Hoy me centraré en las inevitables anécdotas viajeras que están afectadas por la pandemia y la estolidez del personal que uno va encontrando por esos mundos aunque, en esta entrega, entraré más en la nostalgia por lo que fue y ya no es.
Hacía medio siglo que no disfrutaba de las fiestas de mi Alhama natal así que, cuando me propusieron pasar unos días (pocos), no lo dudé e iniciamos el camino partiendo la distancia por autovía en dos tramos para descansar de ese largo trayecto que nos comunica: o sea, la ciudad que me vio nacer y en la que fijé mi residencia actual.
Sólo es carretera el trozo que va de Moraleda a Alhama; desde donde vivo actualmente estoy apenas a 500 metros de la autovía que aún está por finalizar, pero permite acceder a la AP-7 hasta tierras alicantinas en donde enlazo con la que lleva hasta Cádiz. Tampoco está de más recordar que este trozo cerca de mi casa lo inició el célebre Pepiño Blanco y queda un tercio por terminar, menos mal que apenas llega a los 40 kilómetros para enlazarla con la Autopista Barcelona-Lérida; el tramo Moraleda-Alhama tampoco resultó un trabajo de Fórmula-1 y por otros lares uno encuentra casos similares. O lo que es lo mismo, avanzar a pasos de tortuga es más una costumbre que una necesidad ¿o es necedad?
Indescriptible el paisaje y la ruina que el bichito de Wuhan trajo a la piel de toro. Sorprende volver, después de medio siglo de ausencia, a los lugares que fueron parte de tu infancia feliz. Llorar ante el mundo que no es, en muchos casos, los caminos desaparecieron y las veredas invadidas por la naturaleza han quedado desdibujadas sobre el terreno.
Hay que reconocer que el peculiar humor jameño sigue patente en estas fotografías tomadas a finales de junio. La señal de tráfico es todo un canto a la proverbial sabiduría popular: un disco de prohibido el paso en un sendero que nunca pisó un vehículo motorizado ¿o es que el correcaminos debe conocer el código de circulación?
En otros caminos o sendas encontré el clásico prohibido el paso con lo que los ancestrales trechos, de los que hoy peinamos canas, sólo están en nuestra memoria igual que las incontables fuentes que saciaban nuestra sed cuando caminábamos hacia las hazas familiares, especialmente en los calurosos veranos donde éramos artífices de aquellas largas jornadas de trabajo agrícola que significaban un respiro para muchas economías aunque prácticamente nunca salías del agujero de las deudas entre cosecha y cosecha; ello llevó consigo ese éxodo hacia otras tierras.
Si salvamos el nuevo paseo que antaño hacíamos, mayoritariamente los niños, sobre todo en verano, el curso del río Marchán es todo un poema: se ha convertido en una selva apenas hay remansos y la ilusión de bañarme en sus fresquitas aguas se desvaneció: apenas pude meter los pies en algún tramo libre de cieno que otrora fuera salvaje y acelerado, hoy metido en su lento discurrir, es un hilito sin fuerza que ha permitido esa impresionante serpiente verde que uno contempla desde su famoso y extasiante Tajo de las Peñas a veces, incluso borrando la fealdad de las ruinas de aquellos molinos harineros a las que tantas veces íbamos a comprar salvado para amasar los alimentos de los animales domésticos y la blanquísima harina para el consumo humano.
En ese nuevo paseo uno encuentra los restos de alguna instalación que llegó a dar luz a los jameños de la época, sólo los mayores son capaces de distinguir esos restos en ese nuevo tramo urbanizado que también se asemeja a una obra interminable, queda bien para los urbanitas, está confeccionado con lajas de piedra natural y, en algunos lados, sus anclajes de palo para los paseantes, aunque ya hay unos tramos vandalizados, hice el paseo siguiendo el río desde el antiguo carril tras tapar todo el Barranco de lo que se conocía como el Puente Siete Ojos. ¡Cómo luce el bribón tras su urbanización!
Luego podemos subir por las cuestas del camino de Arenas que nos deja a los pies de la famosa Pila de la Carrera que, de nuevo, vuelve a tener agua aunque su entorno no se parezca en nada a mi infancia feliz de la que ya me separan más de medio siglo e imborrables recuerdos desde la partida en ese sangrante y empobrecedor exilio económico para unas tierras que hoy denominan la España Vacía ante la imprescindible cantera que debería dar trabajo y cobijo a sus gentes.
Siguiendo el río, haría la ruta de La Peña, Ermita de los Ángeles, regreso hasta el Cortijillo Ponche y, justo frente a él, lo que antes era otro camino, hoy apenas una tapia no apta para urbanitas, mucho menos para los que desconocen el territorio porque llega un momento que se pierde y tienes que cruzar los diferentes olivares hasta llegar a la Huerta Cañón y retornar por la carretera, en el cruce con la de Vélez-Málaga, nos permitirá contemplar la muy moble y muy leal ciudad como si fuésemos águilas, aunque tengamos que ponerle algo de imaginación.
Ahí saltaba, de nuevo, el humor jameño, junto al BIENVENIDOS clásico a la entrada de los pueblos encontré un cartel que decía WELCOME TO THE POLLAS COUNTY (Bienvenido al país de las Pollas), o sea: esa palabra polisémica que distingue a los hablantes de la zona y en donde se convierte en comodín en cualquier circunstancia y condición, sin que tenga nada que ver con lo que todos creen. Una de esas palabras que, junto al “nuico” que te ofrecía una fémina profesional del oficio más viejo del mundo en la Barcelona de aquellos años setenta en los que llegaba tras mi largo servicio militar en la Marina.
Y finalizo el periplo con esta otra imagen que tomé días después, a miles de kilómetros, en la mexicana Playa del Carmen. Se trata de una de las clásicas placas que venden al turista y que no tiene desperdicio por todo lo que esa frase encierra. En fin que el humor, en estos tiempos de enseñoreo de la flaca, puede ser un arma infalible para superar la terrible prueba. Lo peor, de ese largo viaje, fue el regreso a casa, pero eso queda para otra ocasión. Disfruten de la vida y me despido con lo que creo cantaba Chabuca: ”Gracias a la vida que me ha dado tanto” o con el título de aquella célebre película italiana “La vida es bella”.
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.