Gregorio Martín García: «Noche de soledad y ruido de silencio (Reflexión en Nochevieja)»

Trataba de meditar sobre ese instante en que el mundo danza convulso en frenética fiesta, mientras, yo acompañado e inmerso en absurdo silencio.  Con él todo mi espacio ocupado mientras vivía y meditaba lo de aquel momento. El primero sería, a solas con mis pensamientos.
Por grandes fiestas que recordaba, yo había pasado este día señalado. Por tumultuosas algaradas me había movido acompañado de seres queridos o amistades que sin ser mis amigos allí estaban, donde yo esas vivencias pasaba. Ahora me hallo fuera de onda… Ahora me hallo ¡solo! Porque ellas ya marcharon Acompañado estoy de este estruendoso silencio. Que por serlo atruena mi ser, pero no me quejo.

Lejos de sentirme molesto, lejos de morriña tener de mis fiestas nocturnas pasadas, me siento contento, me hallo repleto de buen sentimiento que inexplicable colabora con la paz que tengo.
Es otra forma de celebración, no la conocía. La descubro. La noche me ofrece esta ocasión de vivir y sentir esta sensación de la que hace pocas horas sentí temor.

Ya, al arrancar el coche en la puerta mi hija, donde nos habíamos reunido en familia, lejos de tristeza, solo sentí el separarme de ellos en aquel instante. pero de inmediato puse atención y reparé en la calle por donde ya me movía y observo como nadie más en ella había. Se encontraba sola como yo estaría. Se respiraba un ambiente de extraño y misterioso vacío. Lo mismo que yo, ya vivía.

Fue el cansancio de años ya cumplidos y las reservas al virus, hicieron que me retirara antes de hora. Faltaban poco más de veinte minutos para las famosas campanadas. No tenía prisa ni ganas de salir del sentir que me absorbe, tiempo tenía, pero es que además lo que menos importaba era esa serie de campanadas que medio mundo esperaba para exteriorizar…¡ruido!, que se confunde con felicidad. Y es solo bullanga que yo no deseo.

Yo, sí disfrutaba de la espléndida noche de estrellas tachonada, de las amplias vías sin coches ni ruido que desierto nocturno, sin arena, semejaba. Tristemente agravado por el temor al coronavirus. Los faros de mi coche parecía como si su haz de luz más alargara, solo era que nada delante entorpecía para lanzarla a la lejanía.

Salí. Una vez aparcado en el garaje. La brisa rompía en mi rostro con fría caricia que congelaba. La noche bonita, era clara y muy azul color alborada, traspasaba mis ropas helando mi espalda y enfriando mis manos que ahondé en los bolsillos. Tras apretar y liar más mi bufanda. Con paso largo, pronto la cerradura de mi puerta deseché. Qué extraña sensación, en el corto camino a mi casa, por un momento temí la presencia de algún maleante escondido en la noche, viéndome de avanzada edad aprovechar para delinquir e imponer su maldad.

Alguna casa de vecinos en fiesta, derramaba ruido a la calle por donde un coche, solo un coche, pasó y bien rápido, seguro que a tomar las uvas para lo que faltaban unos minutos. Yo, prisa no tenía, a mi solo me movía una gran tranquilidad y resignación en la vieja y nueva noche de este año que venia y este otro que se va. Una mini botella de cava muy frío, con una preciosa copa, puse sobre la mesa y me traje con ella una bandejita de mantecados con turrón de Alicante…, por un instante dudaba y me preguntaba…¿Qué faltaba? ¡Aah! Faltan las uvas… allí estaban preparadas en el frigorífico y ya dos minutos quedaban para las campanadas… Recuerda y ten en cuenta los cuartos… Me dije con la copa de uvas en la mano. Preferí estar de pie y no sentado, quizá para dar la cara y plantarme ante el nuevo año 2022. Que a punto estaba de llegar.

