Una de esas paradas inesperadas, fuera de programa, pero el cuerpo agradece y el conductor, obligado, también. Estirar las piernas, algún té, compras, porque de eso no te escapas si comparas los precios con los de otras poblaciones turísticas, los libros que me traje aquí los conseguí al 50% de lo que siempre los había visto. El paseo por la ciudad fue realmente gratificante.
Tras partir de Urgup bien temprano, dejábamos atrás Nevsehir y el Valle de Goreme [Adiós Capadocia], a casi 150 kilómetros de la moderna e industrial Konya, se localiza esta población con encanto y que forma parte de la legendaria y mítica Ruta de la Seda. El sultán de aquellos lejanos tiempos, Keybakat I, mandó construir –cada 90 kilómetros- los famosos caravasares [en Bursa está todavía el original del XIV], el de Agzinkaraham/Aksaray está magníficamente conservado y realmente merece una visita, se trata de un magnífico edificio levantado en 1229, precioso pórtico de piedra, algo característico de la arquitectura selyúcida del momento, torres de vigilancia, altas murallas, la pequeña mezquita en el interior del patio, etc., serán una sorpresa para el grupo de cuatro que componía el tour, sin duda el poco número de personas fue el que hizo que conductor y guía estuviesen más serviciales que en otros viajes.
Aksaray, en la inmensa llanura, no dejará de parecerse a un inmenso oasis con sus álamos, sauces e infinidad de árboles frutales que, desde el imperio hitita, formó parte de la ruta comercial por excelencia y que llegó hasta la imperial capital de China. La ciudad poseyó diferentes topónimos a lo largo de la historia, el primero Garsaur; con el rey Arkhaleos, era el monarca persa, rey de Capadocia, pasaría a Arkhelais. Tras caer la zona bajo el dominio selyúcida [época de los principados en Anatolia] Kiliçaslam II le adjudicaría el nombre actual al finalizar el impresionante edificio comercial.
En la época de la Batalla de Ankara [1402] esta modesta posada, venta o caravasar, caería bajo la influencia de los príncipes de Karamanie. Hasta 1924 fue una provincia que acaba integrándose en el distrito de Nigde hasta que, en 1989, se le restituyó el estatus administrativo y la capitalidad de la zona.
Si salvamos sus mezquitas Ulu Capii, las madrasas Ibrahim Bey y Zinciriye [escuela coránica en el XIV] o la posada de Alayhan, poco más que la “Torre de Pisa Turca” [localizada en la zona más antigua de la ciudad, en Nevsehir Caddesi] la inclinación y el paralelismo con la célebre ciudad italiana se debe a que se construyó sobre un terreno arenoso y el peso hizo todo lo demás, unos cables atirantados tratan de que no se incline más o simplemente, por la ley de la gravedad, caería. También se le conoce como el minarete torcido levantado por los selyúcidas en 1236, es evidente que ofrece un inestable equilibrio pero ahí está desafiando al tiempo y la verticalidad.
Si hay tiempo también podría patearse su museo donde aún se conservan botellas de perfume del Imperio Romano, habría muchas cosas más para visitar en esta ciudad de casi 200.000 almas pero, el tiempo de cortesía para este “extra” no daba para más y había que seguir esa larga jornada de carretera.
Si alguien se deja caer por aquí, aconsejamos una zona de senderismo por el cercano Monte Hasan [segundo más alto de Capadocia] de 3268 metros, nos dijeron que la prueba es dura y siempre acompañados por algún guía local para evitarnos sorpresas. Hay operadores que lo ofrecen partiendo de la zona de Goreme, el célebre valle de los globos y las increíbles estructuras pétreas que ahora tiene unos precios realmente competitivos para hacer cosas que antes de la pandemia te lo pensabas dos veces. El turismo ha sido duramente castigado a pesar de no haber estado vetado durante la pandemia, mientras realizábamos el viaje predominaban rusos y alemanes, seguían después grupos de turcófonos de toda Asia y españoles te los encontrabas, como decíamos de niños en mi Alhama natal,: de higos a brevas.
El Gran Bazar de Aksaray, por sus sombras, resulta ideal para refugiarse cuando el sol aprieta y disfrutar del regateo, consustancial a este tipo de centros de negocios en toda Turquía. Generalmente hay que ofrecer la mitad de lo que pide el vendedor, luego se irá llegando al límite de no retorno, o sea el que ya no habrá forma de bajar y que es el precio con el que la persona vendedora gana algo [nunca pierde], ese límite suele calcularse en una rebaja del 15 al 30% respecto al precio de salida ofrecido por el vendedor, aunque puedes ponerlo en aprietos si compras varias cosas de la misma pieza, algo que frecuentemente hago porque, después, a la hora de repartir los recuerdos, nunca coincidirán y por lo tanto aunque allí puedan parecernos poco vistosos, fuera de la zona se convierten en piezas originales y atractivas. A veces uno queda sorprendido por el éxito y la persona que menos te esperas es la que da el cante, por ejemplo con las toallas de los tres equipos de fútbol capitalinos o sea de Estambul, por lo tanto también eran los más conocidos: la del Galatasaray fue la primera que voló. Supongo que es poder seductor de la televisión.
(FOTO PORTADA: El autor junto al monumento nacional, uno de cuyos soberanos le recordaba a nuestro CID)
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.