Cúmulo tormentoso de negros nubarrones que cubres el horizonte tapando y anulando, del sol, sus rayos. Oscureces, con lóbregas sombras campos y en conquista avanzas ganando espacio, hasta que tu irresistible fuerza ¡rompe! ahora, con tus nubes plenas de energía furiosa.
Negra nube, que de levante a poniente impones tus opacos velos a la bóveda celeste… cuando estallas en ráfagas estridentes de mortífero fuego, te impones, con el miedo que a doquier repartes; pero a pesar de ello, de tu feroz comportamiento, de tu iluminaria que brilla fulminante, de tu ruido infernal; fuiste creada para bien y bondad de la naturaleza terrestre y ser componente de toda la acción vital y regenerativa como una necesidad más de los componentes de vida.
Tras la tempestad, viene la calma
¡Tormenta! que te marchas ya.
¡Tormenta! que has dejado inundados campos y cosechas.
¡Tormenta! que dejas calma tras tu tempestad.
¡No huyas!, ni te deshagas, porque de nada has de responder ni dar cuentas.
Pareció que para mal viniste y con bien te marchaste, pero, ¡no!. Eres elemento, necesario, a la par, con todos los demás que llevan a la Vida, y a coadyuvar en nuestro caminar por esta Tierra a donde “venimos, nos desarrollamos, vivimos y… marchamos». ¡ Al Más Allá!
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inspector jubilado
de Policía Local de Granada