En IDEAL, en las páginas de Vivir, Luis Garalzaga escribía sobre uno de los valores más nobles que puede albergar el ser humano: la amistad. Encabeza su texto con una cita de Aristóteles: «La amistad es lo más necesario en la vida», y da una definición certera y hermosa del término: «Es un alma que habita en dos cuerpos».
Al hilo de su palabra, he reflexionado sobre el significado de este supremo valor. Al leer su definición recordé la última escena de la serie ‘Verano azul’, la que nos hizo llorar a todos en los años 80 del pasado siglo, con la muerte de Chanquete, que compartía su alma con todos sus amigos. Eso es la amistad.
El amigo lo es en los éxitos y fracasos. En la salud y la enfermedad. En el presidio y la muerte. Estará contigo siempre. Aunque todos te rechacen, él permanecerá a tu lado. Y es en estas condiciones cuando podemos reconocerlo. En la vida es frecuente acercarse a alguien que tiene éxito o poder con el objeto de utilizarlo por conveniencia para conseguir un fin; pero es menos frecuente seguir haciéndolo cuando lo acompaña el fracaso o la mala fortuna.
En la relación de amistad no puede haber más interés que el aprecio por la persona amiga. El odio, la envidia, el egoísmo o la soberbia no tienen cabida en ella. En cambio, son necesarias la bondad y generosidad, porque el objetivo es buscar el bien del amigo.
Con la experiencia que nos dan los años, hemos aprendido que, a lo largo de la vida, hemos tenido muchas relaciones, somos animales gregarios, pero las de verdadera amistad, han sido pocas, y, sin embargo, hermosas.
JOSÉ VAQUERO SÁNCHEZ,
docente jubilado