Virtudes Montoro López: «No olvides regar las rosas»

Tiberio Claudio Nerón Germánico nació en Lugdunum, la capital de la Galia en tiempos de Augusto -cerca de la actual Lyon- el año 10 a.C. Era hijo de Antonia la Menor, sobrina del emperador Augusto, y de Nerón Claudio Druso, un poderoso general del ejército romano, que murió al año siguiente.

 

Ya en el momento del parto se hizo evidente que sufría ciertas taras físicas hasta el punto de que su madre se negó a conocerlo y lo consideró desde entonces un aborto. Conforme iba creciendo aparecían nuevos defectos: era cojo, tartamudo, tenía un tic muy molesto en el cuello, babeaba y tenía frecuentes ataques de ira. Sus contemporáneos lo describían como un hombre estúpido, influenciable, incapaz y mentalmente discapacitado. Antonia la Menor cuando quería menospreciar a alguien usaba la frase: “Es más tonto que mi hijo”.

Con estas “cualidades” rápidamente fue considerado un inepto para ocupar puestos de responsabilidad en el gobierno de Roma quedando al cuidado de las mujeres, no obstante, por ser pariente del emperador se le asignaron varios preceptores que le inculcaron una gran pasión por la historia, las artes y algunos otros intereses que se consideraba nunca serían molestos como la oratoria.

En una sociedad como la romana tan dada a las intrigas palaciegas, se le tenía en tan poca estima que sus adversarios no veían en él un enemigo. Con el tiempo se fue ganando el respeto de algunos senadores llegando a ocupar algún cargo público.

El 24 de enero del año 41 d.C. cuando Claudio había cumplido ya 50 años, el emperador Calígula, (que era su sobrino), fue asesinado por su propia guardia pretoriana. Claudio escondido en palacio detrás de una cortina, temblando, temiendo la misma suerte, fue encontrado por los pretorianos y al ser el único pariente adulto, lo aclamaron nuevo emperador. Este emperador, (casi por accidente), es más conocido por nosotros por la literatura y el cine que por la historia

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El camino más noble no es someter a los demás, sino perfeccionarse a uno mismo. Sócrates

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Ni el más optimista de los romanos en una de sus bacanales más estruendosas, habiendo libado el mejor de los vinos de la Hispania hubiera apostado un sestercio a que Claudio fuese capaz de lo que consiguió en tan solo 13 años de reinado.

Claudio emprendió un gran programa de reformas urbanísticas en Roma, culminó la conquista de Britania a pesar de que antecesores suyos mucho más dotados para la guerra no lo consiguieron, concedió la ciudadanía romana a multitud de esclavos que se revelaron fantásticos administradores en puestos públicos, destacó como uno de los emperadores más eruditos de la historia de Roma.

Y es que los defectos de Claudio eran tan evidentes y notorios que nadie había reparado en la gran cantidad de virtudes que poseía.

Nuestro cerebro está especialmente entrenado para detectar nuestros defectos, (y los ajenos), nuestras carencias siempre nos parecen mucho mayores de lo que son, nuestras debilidades nos resultan tan insufribles que no somos capaces de ver lo positivo que hay en las personas y nos pasamos la vida tratando de disimularlas o hacerlas disminuir, mientras que nuestras fortalezas, (si es que nos llegamos a tomar la molestia en encontrarlas), permanecen ahí sin que nadie las mime como un jardinero que se afanase en arrancar las ortigas olvidando regar las rosas.

Creo que debemos centrar más nuestra atención en nuestras fortalezas tratando de potenciarlas y los defectos ya irán mejorando también como por añadidura; te propongo las siguientes acciones:

  • Practica y trabaja constantemente: sólo porque tengamos un punto fuerte no significa que no debamos reforzarlo de manera consciente, (es lo que Stephen Covey llamaría afilar la sierra).
  • Fórmate siempre: lee libros, aprende nuevas técnicas, desarrolla aquello que se te da bien para potenciarlo todavía más.
  • Enseña a otros: Llegamos al conocimiento de los temas cuando somos capaces de enseñar a otros y que estos lo aprendan y lo interioricen.

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A la salida de un colegio una madre pregunta a otra: ¿Qué tal las notas de tu hijo? Regular, contesta la segunda: un 4 en matemáticas y un 8 en música. ¿Qué vas a hacer? pregunta la primera. Ponerle un profesor particular, responde tajante la segunda madre. ¿Un profesor? ¿De qué? Pregunta nuevamente la primera. Pues de matemáticas, obviamente. Responde la segunda. A lo que la primera responde con una última pregunta: ¿Y no has pensado ponérselo de música?

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Son nuestras debilidades y fortalezas las que nos hacen ser únicos y ser quienes somos. El simple hecho de querer ser mejor ya de alguna forma nos hace ser mejor persona.

 

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

Correo E:
aceptayrespira@gmail.com

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Comentarios

Una respuesta a «Virtudes Montoro López: «No olvides regar las rosas»»

  1. Gregorio Martín García

    Si señor, además de bonita y gran señora, es preciosa escritora y enseñante de buenas lecciones. Yo me cuidaré, en adelante, de regar más las rosas y dejar para otra cosa el escardar y arrancar las ortigas. Y aprender de esta señora «jardinera» las faenas nobles de cuidar flores y olvidar cizañas y malas hierbas, cuidando lo bueno y resaltarlo sobre aquello malo. Señora Virtudes, una bocanada de aire nuevo he aspirado esta mañana en su jardín de ensueño. Un afectuoso saludo con mi mayor respeto.

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