A finales de agosto de 2015, la crisis humanitaria de los refugiados que llegaban a Europa alcanzó de lleno a todas las instituciones europeas, gobiernos nacionales y opinión pública. Las imágenes de la muerte y la desesperación conmovieron conciencias y nos obligaron a reaccionar a todos, aunque entonces ya fue demasiado tarde.
Ha pasado el tiempo, los países ricos de la Comunidad Europea hicieron su reparto, como si de ganado fuese, a España le tocaron más de 17.000 refugiados, a día de hoy, 15 de marzo solamente unos pocos han llegado a España.
Si a Rajoy no le importaban los refugiados y la sociedad civil responde con indiferencia (no le echemos solo la culpa al Gobierno), algo realmente grave está pasando. Dónde se ha quedado esa sociedad comprometida con los más débiles y necesitados, incluso se oyen voces diciendo que ya bastantes problemas tenemos como para preocuparnos de los refugiados.
El acuerdo al que llegaron los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE con Turquía, que acoge ya a dos millones de refugiados sirios, implicaría devolver a este país a todos los refugiados que lleguen a las costas griegas, aceptar un mecanismo diabólico de reasentar a un sirio en la UE por cada sirio readmitido por Turquía a cambio de incrementar las ayudas a este país, incrementar los reasentamientos en los Estados miembros, no exigir visado a sus ciudadanos y avanzar en el proceso de adhesión.
La verdad es que no alcanzo a entender, cual es el gusto o el sentido de hacer sufrir a esta gente, con la cantidad de dinero que ha puesto la comunidad europea para que los países acojan a inmigrantes y parece que el dinero se desvanece y estas personas siguen detrás de la valla, con frio y con lluvia, vamos que ese dinero se hubiese invertido en Siria y se hubiesen quedado allí.
Mientras, seres humanos, no importa de qué procedencia, color o la religión que profesen; con mujeres, niños y ancianos a cuestas, están sufriendo la crueldad de unos sentimientos o ideologías impropios del continente que representaba en el mundo los derechos y libertades. Pero todo achacable a los políticos dirigentes de esos Estados y de la Unión Europea, no así de sus ciudadanías que solo ponen en valor el humanitarismo, la solidaridad con el necesitado (como tantas veces ha ocurrido en los conflictos europeos), proporcionándole en la medida de sus posibilidades, techo, lecho y comida. De hecho hay, desde el principio de los acontecimientos, disposición por parte de asociaciones y organizaciones civiles, así como de particulares concretos, disposición a facilitar desinteresadamente estas necesidades.
En este caso son los ucranianos, ya han salido de su país tres millones y siguen buscando asilo, dónde vamos a meter tanta criatura. Menos políticos, menos palabrería y más solidaridad. Estamos tocando fondo.
No creo que con el paso del tiempo, cuando todo se haya acabado en estos países en conflicto, les quede un recuerdo favorable de los europeos, teniendo en cuenta el trato recibido. Tenemos que ayudar a Ucrania, pero ya!, Qué ricos y felices nos sentimos, olvidando lo que fuimos (y no hemos dejado de ser). ¿Dónde está el ser humano? ¡Esto es una mierda! (Perdón Antonio, pero no he podido aguantarme).
Ver artículos anteriores de