La frónesis (de Φρόνησις, “phronēsis”) es un concepto muy extendido en la filosofía griega. Fue desarrollado especialmente por Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, consideraba que era una de las grandes virtudes del ser humano y que era una condición necesaria para ser feliz.
Aristóteles indicó que la frónesis era una virtud propia de la inteligencia, la cual permitiría decidir adecuadamente entre las cosas correctas y las incorrectas, con el propósito de lograr la felicidad personal y colectiva.
“Una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien, no se haga por mal”. Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.
H. Rackam, la traduce como la “sabiduría para pedir consejo, juzgar los bienes y los males y todas las cosas de la vida que son deseables y que deben evitarse, para usar todas las bienes disponibles finamente, comportarse correctamente en sociedad, observar las ocasiones oportunas, emplear tanto el habla como la acción con sagacidad, tener un conocimiento experto de todas las cosas que son útiles. Por su parte Thomas McEvilley propuso que se tradujera como “conciencia plena” o “mindfulness”.
Podemos concebir a la frónesis como la prudencia a la hora de actuar, buscando el bien propio y ajeno en las acciones que emprendemos. Podría decirse que sería la inclinación a saber qué hacer en todo momento, buscando el mayor beneficio colectivo posible.
“El rasgo distintivo del hombre prudente es el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas.” Aristóteles
No hay que irse a grandes pensadores para comprender todo esto, como diría Lola Flores, “se puede probar de todo, pero con medida”.
Bien y, ¿cómo podemos llevarla a cabo?, ¿cómo podemos emplearla en nuestro día a día?, ¿se vende en el Mercadona? ¿se puede conseguir en Amazon?
Es tarea difícil no buscar y sacar solo provecho propio, no actuar por impulsos o callarnos lo que se nos pasa por la cabeza sin rasurar el daño que podemos hacer. Vivimos en plena expansión del narcisismo, del yoísmo y es que eso de aplicar prudencia no se estila, la verdad.
Pero que no decaiga el ánimo, se puede intentar controlar la fiereza de los impulsos, pausarse y pensar bien qué decisión tomar y cuál es la mejor (te dejo un vídeo donde te explico cómo podemos tomar las mejores decisiones https://www.facebook.com/1666675195/videos/215535533889744/). Se puede ser respetuoso, cortés, que no quita lo valiente, educado, mesurado. Podemos ser lo que queramos. Piensa ¿si hay algo que te hiciera más feliz, lo comprarías? Claro, ¿no? Pues ser “fronético” nos puede ayudar a serlo.
Yo te propongo varias cosas:
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Cuida de ti; de tus niveles de ansiedad. Escucha tu cuerpo, páusate cuando debas hacerlo, no te exijas, no te hables mal; enamórate de ti.
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Ponte en el lugar del otro, piensa porqué las personas somos tan frágiles, porqué erramos tanto. Date permiso para conocer qué puede estar sintiendo el otro antes de arremeter contra éste.
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Actúa como si estuvieras vestido de gala. Ve por la calle con elegancia, con respeto, con la espalda bien recta mira a los demás desde tu misma altura, sé carismático, virtuoso.
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Puedes meditar, orar, dibujar, pasear, darte un capricho, perdonarte, todo esto te ayudará.
Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión que toda ella se resumen en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir. Fernando Savater.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso
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