rue D’Espagne / Espainiako karrica, Rue de L’Église / Elizako Karrica,… Pero a mí, como ya he dicho en alguna ocasión, me gustan los sitios más auténticos, aunque logré una foto preciosa de su puente medieval. Además, no encontramos la célebre cocina francesa por ningún sitio y tuvimos que conformarnos con la peor comida de todo el viaje.
La vuelta la hicimos por Roncesvalles (N-135) y en algún momento del trayecto superamos los 1050 metros sobre el nivel del mar. Si tenemos en cuenta que partimos de una altitud media en San Juan Pie de Puerto de solo 180 metros podemos hacernos una idea del enorme desnivel que salvamos en el recorrido. Sin embargo, subían numerosos ciclistas, que hicieron que me acordase de Miguel Indurain, navarro, y comprendiera por qué ganó cinco veces seguidas el Tour de Francia. Había que ir despacio y con mucho cuidado por esta carretera también plagada de curvas. Además, la niebla se metió antes de Roncesvalles y no se fue hasta pasarlo.
Desde luego, tras conocer ambas rutas, me parece mucho más espectacular el puerto de Izpegi, pese a que su altitud ronda solo los 670 metros, pero en él sí ves claramente ambos lados de la cordillera fronteriza y te sientes con los dos países a tus pies.
En Roncesvalles, donde no pudimos divisar los paisajes por la niebla, llamó nuestra atención el monumento a la batalla del mismo nombre, por lo que buscamos en internet información sobre la misma. Resulta que fue una emboscada de los vascones a los francos de Carlomagno contada en La Chanson de Roland, aunque en ella se dice que fueron los sarracenos los culpables. La verdad es que, conociendo realmente estas montañas y bosques de los Pirineos, resulta asombroso que allá por el lejano siglo VIII guerreros carolingios se atrevieran a venir a conquistarnos. La aventura no les salió bien, como tampoco, once siglos más tarde, a otro emperador francés, Napoleón Bonaparte, aunque las circunstancias fueron distintas.
Pocos kilómetros después encontramos, junto a la carretera, una colorista colección de viejos tractores; y paramos a verla. Siguiendo el dicho de que «lo que no está prohibido está permitido» nos fotografiamos subidos en algunos, porque no había nada que lo impidiera; y así, al volante del escogido por mí, me vinieron a la cabeza aquellas ocurrentes palabras de respuesta de Mariano Rajoy, cuando era presidente, al diputado vasco Aitor Esteban:
A.E.: «Si bien me quieres Mariano, da menos leña y más grano».
M.R.: «Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor».
El día acabó viendo Oroz-Betelu, un pequeño pueblo junto al río Irati, en el que unas pozas servían de piscina natural a unos chiquillos que se lo pasaban “como niños”; y, por último, cenando en la pamplonica plaza del Castillo a base de pinchos variados.
No obstante, quiero terminar esta primera parte haciendo un comentario sobre una peculiaridad lingüística que tienen los navarros. Ellos no te traen los platos o la cuenta. No te dicen cuál es tu mesa, ni te preguntan, cuando quieres pagar, si vas a hacerlo en efectivo o con tarjeta. Te traen los “platicos” o la “cuentica”, así como te dicen cuál es tu “mesica” y te preguntan si vas a abonar con “tarjetica”. Porque en casi todo emplean este tipo de diminutivo que te acerca a ellos. Y es que, efectivamente, su trato es siempre amable, lo que constituye un aliciente más para visitar estas tierras.
(*) El río Baztán es la cabecera del Bidasoa. Recibe este nombre a su paso por el Valle de Baztán, desde su nacimiento cerca del puerto de Izpegi hasta la localidad de Oronoz-Mugaire (19 kilómetros de recorrido). Desde aquí pasa a llamarse río Bidasoa.
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Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)