José Luis Abraham López: «Bajo la superficie, la revelación de una escritora imprescindible»

La complejidad de las relaciones filiales, el transgénero, el asimilar el pasado y el lenguaje recorren la novela con una prodigiosa habilidad hasta para estructurar una historia que episódicamente nos va atrapando.

Con traducción de Carmen Torres García y Laura Naranjo Gutiérrez, la editorial Periférica nos brinda la oportunidad de leer en castellano la primera novela de la joven escritora británica Daisy Johnson (Reino Unido, 1990); en concreto, Bajo la superficie, número 160 de la Colección Largo recorrido.

Después de ser abandonada en la adolescencia y de vivir en varias casas de acogida, tras una extenuante búsqueda Gretel encuentra a su madre Sarah, quien sufre de alzhéimer. A pesar de esta circunstancia, y mediante una reconstrucción de su infancia y de la vida de Sarah, Gretel irá hilvanando las piezas que le permitirán obtener una lectura no solo de su vida personal, sino también de su madre y en la que la figura de Marcus cobrará especial protagonismo.

A lo largo de estas páginas, la narradora se mueve en el terreno empantanado de los reproches y en el embate que de pronto producen en la autoestima las emboscadas de recuerdos que creíamos dormidos.

Portada. Bajo la superficie, editorial Periferia

Por su formación como lexicógrafa, también en el terreno de las emociones tendrá Gretel que llegar a la máximo precisión hasta dar con las expresiones que le conduzcan a entender a la persona en que se ha convertido.

El título de los capítulos se van repitiendo, pues no es solo la historia de las dos protagonistas que vivieron en un barco en el río Támesis, sino también el drama de personajes como Roger y Laura, cuyas historias se entrecruzan con las de Gretel y Sarah. Envuelta en la nebulosa de su enfermedad neurodegenerativa, de la madre obtenemos su imagen gracias a sus acciones y a los recuerdos que Gretel va recuperando.

A estas, se suma el misterio del “ladrón del canal”, un ser que, aunque vive en el agua, deambula por la tierra, el conocido como el Bonak, forma metafórica que representa el miedo inasible que vela nuestros sueños y secretos. Gracias a las transfiguraciones del Bonak, el medio acuático adquiere tal fisonomía que su presencia o su simple referencia igual nos transporta a la ensoñación como a la más terrible de las inquietudes, constante presagio de fatalidad que nunca llega a culminar.

La complejidad de las relaciones filiales, el transgénero, el asimilar el pasado y el lenguaje recorren la novela con una prodigiosa habilidad hasta para estructurar una historia que episódicamente nos va atrapando.

El estilo basado en cláusulas breves acentúa el desasosiego que vive Gretel, ya sea en su búsqueda como en su permanente sentimiento de orfandad.

Narrada en segunda persona, Sara tendrá que organizar recuerdos como sensaciones en una estructura que obliga continuamente a intercalar el tiempo presente de la convivencia con la madre con vueltas al pasado, a esa maraña gris de lo que no entendemos y nos enreda porque nos conforma como individuos.

Foto principal de David Levenson.http://www.editorialperiferica.com

 

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