Que Granada es una ciudad de una belleza espectacular lo sabemos todos, aquí y fuera. Que diariamente es maltratada por aquellos que hacen barrabasadas urbanísticas, ocupan de manera abusiva el suelo público, ensucian, gritan, nos agreden con sus vehículos en los espacios peatonales, orinan en las aceras, etcétera, es también una verdad conocida (y sufrida) por la mayoría de los que vivimos en ella. Y que su cuidado, la conservación de su patrimonio y el esmero en su limpieza dejan mucho que desear es la tercera realidad de la que los granadinos somos plenamente conscientes. Pero en este largo estío hay lluvias ocasionales, como voy a demostrarles hoy.
Porque resulta que desde hace algún tiempo me viene llamando la atención una iniciativa encomiable que han tomado algunos negocios. La primera vez que quedé sorprendido se debió al café pastelería López Mezquita, en la céntrica calle Reyes Católicos. Es de los más antiguos y acreditados de Granada y sus escaparates, cuando las persianas metálicas están levantadas, son dignos de ver, sobre todo si eres tan goloso como yo. Confieso que puedo pasar más tiempo ante ellos, viendo sus delicias (también saladas), que ante el resto de los escaparates cercanos. Pero lo que ahora quiero destacar es su aspecto cuando esas persianas están echadas, porque frente a la fealdad de la gran mayoría de cierres similares, los de esta pastelería están decorados con unas grandes pinturas, a modo de modernos trampantojos en plena calle (o “trompe-l’oeil”), que reproducen, como en un escenario, la propia entrada del establecimiento y sus vitrinas al exterior. De esta manera, unas persianas feas, como las de cualquier comercio, se transforman en coloristas obras de arte que decoran la fachada y alegran la vida al paseante.
Por fortuna, la idea ha contado recientemente con nuevos seguidores. No lejos, en El Realejo, que es uno de los barrios más antiguos de nuestra ciudad, he visto otros dos negocios que han optado por la misma solución para embellecer sus cierres, lo que puede ser también un potente recurso publicitario. En la calle Santa Escolástica, llegando a la plaza de los Girones, se encuentra un pequeño bar llamado Candela. En este caso, no solo su persiana aparece decorada con un luminoso paisaje, posiblemente granadino, sino que también su pared lateral está adornada con una gran pintura mural, puesto que es un local que hace esquina con el estrecho callejón Sacristía de Santa Escolástica.
Más adelante, en la calle Carnicería, bajando de la plaza de Fortuny a la de Santo Domingo, hay una peluquería de caballeros que muestra en su persiana cerrada otra obra muy apropiada: un barbero afeita a un cliente. Teniendo en cuenta que se trata de una calle muy corta y sin atractivos, posiblemente sea esta decoración de la Barbershop lo más llamativo y de mayor valor artístico que hay en ella.
Por último, ya en otra zona, podemos ver dos persianas dignas de elogio en la vieja calle Horno de Marina, que está entre la plaza de la Trinidad y el Jardín Botánico, anejo a la facultad de Derecho. En ella se encuentra el Bar Trinidad, que nos atrae con dos “engaños” cuando echa el cierre. Porque, al igual que en López Mezquita, unos espectaculares trampantojos “enseñan” el interior del establecimiento, que de esta manera parece siempre abierto y resplandeciente, incluso a altas horas de la noche.
Es muy probable que haya otras persianas así en Granada, donde desde hace años trabajan artistas “urbanos” de notable fama. Yo no las conozco. Por eso, si alguno de los lectores de este artículo sabe de alguna, le agradecería mucho que me informara. Sin duda, es una solución creativa para dar a nuestros comercios y calles una vistosidad nocturna que habitualmente no tienen. A los autores de las obras y a los propietarios de los locales citados aquí les doy la enhorabuena y les agradezco su esfuerzo por hacer de nuestra ciudad un lugar aún mejor. A los demás comerciantes, hosteleros, peluqueros,… quiero animarlos a seguir el ejemplo: será bueno para ellos y bueno para todos.
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Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)