Francisco Carreño, almeriense de nacimiento, afincado en Granada, ciudad a la que vino para estudiar la carrera de Bellas Artes y en la que expone por quinta vez en Galería Cefe Navarro. Hasta el 16 de marzo en Galería de Arte Cefe Navarro ( C/San Matías 2, Granada)
Si las temáticas de las anteriores exposiciones fueron la Alhambra, los viajes (Suecia, Italia, Dinamarca, Francia ,…) o Nueva York, en esta ocasión es Sierra Nevada, su tema central.«Mi vida tiene que ver mucho con los viajes y con la experiencia del paisaje pero siempre tengo como mi lugar de trabajo Granada. El título de esta exposición es ‘Mirar Sierra Nevada’ y en ella muestro una buena selección de trabajos que estoy realizando durante los últimos años y que tienen que ver mucho también con lo que estoy trabajando ahora en mi tesis doctoral que tiene que ver mucho sobre las diferentes miradas sobre sierra nevada», explica.
Muestra que se compone de 25 obras de diferente tamaño que ofrecen diversas miradas realizadas desde dentro de Sierra Nevada y de tres picos más elevados como son el Mulhacén, el Veleta y Alcazaba. Obras de diversos tamaños y técnicas predominando el óleo sobre lienzo. «También hay una reflexión contemporánea que ver un poco el libro del padre Ferrer, el primer libro que se editó en 1970 en el que se recogen unas fotografías estupendas además de unas vistas aéreas desde una avioneta que hizo una serie de pasadas y una cartografía de Sierra Nevada. Lo que he intentado un poco en estos cuadros es intercalar esas dos miradas, la aérea del cartógrafo y la mirada del pintor».
Precisamente una obra de esta serie le ha valido al pinto el primer premio del concurso de pintura de la Fundación AguaGranada.
Por su parte, el directo de la galería, Ceferino Navarro, explica que son muchos los años los que lleva trabajando con este pintor del que destaca «su gran profesionalidad», demostrada en cada una de las exposiciones realizadas con «argumentos totalmente diferentes, aunque si es verdad que su principal forma de trabajar es el paisaje». En esta muestra, paisajes de Sierra Nevada que nos pueden recordar los grabados japoneses del monte Fuji japoneses o de las pinturas de rocas que nos han llevado hasta hoy en día pasando por todo el siglo XIX y principios del siglo XX. En concreto, Jesús Puente indica que Carreño continua el legado de un nutrido grupo de pintores de montañas como John Constable, William Turner, Caspar David Friedrich, Gaspar Wolf, Carl Gustav Dahl, Carlos de Haes, Fortuny, Aureliano de Beruete o Sorolla
La exposición estará abierta hasta el 16 de marzo, en el horario habitual, de 11 a una y media y de 6 a 9 de la tarde. El pintor está presente en las redes sociales de Instagram o Facebook donde se puede contactar con él para realizar una visita guiada a su exposición.
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‘Mirar Sierra Nevada’ de Francisco Carreño
por
Jesús Campos
La pintura de montaña de Francisco Carreño se inserta en una larga tradición que inicia su andadura a partir del siglo XIX, cuando las cordilleras y las cimas de las grandes cadenas montañosas dejan de ser territorios inexplorados y amenazantes, y comienzan a permitir un uso más lúdico de las mismas, convirtiéndose en el centro de atención de muchos viajeros y artistas. Es entonces cuando los picos de los macizos montañosos, los glaciares, las cascadas de agua, así como, la experimentación con efectos lumínicos como la reverberación de la luz sobre la nieve son considerados temas dignos de ser pintados. Sierra Nevada ha sido, a su vez, un punto de interés de la representación pictórica de los dos últimos siglos, pero casi siempre como marco sobre el que recorta el paisaje urbano de la ciudad de Granada, pues son escasos los ejemplos de pintura realizada desde su interior.
Francisco Carreño lleva años investigando y experimentando con el género de paisaje y de todos los escenarios elegidos, ninguno ha captado su atención de manera tan obsesiva como el macizo de Sierra Nevada, del que ha venido realizado numerosos cuadros y bocetos en los que indaga sobre la conexión entre la ciudad, la Vega y la montaña. Su posición ante el objeto retratado se parece a la de Paul Cézanne en su fijación con el monte Sainte-Victoire, que pintó, en al menos, 87 ocasiones, primero desde lejos y poco a poco acercándose a la montaña para pintarla desde diferentes ángulos. En ambos casos el proceso y el objetivo del trabajo se repiten: Observar constantemente la montaña durante horas, en las distintas estaciones del año hasta casi conocerla de memoria, adquiriendo, con el ejercicio constante de la pintura, una mayor capacidad para resumirla y conseguir, de este modo, otorgar orden y claridad a los escenarios representados en la búsqueda de soluciones nuevas al margen de academicismos.
En su obra, además, nos muestra la fuerza natural de la pintura de paisaje de montaña desde su interior, poniendo de manifiesto su mirada singular y el desarrollo de un estilo artístico propio sustentado en años de reflexión sobre el sentido de la pintura, y en el ejercicio del apunte de caballete como una rutina con la que disciplinar el ejercicio de la mirada. Toma apuntes del natural al óleo que, de un modo urgente, casi apresurado han ido captado la esencia de luz y el color de la cordillera y le han permitido la experimentación con la densidad de la materia pictórica y con las tonalidades de los elementos representados. A ello hay que unir el estudio y la reflexión profunda sobre la imagen de Sierra Nevada, mediada por años de caminar por sus cumbres que cristaliza en sus pinturas de taller en la cuales, podemos apreciar un uso aparentemente arriesgado del color y un manejo excepcional de la luz.
También podemos apreciar la densidad y empaste con el que aplica la pintura en los primeros planos, mostrando su dominio en la representación de las distintas texturas de lo material que, alterna con sutiles transparencias y veladuras superpuestas en distintas capas de pintura que van consiguiendo la matización de los colores iniciales.
La pintura de Francisco Carreño, si bien recoge el legado de un nutrido grupo de pintores (John Constable, William Turner, Caspar David Friedrich, Gaspar Wolf, Carl Gustav Dahl, Carlos de Haes, Fortuny, Aureliano de Beruete o Sorolla) proporciona una nueva mirada en la representación de Sierra Nevada que dista de cualquier concepción romántica del paisaje, salvo en lo que se concierne a la subjetividad de la mirada del pintor, o a la propia rudeza y majestad del macizo visto desde su interior, y de los resabios de taller de cualquier composición academicista. Muchos de sus cuadros muestran unos parajes duros, casi desprovistos de nieve, tal y como se pueden contemplar durante el estío, pero siempre eliminando cualquier presencia humana; es el propio espectador el que se enfrenta al vacío y la soledad de la montaña cuando contempla sus cuadros.
Jesús Campos
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