En este mes de marzo de 2022 se cumple el centenario del nacimiento de Don Francisco Rodríguez Adrados (1922-2020), uno de los más insignes y sabios helenistas del siglo XX, a nivel mundial (cf. Wikipedia).
Catedrático de Instituto de Bachillerato, primero, más tarde de Universidad, y, sin ninguna duda, eximio e indiscutible referente del aludido Cuerpo de Catedráticos, que tantas y tan ejemplares figuras ha aportado a la cultura y a la ciencia española a lo largo del pasado siglo. En él, como paradigma del mismo, podríamos rendir un homenaje merecido a toda una auténtica pléyade de profesores que, más allá de su entrega vocacional a la Enseñanza Media o Secundaria e independientemente de su ulterior promoción o no a instituciones culturales selectas -o a otros niveles educativos más ‘reconocidos socialmente’- supieron entregar a la sociedad el fruto ‘esplendoroso’ de su magisterio y de su dedicación a la investigación académica y científica.
Baste citar, para confirmar su prestigio, una mínima muestra de ellos: poetas y escritores como Antonio Machado, Gerardo Diego o Miguel Delibes; historiadores como A. Domínguez Ortiz, M. Elena Gómez-Moreno, Matilde Moliner, Jaume Vicens Vives y Julio Valdeón; filólogos, lexicógrafos, traductores e historiadores de la lengua y la literatura ‘et alt’, como Emilio Orozco, Gregorio Salvador, Nicolás Marín, Alberto Sánchez, J. M. Blecua, G. Díaz Plaja, García de la Concha, A. Amorós, García Yebra, R. Lapesa, Zamora Vicente, Gili Gaya, Alarcos Llorach, Manuel Seco; helenistas y latinistas como el citado Rodríguez Adrados, Luis Gil o A. García Calvo; filósofos como Julián Besteiro, Emilio Lledó, José Barrio, F. Montero Moliner, Gustavo Bueno, J. A. Marina y Pedro Cerezo. Seguiríamos evocando catedráticos ilustres de Dibujo, Física y Química, Lenguas Modernas, Matemáticas, Ciencias Naturales, que desbordaría los límites requeridos por una pertinente Carta al Director.
Finalicemos este modesto elogio, recordando cómo en las capitales de provincia los catedráticos de Instituto eran reconocidos, hace apenas unos pocos decenios, como una de esas ‘jerarquías inermes’, en expresión de Eugenio D’Ors, que vertebraban la vida cultural de una ciudad.
Catedrático de Filosofía