“El amigo ama en todo tiempo, pero el hermano nace para la adversidad.” (Prov 17,17) He querido comenzar esta carta citando este versículo perteneciente al libro sapiencial bíblico de los Proverbios porque habla de la amistad y el gran valor que ésta posee. Resulta que en el mismo se ensalzan, en muy pocas palabras –no son precisas más‒, los valores de la amistad y de la hermandad. No obstante, este texto nos los presenta diferenciados y a modo comparativo, pero yo he tenido la oportunidad de conocerlos, valorarlos y apreciarlos unidos a través de la misma persona poseedora de los mismos. Y es que mi apreciada amiga Sol Mochón ha materializado en el interior de su ser sendos valores: amistad y hermandad.
Ella y yo tuvimos la oportunidad de conocernos hace ya un cierto tiempo en la ciudad de la Dama. Por aquellos días, Baza acogía la celebración del Encuentro Internacional de Tuna Femeninas de España, que fue magníficamente organizado e impulsado por la Tuna Femenina de Medicina de Granada, de la que por entonces ella era integrante novata, precisamente sería en el contexto de dicho evento tunantesco cuando recibiría el “doctorado del tuno”, es decir, la beca, a la luz de la luna mientras de fondo sonaba ‘Fonseca’ y su corazón era embriagado por la tuna. Asistí yo al mismo porque mi Tuna Municipal de Caniles participaba como invitada especial. Esto hizo que allí se dieran cita y se conocieran dos personas, en cuyos corazones latía y late de una forma natural el mester de tunería, el amor por la música, la amistad y el buen tunar.
Pasado el tiempo y la vida, también las ‘brumas de octubre’ que Gándara escribiera, y renacieran los aires de primavera como nace un poema al compás del viento, cuando los versos surcan al soplo de barlovento y recogen su aparejo de rimas y metáforas cuando silba por sotavento, otra vez más, las dos becas se vuelven a juntar en el latido de un mismo corazón. Y es que Sol ha recibido la primera beca honoraria que la muy celebérrima, leal, invicta y villana Tuna Municipal de Caniles, una de las decanas de la provincia, puesto que a sus treinta y cuatro años de existencia, se le siguen sumando integrantes, amigos y amigas, hermanos y hermanas, todos ellos del buen tunar amantes.
En los manuales de Historia del Arte, siempre hemos podido estudiar y leer que Joaquín Sorolla fue el “Pintor de la luz”, al menos, así nos lo enseñaban en las viejas aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, por las que nos paseábamos cuando éramos estudiantes y tunos en días otoñales, invernales y primaverales.
Sin lugar a dudas, Sol es una persona, en cuyo ejercicio del mester ha sabido conjugar los más bellos sentimientos y valores que le son intrínsecos a la Tuna: amistad, amor, esfuerzo, superación, mejora, perfección, comprensión, diversión, risas, sonrisas, lágrimas… Por consiguiente, estoy completamente seguro y convencido que la Historia de la Tuna, algún día, le hará justicia y le llamará: “Sol, la beca de la luz”. Ella es esa luz que irradia cada una de sus canciones, embelesa a todos con los sones de su acordeón e ilumina el alma de toda persona que la oye.
La noche, esa en la que romances y sonetos florecieron, ya iba de vuelta con destino a morir al alba y la voz del viejo tuno callada. Esa noche, en la que el corazón de Sol iba batiente en espera, al anuncio de esta pronta primavera, que en la ciudad de la Alhambra amaneciera con el sonar de sus canciones de amor a los gallos cantar y el tañer del campaneo de la Vela, dos colores en su jubón lucieran, amarillo y rojo, latiendo al mismo compás del son que mide el metrónomo de su corazón. A este veterano tuno que escribe, que tantos recuerdos la juglaresa, trovadora y tuna granadina le regala, tan sólo le resta una palabra en el papel plasmar y con la que en letras capitales quiere, para la posteridad, rubricar: ¡GRACIAS!
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