Antonio Luis Gallardo Medina: «Te recuerdo Amanda»

“Te recuerdo Amanda, la calle mojada, corriendo a la fábrica donde trabajaba Manuel”. Esta canción de Víctor Jara me ha venido a la cabeza al leer la noticia de la muerte de una mujer llamada Amanda. Ha estado todo ese tiempo ahí, sin que nadie se preguntara por ella, o por lo menos sin que nadie lo hiciera hasta el punto de preocuparse y movilizar a las autoridades para indagar el motivo por el que no daba señales de vida.
Sabemos también que se llamaba Amanda, que andaba por los ochenta años, y que la acaban de encontrar, muerta, en la cocina de su casa. Por el estado del cuerpo, calculan los forenses que el fallecimiento se produjo cuatro años atrás. Ha estado todo ese tiempo ahí, sin que nadie se preguntara por ella,

No han trascendido demasiados detalles de su vida, y quizá sea mejor así. A partir de cierto grado de detalle, aumenta el riesgo de que el relato degenere en chismorreo. Sabemos que era psicóloga, y dicen que mientras ejerció la profesión gozaba de prestigio entre sus pacientes. Sabemos también que vivía sola y que apenas tenía parentela, a excepción de una sobrina en Israel que ha sido, quien ha llamado la atención sobre su ausencia y su silencio. Sabemos que era una mujer educada y discreta, que tenía buena relación con sus vecinos, aunque estos no contaban demasiado con ella porque viajaba con frecuencia y en esas ocasiones podía pasarse semanas fuera de casa.

Es tristísimo el caso. A muchos nos parece que es algo que no puede suceder. Pero ha sucedido. Es la soledad rodeada de vida. Pero pensar que si tenemos hijos vamos a estar mejor, también es un error. Todos conocemos muchos casos de abandono. Cuando la soledad es la mejor compañera, que no te impide ser uno mismo y que las ilusiones son tan sencillas como fáciles de conseguir, el miedo a morir solo se diluye en la certeza de no llegar a ser una carga y no vivir la amargura del abandono.

Coincido con la opinión general de lo triste de la noticia y coincido con el periodista que es difícil entender cómo pudo ocurrir ese olvido general. Por ejemplo, el banco no se dio cuenta que no había sacado dinero en efectivo en cuatro años? EL administrador de la finca no se dio cuenta que esa vecina nunca había acudido a reuniones de vecinos? Para mí, es un toque de atención que hemos de pensar menos en nosotros mismos y preocuparse más por las personas que nos necesitan.

Me temo que estos casos cada vez irán a más. Las familias tienden a ser más pequeñas y los vecinos suelen ir cada uno a lo suyo, más en las ciudades. Y a esas edades muchos de los amigos se han ido quedando por el camino (ley de vida). Triste la forma de morir, ahí sola y tirada durante 4 años, pero en verdad venimos a este mundo solos y solos nos vamos.

Pero estamos más pendientes de resultados de las elecciones políticas. No creo que sea un problema político sino uno más profundo: nuestro ego desmedido en busca de la satisfacción inmediata. No tenemos tiempo para disfrutar de la sabiduría de los mayores. Preferimos estar reenviando como zombis, chistes por whatsapp. La sociedad liberal capitalista se basa en la rentabilidad y la productividad, por lo que esta señora ya era solo un «gasto». ¡Producid, malditos, producid!…..

“La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, no importaba nada, ibas a encontrarte con él, con él, con él, con él, con él”. Así continua cantando Víctor Jara y así continuo yo, recordándote en tu soledad querida Amanda.

 

 

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