Contra lo que podamos creer, el sistema no hizo tabla rasa con Bizancio o Constantinopla y su pasado está bien presente en infinidad de rincones del casco histórico de esta megalópolis con su base en dos continentes y, en algunos aspectos, esa es también su gloria a pesar de los siglos transcurridos.
Seguramente la Basílica de Santa Sofía marcará nuestro inicio en esa parte histórica, antiquísima, que se concentra en la zona de Sultanahmet. Sí, es cierto que los establecimientos nos pueden parecer oscuros o poco higienizados, pero eso no deja de ser una primera impresión que poco a poco nos irá deslumbrando ante ese legado milenario que comenzamos a callejear.
En esta zona –nunca está de más un calzado cómodo y agua para hidratarse- tenemos suficientes atractivos como para pasarnos varios días sin llegar a visionar la totalidad. El Palacio de Topkapi [siempre en obras, algo que no falla pero a su vez inevitable o todo serían ruinas] cuya visita está subdividida, el HARÉN tiene entrada aparte; aunque una vez realizado el acceso general y dotados de las audioguías uno puede tomar su propio rumbo. También hay excelentes guías de papel que explican en español con una rigurosidad pasmosa ese milenario legado que, dependiendo del acervo cultural de cada uno puede llegar a recrearse imaginando la propia historia.
Entre esos dos gigantes puntos básicos de referencia para una estancia mínima, el viajero puede quedar noqueado, sin embargo no ha consumido nada más que una pequeñísima porción de su gran riqueza arquitectónica, arqueológica, monumental o social. Siempre conviene buscarse un hotel que esté relativamente cerca para así disfrutar más de nuestro tiempo, aunque a veces no sean los mejores en instalaciones, merece la pena aprovechar la ubicación para no tener que andar perdiendo tiempo en ir y venir al centro histórico. En esta zona encontramos otros muchos monumentos y las excavaciones continúan, van aflorando más y más cosas que, lentamente, se restauran, se llevan a los museos o se exponen allá en donde fueron hallados.
¿Te gustan las mezquitas? Entonces no las acabarás todas, parecen setas y las seis llamadas a la oración pueden chocarnos, sobre todo a primera hora de la mañana y la última de día: parece, da la sensación como si estuvieran compitiendo a ver quién lo hace más fuerte. Antiguamente el muecín tenía que subir al minarete, hoy ya se hace mediante una grabación o sofisticados sistemas de altavoces. En Topkapi, por ejemplo, hay opción a verlo en vivo y en directo ya que suele estar haciendo su trabajo mientras los turistas curiosean por sus salas: él ni se inmuta en ese trabajo repetitivo y memorístico.
Sin movernos del área encontraríamos el Parque Sultanhamet, el Arqueológico, Mezquita Azul, Bazar Arasta, Museo de los Mosaicos, El Esfenodón, Hipódromo, Obelisco de Teodosio –en restauración en mi última visita- Museo de Artes Turcas e Islámicas, restos de los palacios de Antíoco y Lausos [ahora en esas reliquias nos encontramos el busto de Mehmet Akif Ersoy autor del himno nacional turco que falleció en 1936], Mezquita Firuz Aga, Cisterna de Binbirdirek, la Cisterna Basílica –cerrada, necesitaba una buena puesta al día- y, todo eso, prácticamente sin movernos de la histórica Bizancio.
Si eso nos suministró todo lo que éramos capaces de digerir, entonces, todo lo que falta, tendremos que considerarlo por bloques, o sea, patear hasta quedar rendidos y adentrándonos por los barrios próximos. Sin duda elegiría los de Kuncapi y Kadirga, limítrofes y en el mercado de pescado del primero hay infinidad de restaurantes en plena calle que son todo un cosmos de multicolor y abigarrado contenido. Eso sí, no corra riesgos y, si va de noche, por lo que cuesta un taxi, utilice uno para que le devuelva a su hotel. Generalmente -los hoteles que he venido utilizando en mis viajes- han estado entre la zona de Laleli-Universidad –cerca está lo que nosotros conocemos por Ayuntamiento- y Çembertlitas, costado del Mar de Mármara, el tranvía pasa por la siempre bulliciosa calle Yeniçeriler, en el lado contrario tendríamos el Gran Bazar donde uno puede encontrar incluso lo increíble. Si se atreve, adentrándose en esas laberínticas callejuelas, llegará al de las Especies, el Puente Gálata o el Cuerno de Oro.
Si el viajero busca autenticidad y alejarse de las masas, podría darse una vuelta por la Pequeña Sofía que no le dejará de sorprender y que no siempre es visitada, externamente nada dice, hay que adentrarse en ella, recordar que desde el XVI es mezquita, por lo tanto se hace imprescindible observar ciertas reglas en cuanto a vestimenta. Disfrute allí de los talleres de los artesanos, curiosee y tómese uno de los olorosos y gratificantes tés turcos. Recuerde que estamos en Kadirga y aquí la vida es más tranquila, campechana y auténtica. Su hamán apenas es inmortalizado por los turistas, pero es de 1506 y antiguamente era uno de los más visitados por los marineros que aprovechaban la llegada a tierra para acicalarse.
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.