«Con las cautelas debidas al tratarse de filtraciones y no tratarse todavía del texto definitivo, sí es preciso resaltar la perplejidad y preocupación derivada por lo conocido de su contenido”, escribía el exministro Jorge Fernández en un artículo sobre “Religión de la Agenda 2030”.
Está ocurriendo, como si fueran las goteras de un tejado mal instalado, que, en política–principalmente– o en la actividad de determinadas profesiones, se está recurriendo a este “sistema” tan viejo como poco ético.
En vez de “enfrentarse” al diálogo directo, veraz y sin recovecos, se lanza una idea, –por ejemplo– a través de un micrófono o una cámara de televisión, en el momento que se considera oportuno y en un estado de prisa, como si se tratase de una exclusiva; y estas actitudes me recuerdan en casi toda su extensión al comportamiento de determinados contertulios de los espacios denominados como de “corazón” o al contenido de la frase, atribuida a Joseph Goebbels: “Miente, miente, que algo queda”.
En la actividad científica –investigación– , es imprescindible ensayar una y otra vez, aceptando los fracasos como pasos adelante, hasta que los resultados sean satisfactorios. Pero este procedimiento, al menos yo, no lo considero válido en las tareas ciudadanas encaminadas al bien común –que, por cierto, deberían ser todas–.
Recordad que, sinceramente, soy de los que opino que las crispaciones, tengan el carácter que tengan, en ningún caso ayudan a la convivencia social –meta alcanzable a la que no debemos conceder el olvido por más tiempo–. No podemos permitirnos las formas malsanas con las que se está conjugando el verbo “acometer”, pues todas ellas, sin duda alguna, vulneran la razón común: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social” (Artículo 10 – 1 de la Constitución).
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de
Ramón Burgos
Periodista
