José Vaquero Sánchez: «El respeto al maestro»

En unos días comenzará un nuevo curso académico, marcado también por la pandemia. Enhorabuena a todos los maestros y alumnos que el curso pasado supieron aplicar las condiciones adecuadas para evitar la transmisión del virus.
Quiero aprovechar estos días de final de verano para reflexionar  sobre la figura del maestro. Un apoyo fundamental para la eficacia de su trabajo, ha sido, tradicionalmente, el respeto de toda la comunidad escolar. Éste, se ha ido perdiendo progresivamente. Para transmitirles esta idea, transcribo dos situaciones diferentes. Una de los años 60 del pasado siglo y otra, de la actualidad.

A) Maestro de hace cinco décadas:
– Hoy he tenido que regañarle a su hijo. Se distraía hablando con el compañero de clase mientras yo explicaba. Le dice el maestro a Juan.
– No se preocupe Ud., le voy a cantar las cuarenta cuando me lo encuentre. Le contesta Juan.

B) Maestro actual:

-Su hijo me ha lanzado una bola de acero a la pizarra. Ha hecho un agujero en ella. Si impacta en mi cabeza, me mata. Le dice el maestro a Juan.
-No puede ser, maestro, si mi hijo es un santo. Lo que pasa es que como tú no sabes motivar a los niños, tienen que inventarse algo para no aburrirse en clase. Le responde Juan.

En mis tiempos de alumno, el maestro era una persona respetada y querida, revestido de la autoridad que le confería la sociedad por su sapiencia y dedicación. Poco a poco hemos asistido tanto al deterioro progresivo de su imagen como a la pérdida de su autoridad. A los maestros se les culpa de todas las desgracias del sistema educativo, incluso por los padres que, en épocas anteriores, confiaban y colaboraban con ellos. La administración educativa, los alumnos y los padres están dejando a los maestros en una injusta y dolorosa soledad. Agobiados por la inutilidad de sus esfuerzos, pierden la ilusión por su trabajo, se acomodan y abandonan la vocación que les hizo ingresar en el magisterio. Sus alumnos aprueban, todos contentos, pero sabemos en realidad cuál es la formación que adquieren. Pisa lo recuerda con cada nuevo informe. En sus clases se multiplican los problemas de disciplina y respeto, cada vez más complicados y difíciles de resolver. Surgen los conflictos del acoso escolar, magnificado por la obsesión de grabar las vejaciones y colgarlas en Internet. ¿Qué ha pasado para que ocurra todo esto? En mi opinión, se ha ninguneado al maestro, convirtiéndolo en el chivo expiatorio del fracaso educativo y social. Hemos olvidado que la educación empieza en la familia y que no solo educa la escuela, sino, en general, la sociedad. La escuela es un reflejo de ella.

 

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 JOSÉ VAQUERO SÁNCHEZ,

docente jubilado

 

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