 

…Ding…ding…ding…ding. Los cuartos. Recordé. Cogí la primera y al sonido de… dang, la introduje en mi boca y así en perfecto orden llegué a las doce. Acababa de tomar las mejores “uvas con campanadas” de todas las noches viejas de mi dilatada vida. Terminaba un tránsito de año nada aburrido por malo. Yo estaba muy bien conmigo y así decidí seguir aquella noche que por atípica fue esperada con curiosidad y algo preocupado.

Incertidumbre de mi estado sentimental, de entrar en declive y rememorar buenos momentos vividos que serían convertidos en amargos por ser imposible revivir los recuerdos pasados.
Me encontré a mi, porque solo a mi enfrente tenía, y por ello conmigo celebré aquella noche vieja del nuevo año. Por unos momentos me senté en mi sillón, cambié de canal y era fiesta tras fiesta en cada cadena de televisión donde la gente pasaban contentos los primeros momentos del 2022.

Puse música. La clásica envolvió con melódica canción todo el espacio. La puse bajita y cogiendo un libro de la mesita, me fui a la cama y me puse a leer…

… Desperté de mañana muy temprano. El libro en el suelo. La música aún sonaba y el sol, que a través de la ventana pasaba, se estrellaba en mi cama iluminando el cuarto. Alejé de mí la pereza despacio. Después quise saber qué hacer para entrar con buen pie en este otro año.

¡FELIZ AÑO NUEVO!… Me dije. Me encontraba contento, agradecido y descansado. En el culmen de mi gran evento que ya daría por terminado, en un alarde de haberlo consumado bien:

¡¡Brindé!!… brindé por mi. Brindé por el nuevo año… y brindé, muy especialmente, por todo lo bueno, por el Amor, la Paz y la Solidaridad humana.

Por la calle pasaba algún noctámbulo, con decrépita cara de cansancio. Un nuevo día para un nuevo año y una gran esperanza en los pretéritos días que éste nos trae guardados.

 

 

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Gregorio Martín  García

Inspector jubilado Policía Local de Granada

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Comentarios

5 respuestas a «Gregorio Martín García: «Noche de soledad y ruido de silencio (Reflexión en Nochevieja)»»

  1. Guillermo Sergio

    Qué bonita narración, que sumerge a uno con pasión, en tus momentos vividos haciendo alarde de tu escritos que para mí maravilla son. En esos momentos solo, dónde escribes por la ocasión, cuando lo compartes con nosotros, compañía tuya lo somos todos. Mil gracias amigo mio.

    1. Gregorio Martín García

      Amigo Guillermo: Qué grande eres, si de compañero ya lo fuiste, no veas como eres ahora con unos años mas de «crecida».
      Gracias Guillermo por tus palabras y tú, sigue con tu arte…fotografía mucho, sigue con tu música, toca más y lanza al aire notas preciosas de tu acordeón. Escribe otro tanto y no dejes en el tintero, el todo que tu sabes. De camino ejercitemos la amistad, en la forma que tú la practicas. Y aquí habrá amigos, y de los buenos, para «Toica la via».
      Un abrazo gran hombre.

      1. Guillermo Sergio

        Habrá cosa más bonita que la amistad? Al fin y al cabo, es amor. Amor para dar y tomar. Seguiré caminando tal como me animas y por supuesto con tus escritos y compañía. Abrazo enorme para hombre tan grande.

  2. Encarni R.G.

    En verdad que ha sido un fin de año especial y al igual que tu he recordado aquellas en que la fiesta y la musica nos acostaban despues de desayunar churros con chocolate, nostalgia de otros tiempos.Me ha encantado tu titulo porque da que pensar…Noche de soledad y ruido de silencio. precioso.
    Un saludo

    1. Gregorio Martín García, Inspector jubilado de Policía Local de Granada

      Encarni R.G.
      El título es un juego de palabras que encierran la realidad de toda una noche muy especial, que por serlo ahonda en la soledad que te invade por circunstancias muy personales y sentidas y ello te lleva a experimentar un silencio tan callado que aturde conciencias.
      A mi la noche me llevó a ello por la falta de dos seres a los que quise y ya no estaban. Ambas han marchado.
      Muchas gracias Encarni R.G. por tus palabras. Y por el comentario de :
      «…Noche de soledad y ruido de silencio»

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