En este reencuentro con Turquía no seguiré un orden cronológico del viaje, sino alfabético aprovechando que así está ordenado todo el archivo fotográfico de ese periplo que lo integran casi 2.000 imágenes qué, evidentemente, tendré que ir limpiando o el ordenador colapsará en cualquier momento. Digamos que el retorno a las escapadas, tras el ostracismo a que nos sometieron, los gobernantes de medio mundo para hacer suculentos negocios vendiendo la angustia, el miedo o la depresión, mediante el aislamiento y el alienamiento, no es algo casual en la historia del ser humano.
Vaya por delante que no soy negacionista, pero no digiero nada bien el show de la OMS [Ya en el lejano 2016 creo recordar que publiqué una carta abierta sobre LOS AVISOS DE LA OMS] y los sátrapas, más aún cuando sales por esos mundos y compruebas que la vida sigue; la gente no está tan angustiada como en España, hace vida normal dentro de las cotidianas vicisitudes y tantas otras cosas que en la piel de toro se esfumaron. El experimento a nivel planetario ha resultado ser, para algunos, el negocio del siglo; confiemos ahora que no les pase lo del dicho popular de “pan para hoy y hambre para mañana”, porque la deuda acumulada la tendrán que pagar los que nos siguen.
Este periplo, por tierras turcas, tuvo casi 5.000 kilómetros de recorrido y, partiendo una soleada mañana, desde donde vivo, me llevaría hasta Kayseri [una vieja base de la aviación militar reconvertida para usos civiles] donde nos esperaba el vehículo que nos trasladaría al magnífico recinto hotelero en Urgup y, desde allí, siempre viajando hacia Occidente, llegaríamos a la mediterránea Esmirna [Izmir] para tomar otro vuelo que, vía Estambul, nos devolvería a casa. En la famosa y espléndida ciudad del Egeo tocaba recoger bártulos y regresar a casa a esperar, pacientemente, la siguiente oportunidad para partir.
La ruta seguida en este tramo fue Pamukkale, Hierápolis, Denizli, Afrodisias, Karacasu, Nazilli, Aydin, Selçuk y Esmirna. Al día siguiente parte del recorrido sería realizado a la inversa para visitar otro yacimiento aún más sorprendente y majestuoso que el de Afrodisias. En el camino, fértiles cultivos y miles de árboles frutales, es evidente que el poder reproductor de la tierra indica la fertilidad de la región, en algunos tramos, millones de albaricoques, Turquía es el primer productor mundial de este fruto tanto en fresco como en seco que exporta prácticamente a todo el orbe, siempre y cuando no intervenga China en esa carrera por exportar todo lo que se pueda y que ya hace que tenga buenos vinos en el mercado occidental salidos de aquellas latitudes donde otra cosa no, pero terreno apto para la vida, millones de hectáreas que están en constante transformación.
En ese contexto llega la visita al yacimiento arqueológico de Afrodisias, un antiguo emplazamiento de gran importancia para Turquía y los amantes de la historia [o de las piedras que aún están por desenterrar, aunque muchas de ellas quedaron en las casas que los lugareños fueron extrayendo de ese lugar desde hace siglos]. El topónimo le viene en honor de la diosa Afrodita [los romanos la denominaron Diana], está ubicado al pie de las montañas de Baba Dag y de donde se extrajeron las imponentes piedras que conformaron la otrora esplendorosa urbe.
Lamentablemente el mes de agosto no es el mejor para recorrerlo, sobre todo en horas del mediodía porque, prácticamente, no hay una sombra en todo el recorrido que al final te hará suspirar por un trago de agua que apenas llegarás a saborear bajo las moreras que hay en su chiringuito de bebidas.
Durante la época del imperio romano alcanzó gran fama su escuela de escultura, llegando al cenit del momento también en el aspecto literario, artístico o religioso. Un rasgo de ese esplendor es el enorme estadio que a mí me recordaba al inigualable Charlston Heston en Ben Hur y que, de críos, disfrutamos en colectividad en nuestro jameño Cinema Pérez. Afrodisias tenía entonces una capacidad de 30.000 espectadores cómodamente sentados y en donde se me apareció un minino que me sacó el niño que llevo dentro: una ramita y a jugar hasta que cansó y se fue a tumbarse en la escasa sombra de una de las piedras.
Juan Franco Crespo
Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.