Los futuros maestros han de ser conscientes del valor de educar junto con la responsabilidad y el compromiso con la sociedad. (…) El ministerio ha propuesto una prueba especifica para acceder a Magisterio
Como aclaración diré, ya desde el comienzo de este artículo, que profesorado es el termino genérico que hace referencia a maestros, que imparten docencia en las enseñanzas de Educación Infantil y Primaria y desarrollan su trabajo en escuelas; y a profesores, que lo hacen en los institutos en Educación Secundaria Obligatoria (ESO), Bachillerato y Formación Profesional (FP).
Nadie duda de que la educación es uno de los ámbitos más significativos de un país por la repercusión que tiene en la cualificación de su capital humano, que a la vez repercute directamente en su desarrollo económico y social. También que los maestros y profesores, responsables de dicha cualificación, son el eslabón de la cadena del sistema educativo en el que recae esta responsabilidad y el componente más importante del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Este proceso lo llevan a cabo en sus aulas implementando el contenido de las áreas, asignaturas, materias y módulos de cada una de las etapas que conforman dicho sistema: Educación Infantil, Educación Primaria, ESO, Bachillerato y FP. En esta dirección, nuestra ministra de educación, Pilar Alegría, ha dado a conocer el documento titulado ’24 grandes propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente’. Entre dichas propuestas destacan las que se refieren a la formación del profesorado, y más concretamente, a las pruebas de acceso a Magisterio y a los nuevos requisitos para cursar el ‘Máster del profesorado de Educación Secundaria’.
Actualmente, la formación de los maestros difiere significativamente de la de los profesores de Educación Secundaria. Los maestros se forman en las facultades de Educación a través de sus grados correspondientes que tienen una duración de cuatro años. Sin embargo, el colectivo de los candidatos a la formación de adolescentes y jóvenes está compuesto por aquellos alumnos que finalizan sus grados en las disciplinas de Matemáticas, Filología, Bellas Artes o Historia, entre otras.
Este alumnado, y durante los cuatro años que dura su graduación, se ha preparado específicamente para ejercer sus correspondientes profesiones de matemático, filólogo, escultor o historiador; solo, que un componente importante de ellos, desea ejercer como profesor. Entonces, y durante un año, adquieren formación cursando el ‘Máster universitario en formación del profesorado de ESO, Bachillerato, FP y Enseñanza de Idiomas’. La superación de dicho máster es la llave que les capacita para poder acceder a las oposiciones que los habilitarán como funcionarios de carrera.
Partiendo de la premisa de que para el desempeño de cualquier profesión se ha de tener vocación, considero, que para ejercer de maestro, deviene especialmente importante dada la especificidad del colectivo con el que van a desempeñar su labor: nada menos que instruir y formar a niños desde los 0 hasta los 12 años de edad; tramo este tan importante en la adquisición de aprendizajes básicos y en la conformación de su personalidad. De ahí que a Magisterio han de ir los bachilleres mejor preparados, que tienen interés por estos estudios y les atraen. Nunca esta decisión debería tomarse porque su nota de corte no les ha permitido entrar en la carrera de su preferencia. Además, dicha nota, debería ser alta. Así ocurre en los países nórdicos donde la excelencia es el rasgo distintivo de sus sistemas educativos y donde los maestros gozan de un enorme prestigio.
El ministerio ha propuesto una prueba especifica para acceder a Magisterio; requisito este, que también se necesita para cursar otras carreras. Considero que en el contenido de esta prueba debería recogerse la entrevista con el candidato como técnica significativa para obtener información importante.
Los futuros maestros han de ser conscientes del valor de educar junto con la responsabilidad y el compromiso con la sociedad. Durante los 4 años que duran sus estudios, han de recibir una formación que compagine un fuerte componente teórico con una sólida preparación práctica adquirida en contacto con profesionales experimentados en los centros educativos. Los idiomas, la educación emocional, las tecnologías de la información y la comunicación y el trabajo en equipo han de ocupar un papel relevante en su plan de estudios, junto con una vasta formación humanística.
Este plan, además, ha de estar impregnado por valores relacionados con la ética profesional. Una medida necesaria afecta a su diseño. Y es que la oferta de especialidades de Infantil y Primaria debería completarse con otra que atendiese a los alumnos con necesidades educativas especiales por presentar un déficit físico, motórico, intelectual, del espectro autista, de atención, de hiperactividad o trastornos graves de conducta. Esta especialidad siempre se ha ofertado, hasta que un día, al igual que pasó con otras, dejó de hacerse.
También deberían revisarse los temarios de las especialidades de Infantil y Primaria que datan del 2011 para ponerlos al día con contenidos que respondan a las nuevas necesidades que la sociedad demanda. Igualmente considero que el ‘Máster universitario para la formación del profesorado’ de un año de duración es insuficiente. La propuesta del Ministerio de Educación de ampliarlo a dos me parece adecuada. En su diseño, el contenido referente a la acción tutorial debería tener un peso importante. La tutoría es un ámbito que va mucho más allá del desarrollo académico de los alumnos. Se ocupa también de todos aquellos aspectos personales y sociales de los estudiantes, y muy especialmente, de las cuestiones que tienen que ver con la comunicación con los padres.
Hasta aquí la formación inicial. Pero el conocimiento avanza, y hoy, además, a un ritmo acelerado. Y es aquí donde entra la formación continua o permanente. Instalados en su ejercicio profesional, maestros y profesores han de estar aprendiendo a lo largo de este para actualizar sus saberes al compás de estos avances. El Gobierno debe poner a su alcance recursos materiales, personales y económicos para que esta formación sea una realidad y no una mera declaración de intenciones. Esta siempre ha sido necesaria pero ahora deviene todavía más: nuevas competencias que se incorporan al currículo, recursos novedosas para apoyar el trabajo del profesor, estrategias de aprendizaje innovadoras o avanzados sistemas de evaluación. Los centros del profesorado, con su profesional especializado, son los encargados de impartir esta formación.
Creo que como medida motivadora y nunca coercitiva, cada 6 años, los docentes, y de manera voluntaria, podrían someterse a una evaluación que pusiera de manifiesto que están al día en sus conocimientos. Dicha evaluación conllevaría incentivos de carácter profesional.
JOSÉ ANTONIO DELGADO SÁNCHEZ
Pedagogo