1936 es de esos años que asocias automáticamente a un hecho concreto, como 1492 al Descubrimiento de América o 1945 al fin de la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la primera fecha es imposible no relacionarla con nuestra propia guerra, la (in)civil, y con todo lo que trajo de retroceso en múltiples aspectos. Incluso cuando pensamos en Granada y nos preguntamos cómo era en ese momento, no podemos evitar imaginarla con una apariencia bélica o, al menos, prebélica. Quizás también por ese gran embuste que durante tanto tiempo se alimentó del clima violento y prácticamente revolucionario que el país vivía ya desde meses antes del golpe de estado de ese año y que habría llevado, “sin remedio”, a él.
Por eso, me parece espectacular la serie de fotografías de 1936 que se conserva en el Archivo Municipal* y a la que se puede acceder digitalmente. Son imágenes de distintos puntos de la ciudad, pero hay varias de ellas que nos muestran cómo era la avenida de la República, que antes había sido la de Alfonso XIII y luego recibiría otros nombres, conforme nuestro país cambiaba de régimen político.
Podemos empezar el recorrido partiendo de la esquina del edificio de la Escuela Normal, inaugurado por el presidente Alcalá Zamora solo tres años antes. La imagen que tenemos nos muestra el lateral de ese edificio, conservado en nuestros días con el mismo aspecto exterior aunque con distinto uso. Detrás podemos apreciar, sobre su elevada columna, el monumento dedicado a la Inmaculada Concepción, que actualmente se encuentra en los jardines del Triunfo. En consecuencia, también ha cambiado de fondo: en este momento es la gran fuente de esos jardines, que está justo delante del Hospital Real —visto aquí, en cambio, a la izquierda de la foto—. Y avanzamos en el sentido en el que parecen hacerlo las dos mujeres que caminan por la acera mientras vuelven sus cabezas para mirar al fotógrafo.
Ahora nos situamos ante una magnífica perspectiva de la vieja plaza de toros de Granada, que vemos donde hoy están los jardines del Triunfo. Esa plaza sería un improvisado campo de concentración durante los años de la guerra, llegando a tener hasta 4000 prisioneros (según datos oficiales) o hasta 20.000 (según un artículo de ABC del 24 de abril de 1939 titulado “Original feria”). Se diría que la foto parece tomada desde el instituto Padre Suárez, lo que nos permite distinguir también la avenida del Hospicio, que sube entre la Normal y la plaza de toros. En su esquina, al sol y bajo unos árboles invernales, aparecen unos cuantos granadinos y dos carros tirados por mulas (o caballos), pero nada parece indicar el uso represivo que el recinto taurino tendría durante la guerra.
Hemos avanzado un poco y contemplamos, en esta nueva imagen, el primer gran edificio residencial. Hace esquina con la avenida de la Divina Pastora. Se trata de un inmueble que se conserva todavía en perfecto estado, aunque su altura ha aumentado con una quinta planta y un ático. En la foto seguimos viendo la plaza de toros, sobre el terreno elevado con respecto a la avenida de la República, y tras ella un almacén de maderas, por debajo de donde se encuentra desde hace años la iglesia de Fray Leopoldo. También se aprecian las vías del tranvía, el escaso arbolado, el pavimento de adoquines de piedra y un mayor número de transeúntes, aunque no equiparable al que en el presente puede recorrer a cualquier hora del día la misma zona. Dos de esos transeúntes son militares, pero caminan tranquilamente dándonos la espalda.
En la siguiente fotografía hemos llegado ante la avenida de Madrid, que en ese momento recibía el nombre de carretera de Jaén. A la derecha vemos otro gran inmueble residencial que perdura hasta nuestros días. Frente a él se levantaba una antigua fábrica de cementos, cal y hormigón desaparecida hace mucho tiempo y sustituida por el elevado edificio Elvira, que corta la panorámica del resto de la calle. En ese año 1936 estaba ya en construcción la facultad de Medicina que hemos tenido hasta hace poco y que puede verse tras la fábrica. Lo viejo y lo nuevo convivían en esas calles, al igual que lo hacen los árboles con los postes eléctricos que dominan el lateral izquierdo. Y, como en las anteriores imágenes, muy escasos viandantes y ningún vehículo a motor.
Estamos ya terminando nuestro recorrido. Llegamos al barrio de San Lázaro, de cuyas viejas viviendas no queda nada. Es la foto de la portada de este artículo. En primer plano un policía a caballo vigila a quien pasa por la avenida. Se sitúa junto a una primitiva rotonda, indicada por un extraño elemento parecido a una farola. Casi detrás de él, a la derecha, vemos dos fábricas. Una es La Cruz Blanca, que parece dedicarse a mosaicos y tubos de cemento; la otra, al lado, queda parcialmente tapada. Pero en el resto de construcciones, que se pierden al fondo, nada indica que sean locales industriales o comerciales, aunque sí hay un pequeño puesto callejero del que es imposible saber qué se vende en él. Toda la avenida parece contar con una acera bajo árboles por donde transitan los peatones, que quizás sean más que en las otras vistas. También circulan dos vehículos alejándose de nosotros, que son la única nota de modernidad en este apacible lugar—el primero un autobús de color claro—; así como, tras los árboles, a medio camino entre uno y otro vehículo, vemos un tranvía. Y un último detalle: nuevo elemento religioso en la vía pública: una cruz de piedra se levanta delante de las primeras casas una vez pasadas las fábricas, aunque casi no la vemos.
Por fin hemos llegado al final: allí donde la avenida se dirige hacia la vega. Pero parece que encontramos una plaza cuyo espacio central está ajardinado y en el que solo distinguimos una persona. En cambio, en la zona perimetral, cuatro individuos parecen conversar tranquilamente en la esquina más próxima mientras, más allá, se divisan otros, que descargan un carro lleno hasta arriba de grandes sacos, además de un autobús estacionado cerca de la fachada de unas bodegas llamadas “de Antonio”.
En suma, calles poco transitadas comparadas con la actualidad y que nada muestran del supuesto ambiente revolucionario de los meses previos a la guerra. Formaban todavía el extrarradio humilde, pero empezaban a construirse los primeros edificios elegantes y burgueses, que seguirían levantándose en las décadas siguientes para las familias acomodadas del régimen que aniquiló la República. En este nuevo contexto, la avenida pasó a llamarse de Calvo Sotelo —como atestigua ya un antiguo plano conservado en el mismo archivo (“Granada, su estado en 1940”)— en homenaje al político derechista asesinado poco antes de la guerra. Finalmente, con la recuperación de la democracia, cambió su nombre por última vez: ahora es la avenida de la Constitución.
*Archivo Municipal del Ayuntamiento de Granada. Reportaje de 14 fotos en papel de 23,4 x 14 centímetros. Las imágenes de este artículo son las que tienen nº de registro 301398.9 a 301398.14. La firma sobre el cartón es A.J.V. y la fecha (1936) es la atribuida por la archivera.
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Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)