En Los Demonios, dice uno de los personajes más enigmáticos que Dostoievski jamás creara: «Todo es bueno…, todo. El hombre es desdichado, porque no sabe que sea dichoso. Sólo por esto. ¡Esto es todo, todo! Quien lo reconozca, será feliz en el acto, en el mismo instante».
Podría ser así, tan fácil, si dejáramos el peor vicio que tenemos: quejarnos. Nos quejamos todo el día, la queja es la protagonista de toda conversación seria que se precie, raro es el que no saca algo malo aun de lo más bello y hermoso.
¿Qué función tiene la queja? Es verdad que posee un aspecto constructivo ya que, a través de ésta, las personas se movilizan para cambiar aquello que no les satisface, que no creen justo, etc. Pero la queja que no hace nada, esa que solo saca lo peor de todo, nos mella física y mentalmente.
«El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas». William Arthur Ward.
Los circuitos cerebrales que rigen el cerebro de las personas con tendencia a la queja/crítica/negatividad (es decir, los de la mayoría), se hacen cada vez más resistentes a medida que la queja es el centro de nuestra atención. Comportalmente actuamos en consecuencia a nuestros pensamientos, bien desde la ansiedad, la depresión, apatía, con hostilidad, con desgana, incluso con odio, rabia. Para colmo, la negatividad se contagia, y se expande allá donde se asienta, siendo universal, persistente y común a todas las épocas.
El síndrome de la queja inquieta, es un trastorno directamente relacionado con ésta y se caracteriza por pensamientos recurrentes de corte pesimista y/o perfeccionista acerca de su situación personal, y de un discurso centrado en la queja, acompañado de una incapacidad para detectar aspectos positivos, o excepciones en su vida y/o en la de su familia, así como una sensación subjetiva de insatisfacción general acompañada de sentimientos de vacío y/o incomprensión. También aparece tendencia al aislamiento. El trastorno causa malestar clínicamente significativo y existe un deterioro laboral, social y/o familiar.
Dios te dio un regalo de 86,400 segundos hoy. ¿Has usado uno para decir ‘gracias’? William A. Warddel.
Pero, ¿cómo deshacemos nuestros circuitos mentales acostumbrados a centrarse en todo lo negativo habido y por haber? Pues con mucha intención y con mucha determinación por nuestra parte podemos conseguirlo, gracias a la neuroplasticidad. Requiere que conscientemente seamos capaces de identificar nuestras quejas y modificarlas, centrándonos en lo positivo, en lo bueno, porque, en definitiva, todo es bueno y podría ser peor.
Podemos cambiar si así lo queremos, las personas estamos diseñadas para el placer, para disfrutar, para ser felices. Saber que la queja nos está arruinando la vida y ser consciente de ello debería ser suficiente para movilizarnos.
Lo que realmente nos asegura la felicidad, la plenitud, el sentimiento de satisfacción, no es otra cosa que agradecer. Agradecer lo que se tiene, saber que nuestra salud, economía, trabajo, pareja, hijos, etc. es lo mejor que podemos tener, que no existe nada mejor, esta es sin duda la clave para saber vivir, y vivir bien.
“La esencia de todo bello arte es la gratitud”. Friedrich Nietzsche
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso
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